Cabecera de la tumba

De Atlas Etnográfico de Vasconia
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La cabecera de las sepulturas suele disponer siempre de un monumento funerario que en el más sencillo de los casos, cuando se trata de una tumba en tierra, es una cruz. En siglos pasados fue habitual también la estela, aunque hace ya tiempo que perdió su función. Sólo recientemente ha vuelto a experimentar un cierto resurgimiento. La cruz aparece además en los panteones, aunque cuando éstos son de cierta complejidad arquitectónica, muestra diversas formas y aparece acompañada de otros ornamentos. En el caso de los nichos, debido a la escasa superficie de la placa que cierra el hueco, suele ser el único motivo religioso que aparece grabado en la misma.

En cuanto a las inscripciones que aparecen sobre las tumbas, las más comunes son las que hacen referencia a la identidad de los difuntos. Suelen encabezarse con un «Aquí yace... », «Rogad a Dios por el alma de... », «En memoria de... », después se indica el nombre y los apellidos del finado y se suele concluir con el clásico «Requiescat in pace» o abreviadamente R.I.P., «Descanse en paz», «Que en paz descanse», Q.E.P.D. Se incluye a veces una indicación de quiénes son los familiares que le dedican el recuerdo o frases del tipo: «El que cree en mí

vivirá», «Vuestro recuerdo vive en nuestro corazón», «Los que en vida te quisieron en la muerte no te olvidan», «Se suplica una oración» (Viana-N). En euskera se encuentran encabezamientos como «Hemen dago...» o «Hemen datza...» (Aquí yace... ), «Hemen dago hilobiratua... / daude hilobiratuak... » (Aquí yace/n sepultado/s... ), «Lur honek gordetzen ditu... » (Esta tierra guarda... ) (Aramaio-A).

Los epitafios propiamente dichos son muy raros, más si el monumento funerario es una simple cruz que carece de espacio para incluir alguno. Los que se encuentran suelen hacer referencia a temas religiosos o a recordar la fugacidad de la vida: «Ez dago atsedenik / ta odei gabe egunik / zeruetan baizik» (No hay descanso / ni día sin nube / más que en el cielo) (Aramaio-A); «Yo fui lo que tú eres, / tú serás lo que yo soy» (Portugalete-B).

Además de en las tumbas, en el interior de los cementerios y más frecuentemente en la entrada de los mismos, suele haber inscripciones similares a los epitafios. En el camposanto de Markinez (A) una lápida situada en la pared norte muestra la siguiente inscripción:

«Transeúntes, escuchad
nuestros ayes y lamentos,
pues padecemos tormentos,
socorrednos por piedad.
Es de fe que si rogáis
por nosotros, pecadores,
aliviaréis los dolores
con oraciones que hagáis»[1].

Antaño en el de San Román de Campezo (A) también se podía leer:

Tú que pasas por aquí
a tus negocios mundanos
no te olvides de rezar
por tus difuntos hermanos.
A las ánimas benditas
socorre cuanto puedas
que ellas te socorrerán
cuando necesitado te veas.

Sobre la puerta del cementerio de Markinez (A) se lee «Año de 1850. Cristiano piensa en la muerte / si quieres tener feliz suerte»[2]. En el de Elosua (G): «Akordatu zaitezte guzaz» (Acordaos de nosotros).

Cruces. Gurutzeak

Las cruces son los ornamentos más habituales, destacando en las tumbas de tierra, sepulturas con losa o pequeños panteones, ya que suelen ser el único constituyente del monumento funerario. Además de en el cementerio no es raro encontrar cruces fuera de este recinto, en el borde de carreteras o en el monte, cuya función es la de indicar el lugar donde alguien perdió la vida.

El más sencillo de los monumentos que se ha colocado en la cabecera del túmulo consiste en una cruz que en tiempos pasados era de madera, zurezko gurutzea, sobre todo entre gente de condición modesta. Esta costumbre ha sido recogida en muchas localidades: Artziniega, Berganzo, Laguardia, Pipaón, Salcedo, San Román de San Millán (A), Amorebieta-Etxano, Carranza, Gorozika, Lezama, Orozko (B), Aoiz, Artajona, Goizueta, Monreal, Sangüesa, Viana (N), Hazparne, Sara (L), Oragarre (BN) y Urdiñarbe (Z).

