El levantamiento del cadáver. Gorputz altxatzea

De Atlas Etnográfico de Vasconia
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Los testimonios recogidos coinciden en señalar que el sacerdote acudía siempre a levantar el cadáver a todas las casas de su jurisdicción, por muy alejadas que estuvieran del núcleo urbano. Antiguamente, a veces eran más de uno los curas que comparecían para proceder al levantamiento.

En algunas localidades de poblamiento disperso, si la casa estaba muy alejada del núcleo urbano, un grupo reducido de personas formado por los familiares de la casa y los vecinos, juntamente con los anderos llevando el cuerpo, lo acercaban hasta una casa o un lugar más próximos a la iglesia, donde se personaban el sacerdote y el séquito que le acompañaba para proceder aquí al levantamiento del cadáver.

En el recorrido desde la iglesia a la casa mortuoria generalmente acompañaban al sacerdote, el sacristán o el mayordomo portando la cruz parroquial y dos monaguillos. En algunas localidades se agregaba también gente que iniciaba así la primera parte del recorrido del cortejo al que seguiría el trayecto desde la casa mortuoria o del lugar de acogida del cadáver hasta la iglesia, luego de aquí al cementerio, para finalizar con el regreso a la casa.

Con una cierta anticipación a la salida del sacerdote y sus acompañantes, en la casa del difunto se iniciaban las ceremonias preparatorias para levantar el cadáver, acto que iba a tener lugar a la llegada de aquél. El cuerpo, previamente introducido en la caja, se exponía en la cámara mortuoria. Otras veces se bajaba de la habitación mortuoria y se colocaba en una dependencia preparada de la casa, eskaratza, en la portalada del caserío, en el zaguán o en el portal de la vivienda, engalanados para la ocasión. Hasta los años setenta junto a las cortinas que servían de decorado, en algunas localidades de cierta importancia, se disponía una mesa de color negro con hojas en las que se recogían las firmas de los asistentes que después se entregaban a la familia. Posteriormente, esta mesita pasó a instalarse en la puerta de la iglesia y últimamente también se coloca una urna o una bandeja en la que se depositan tarjetas de visita de las personas que desean mostrar de esta manera la condolencia a la familia del difunto.

El féretro se colocaba sobre una mesa cubierta con un paño o sábana de color blanco o negro, según los casos. En algunas localidades se ponía paño negro si el estado civil del difunto era de casado y blanco si era soltero. Otras veces paño negro si era adulto y blanco si joven. Alrededor de este pequeño túmulo se colocaban también candeleros con velas encendidas en número de dos o cuatro normalmente, un crucifijo, agua bendita y un ramo de laurel.

En torno al féretro estaban congregados los familiares, vecinos y amigos aguardando la llegada del sacerdote. Estos tres grupos van a desempeñar un papel fundamental en los ritos que acompañan a la muerte. Tanto la salida del sacerdote de la iglesia para el levantamiento del cadáver como la conducción posterior iban acompañadas de los toques a muerto de la campana de la iglesia.

Una vez personado el sacerdote en la casa y tras saludar a los familiares más próximos al finado, iniciaba las oraciones propias de este acto señaladas en el ritual[1]. Rezaba un responso que era respondido por los presentes. Estas preces eran de breve duración. A continuación el cadáver era asperjado con agua que había sido bendecida en la festividad litúrgica del Sábado Santo. Tanto el agua como el laurel, bendecido el Domingo de Ramos, que se utilizaba para la aspersión se tenían en casa. De no ser así, que era la costumbre más extendida, se bendecía el cadáver con el hisopo y el agua que había llevado el monaguillo en el acetre desde la parroquia. Si la caja estaba cerrada se ordenaba abrir la tapa.