En Berganzo (A), los palos con los que se llevaba el ataúd se solían utilizar luego para poner la cruz en el cementerio. A veces se cogía el crucifijo que iba sobre el ataúd y se colocaba a modo de cruz. En otras ocasiones la pintaban y le ponían las iniciales R.I.P. A partir de los años cuarenta se comenzó a incluir el nombre del difunto escrito sobre ella. Esta inscripción es conocida como idaztia en Goizueta (N).

En Oragarre (BN) antaño había cruces de madera hechas por el carpintero pero casi ninguna en hierro forjado. En ellas se prefería poner el nombre de la casa a la que pertenecía el muerto ya que éste perduraba más que aquél.

En Orozko (B) a principios de siglo las más comunes fueron las de madera, hechas con dos tablas ensambladas y pintadas de negro para los adultos y de blanco para los niños. No tenían inscripción alguna ni tallas y eran muy sencillas, olezko kurtziak egoten ziran, figura andi barik, unen barik. En Carranza (B) algunas cruces de madera, de las que apenas quedan algunos ejemplares, presentan una inscripción sobre una pequeña placa de porcelana. En Aoiz (N) en la época de la guerra las cruces eran de este material por la falta de recursos, posteriormente se cambiaron por otras nuevas, de moda en ese momento.

Con el paso del tiempo se comenzaron a generalizar las cruces de hierro o hierro colado, burdinezko gurutzea. Se constatan en Apodaca, Artziniega, Berganzo, Bernedo, Gamboa, Laguardia, Narvaja, Pipaón, Salcedo, Salvatierra, San Román de Campezo, Ribera Alta, Valdegovía (A), Amorebieta-Etxano, Bermeo, Lezama, Portugalete (B), Elgoibar (G), Allo, Aoiz, Artajona, Garde, Monreal, Murchante, Sangüesa, Viana (N), Hazparne, Sara (L), Ezpeize-Undüreiñe, Urdiñarbe y Santa-Grazi (Z).

Cruces en las tumbas. Pipaón (A). Fuente: Pilar Alonso, Grupos Etniker Euskalerria.

En Artziniega (A) dicen que las cruces de hierro las traían los indianos. En Berganzo (A) y Orozko (B) se generalizaron tras la guerra civil las de hierro de forja con brazos afiligranados. Tenían una placa redonda u ovalada de porcelana blanca y en ocasiones ribete plateado o negro en la que se indicaba la identidad y fechas de nacimiento y muerte del fallecido, además de las inscripciones R.I.P. o D.E.P. y a veces también otras del tipo «Recuerdo de su esposo/a, hijo/as». Algunas llevaban motivos ornamentales como la reproducción de la fotografía del fallecido o de carácter religioso como el símbolo de la cruz, el rostro de Cristo Crucificado, la imagen de la Virgen y con frecuencia el Corazón de Jesús o un angelito. Otras tenían motivos vegetales.

En las localidades alavesas las cruces de hierro se compraban en Vitoria. En Maneta (A) a todos los fallecidos se les colocaba una, pero siempre la misma ya que iba pasando de tumba en tumba según iban siendo enterrados.

En Mendiola (A) las sepulturas están rematadas por cruces de hierro. Estas no son compactas sino formadas por tiras de hierro que dejan espacios vacíos con formas ornamentales, a modo de filigranas. Se distinguen tres partes en la composición de estas cruces: en el extremo superior Jesús Crucificado o la Virgen María; en la base siempre aparecen santos; en el centro, sobre piedra o hierro pero siempre en superficie ovalada una leyenda: «Aquí yace / Aquí espera la resurrección de la carne», seguidamente datos del difunto como nombre, día de la defunción, edad y para terminar «Recuerdo de sus familiares, esposa/esposo, padres/hijos y demás familia»

En Carranza (B) también era habitual la cruz de hierro clavada a la cabecera de la tierra. Se pintaba de negro con un Cristo situado en el centro de la cruz y a los pies una inscripción sobre una pequeña placa de mármol blanco o de porcelana y en la base de la misma un ángel (pintados ambos de blanco). Este ha sido hasta hace varias décadas el monumento funerario más generalizado.

En Allo, Aria y Garde (N) los elementos funerarios que decoran las tumbas del cementerio son exclusivamente cruces, aunque de formas y materiales diferentes de acuerdo con los gustos de cada época. Las más antiguas son de hierro forjado y se alzan sobre una base de piedra con forma exagonal. En el centro un medallón de porcelana, en Allo de chapa de cobre, recuerda con letras de punzón la identidad del fallecido.

El siglo pasado en Viana y Sangüesa (N) las familias con medios económicos colocaban en sus panteones cruces artesanales de varilla de hierro enroscada fabricadas por los artesanos locales. A principios de siglo en las localidades del sur de Navarra se generalizó un tipo de cruz de hierro colado que era adquirida en la vecina ciudad Logroño. En una placa de metal con superficie blanca figuraba el nombre del difunto y la fecha de nacimiento y defunción, a veces llevaba el retrato del muerto.

En Aria (N) las cruces más antiguas son las de caliza del cementerio viejo. Tienen forma de cruz aspada que se prolonga en forma de rectángulo. En el centro de la misma se halla un círculo de fondo blanco en el que figura la imagen de la Virgen o de Jesucristo. En ocasiones esta cruz se apoya en un pequeño podio. En el cuerpo rectangular se inserta la inscripción con el nombre del difunto, la fecha de defunción y/ o de nacimiento, los años, la fórmula funeraria y, a veces, una dedicatoria. Además de las cruces en piedra caliza hay otras de factura más reciente realizadas en mármol, la mayoría blanco. La cruz suele incluir una imagen de Jesús Crucificado, unos ropajes (figura metafórica de Cristo) o dibujos florales.

En Urdiñarbe (Z) la mayoría de las cruces eran de piedra, harriz kürütxiak. En Santa Grazi (Z) se denominaban harkhürütziak. También se hacían cruces de cemento: se tamizaba la tierra con un cedazo para separar las piedrillas, se mezclaban con cemento, y se echaba en los moldes. Estas cruces carecían de decoración y tampoco tenían ningún nombre, ni siguiera pintado.

En Carranza (B) se encuentran asimismo diversos tipos de cruces hechas con cemento, arena y marmolina (mármol molido) o en otros casos con cemento, arena y pedazos de mármol. En el centro de la misma lleva la inscripción sobre placa de mármol o porcelana.

Estelas. Hilarriak

Las estelas discoidales[3] estuvieron ampliamente extendidas por todo el territorio de Vascofia en tiempos pasados y son numerosas las que aún se conservan. A lo largo de este siglo y más en los últimos años han experimentado cierto resurgir, volviéndose a incluir en los monumentos funerarios.

En euskera recibe los nombres de hilarria, piedra de difuntos, y en algunos sitios ilargia, luz de los muertos o luna. Colas recogió también los nombres de gizona, hombre, y kurutze burubeltza, la cruz de cabeza negra[4], y Lafitte el de harri gizona, el hombre de piedra[5].

En Azkaine y Sara (L) llaman a la estela discoidal gurutze biribila y en Urdiñarbe (Z) igual que a la cruz kürütxia.

Aunque no sabemos dónde tuvo su origen, algunas son tan antiguas como las que hasta ahora han sido señaladas en otros países. Estas no tienen inscrita ninguna fecha. Entre las que sí la tienen, figura una de Isturitze (BN) que es del año 1501, según Colás[6]. En el cementerio de Heleta (BN) existen estelas que datan de 1609 y 1619, entre otras más recientes[7].

Figura y símbolo de antepasados, la estela es durante los tiempos antiguos el monumento que señala una tumba y representa un hogar. Más tarde se empieza a consignar su pertenencia a una persona y a una familia. Tras una época de florecimiento, siglo XVII, su uso ha decaído hasta el punto de que, a finales del siglo pasado, nadie colocaba una estela discoidal sobre su tumba[8].

En varias localidades de Zuberoa se han recogido y conservado algunas estelas antiguas aunque no son utilizadas como monumento funerario sino ornamental. En el cementerio de Barkoxe (Z), en tiempos lejanos, debió de haber bastantes ya que algunas se rescataron de un muro de contención y se han colocado a lo largo del muro de la iglesia. En Ezpeize-Ündüreiñe (Z) también hay varias estelas discoidales utilizadas para decoración.