Se han recogido algunos testimonios de la costumbre vigente en otros tiempos en las casas de zona rural de sacar el cuerpo del difunto por una determinada puerta de la casa. Así en Ezkio (G) el cadáver, ilotza, dentro del ataúd, hilkutxa, había de salir por la puerta principal que era la que se utilizaba ordinariamente para acceder a la casa. En Aia (G)[2], el respeto al familiar difunto exigía que se le sacara siempre por la puerta principal, no por la del granero, mandioa. En Aramaio (A), aunque la casa dispusiera de varios accesos, el cadáver, gorpua, siempre se sacaba por la puerta más antigua. En Ziga-Baztan[3] (N), si se trataba de una persona perteneciente a la casa por matrimonio, el cadáver se sacaba por la puerta por donde entró el día de su boda.

Levantamiento del cadáver. San Sebastián (G), década de 1950. Fuente: Antxon Aguirre, Grupos Etniker Euskalerria.

Con las personas suicidadas se procedía de distinta forma. En Armendaritze (BN) se ha recogido que el sacerdote no acudía al levantamiento del cadáver a la casa de un suicidado, «bere buruaz besterik egin duena». El suicidio estaba considerado como un acto contra Dios. En estos casos el sacerdote aguardaba a la entrada del cementerio, donde se celebraba una misa rezada, meza ixila. En Apodaca (A), los suicidados no eran llevados a la iglesia, sus cuerpos se depositaban en la Casa del Concejo y desde allí eran conducidos al cementerio.

José Miguel de Barandiarán hace una sucinta descripción del acto del levantamiento del cadáver en Dohozti. Los funerales en la iglesia se celebraban en el día y hora convenidos entre los familiares y el cura de la parroquia. Al acercarse el tiempo en que iba a tener lugar la conducción a la iglesia, el cadáver introducido en el féretro era colocado en el vestíbulo de la casa donde era depositado en el suelo hasta que llegara el momento de salir hacia el templo parroquial. A la casa mortuoria llegaban el cura, el xantre o cantor y el primer vecino (el más próximo al domicilio del difunto) que traía la cruz parroquial que iba a presidir la conducción. Allí se daban cita los parientes y vecinos del difunto. El sacerdote rezaba antes de iniciar la salida las preces ordenadas por el ritual[4].

A partir de las décadas de los setenta y ochenta, estas costumbres se han visto profundamente alteradas. Ahora, es una gran mayoría la que fallece en centros hospitalarios o fuera del domicilio familiar y son los servicios funerarios contratados quienes se encargan del transporte en el furgón fúnebre desde el establecimiento en el que se ha producido el óbito hasta la iglesia donde va a tener lugar la celebración del funeral.

Como recuerdo de la antigua ceremonia del levantamiento del cadáver ha quedado el recibimiento que el sacerdote, acompañado por familiares y vecinos, hace del cuerpo del difunto en el pórtico o en el acceso al templo. Incluso en los casos de personas que hoy día fallecen en el domicilio familiar, aunque el sacerdote acuda al levantamiento del cadáver, lo hace en coche. Tras el rezo de las oraciones prescritas, la comitiva se traslada en vehículos particulares hasta la iglesia, detrás del furgón que lleva el féretro.


 
  1. En siglos pasados se había establecido al parecer la costumbre de que el clero cantara el nocturno o la vigilia de difuntos en el zaguán de la casa donde permanecía el cadáver. Las Constituciones Sinodales de Calahorra aludían a esta práctica al prohibirla por ser contrario a lo establecido en el Ritual romano. Vide Constituciones Synodales del Obispado de Calahorra y la Calzada del año 1698 por Don Pedro de Lepe. Libro III. Título IX. Constitución XXI. Madrid, 1700, p. 465. Por lo que respecta a esta práctica en Amurrio Vide José MADINABEITIA. El Libro de Amurrio. Bilbao, 1932, p. 132.
  2. Luis MURUGARREN . Universidad de Aya. San Sebastián, 1974, p. 84.
  3. AEF, III (1923) p. 131.
  4. José Miguel de BARANDIARAN. “Rasgos de la vida popular de Dohozti” in El mundo en la mente popular vasca. Tomo IV. San Sebastián, 1966, p. 67.