En San Martín de Unx (N) hay estelas discoideas que dejaron de usarse entre los siglos XIV y XVI. En Sangüesa (N) han aparecido varias que proceden en su mayor parte de los cementerios antiguos de las iglesias de Santa María de Rocaforte, de la desaparecida de San Andrés y del convento de San Francisco. Una pequeña parte aparecieron en el despoblado de El Real y en una ermita. Se conocen en total 22 ejemplares. En una de sus caras, la dedicada a la vida eterna, representan la cruz de diversas maneras, abundando la ancorada. La otra cara representa la vida terrena del difunto: dos de ellas llevan figura humana, otra armas heráldicas como signo de nobleza y varias diversas herramientas del oficio del difunto.

Hilarriak. Irulegi (BN). Fuente: Michel Duvert, Grupos Etniker Euskalerria.

En Viana (N) constituyen los tres monumentos funerarios más antiguos que se conocen en la localidad. Dos de ellos aparecieron en 1979 al desmontarse, por ruina, la torre parroquial de San Pedro; servían como material reaprovechado en un cuerpo de la torre, construido durante el siglo XVI sobre otro del siglo XIII.

La estela ha sido sustituida en la mayoría de las poblaciones por la cruz latina y aunque aún quedan restos de algunas antiguas, muchas de ellas han sido reaprovechadas, como ya se ha visto, en la construcción de muros. La mayoría de las referencias recogidas sobre estelas en uso se refieren a monumentos de nueva creación.

Durante el presente siglo XX la estela ha reaparecido de nuevo en muchas tumbas como una reacción ante el afán iconoclasta de las últimas décadas del siglo XIX[9]. Algunos cementerios que han sido remodelados han tomado este monumento como patrón formando conjuntos homogéneos, tal es el caso de Apozaga (Eskoriatza G), Auritz (N) y Mañuas (Bermeo-B). Este último, construido en el año 1925, fue reestructurado en los años sesenta colocando estelas funerarias en la cabecera de todas las tumbas familiares. En el de Apozaga las estelas dispuestas en círculo reflejan el oficio del difunto en una de las caras; también en el de Mañuas.

En Aramaio (A), concretamente en el cementerio del pueblo de Ibarra, a partir de las últimas reformas sólo se colocan estelas, iguales entre sí pero variando la ornamentación.

También en Berastegi y Elosua (G) aunque muchas tumbas están presididas por una sencilla cruz de piedra o también de hierro fundido, en los últimos 15 ó 20 años se aprecia una tendencia a colocar estelas discoidales así como rotulación y epitafios en euskera.

En Aria (N) hay un par de estelas de factura moderna que recuerdan a las medievales.


 
  1. Juan ESNAOLA. “Pueblo de Markiniz (Marquínez). Los establecimientos humanos y las condiciones naturales” in AEF, VI (1926) p. 111.
  2. Juan ESNAOLA. “Pueblo de Markiniz (Marquínez). Los establecimientos humanos y las condiciones naturales” in AEF, VI (1926) p. 111.
  3. Las estelas vascas han sido ampliamente estudiadas y existe abundante bibliografía sobre el tema. Destacamos aquí por su importancia la siguiente: Eugeniusz FRANKOWSKI. Estelas discoideas de la Península Ibérica. Madrid, 1920; L. COLAS. La Tombe Basque. Bayonne, 1923 y José Miguel de BARANDIARAN. Estelas funerarias del País Vasco. San Sebastián, 1970. Cabe mencionar aquí a los investigadores Antxon Aguirre, Michel Duvert, Juan Cruz Labeaga y Francisco Javier Zubiaur, colaboradores en este volumen del Atlas Etnográfico. Cada uno de ellos cuenta con numerosos artículos sobre el tema. Con periodicidad anual se celebran congresos sobre la estela funeraria europea. En el apartado de bibliografía señalamos las actas correspondientes a los Congresos de Bayona, San Sebastián y Pamplona.
  4. L. COLAS. La Tombe Basque. Bayonne, 1923, p. 7 (nota a pie de página).
  5. Pierre LAFITTE. “Atlantika-Pirene-etako sinheste zaharrak” in Gure Herria, XXXVII (1965) p. 108.
  6. L. COLAS. La Tombe Basque. Bayonne, 1923, p. 144.
  7. José Miguel de BARANDIARAN. “Notas para un estudio de la vida en Heleta” in AEF, XXXIV (1987) p. 70.
  8. José Miguel de BARANDIARAN. Estelas funerarias del País Vasco. San Sebastián, 1970, pp. 81-82.
  9. José Miguel de BARANDIARAN. Estelas funerarias del País Vasco. San Sebastián, 1970, p. 83.