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Bizkaia5

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En Abadiano los padres de los novios juntamente con éstos se reunían en la casa de uno de ellos a decidir las condiciones del contrato matrimonial. Normalmente la iniciativa la llevaban los padres de la casa en la que iba a vivir el matrimonio joven. El contrayente a cuya casa se casaban aportaba los inmuebles y la otra parte una dote en metálico. Este dinero lo repartía el matrimonio mayor entre los demás hijos, reservándose para sí el usufructo de una mitad de los bienes. Aunque normalmente la decisión de quién iba a ser el heredero estaba tomada con anterioridad, el momento de otorgar las capitulaciones era aprovechado para hacer tal designación. Por lo común el nombramiento recaía en el hijo mayor varón. Una vez se habían puesto de acuerdo ambas familias respecto de las capitulaciones se procedía a la escrituración en una notaría de Durango.
 
[[File:6.171 Contrato matrimonial. Durango (B) 1902.jpg|center|600px|Contrato matrimonial. Durango (B), 1902. Fuente: Archivo Fotográfico Labayru Fundazioa.]]
En Amorebieta-Etxano se ha recogido que la sucesión en la titularidad de un caserío se producía por testamento cuando los padres morían sin que el designado como heredero se hubiera casado. Lo ordinario era que tuviera lugar a la firma de las capitulaciones matrimoniales del elegido para que se quedara en el caserío. Este honor no siempre recaía en el primogénito, pues si se casaba a otra casa o salía a trabajar fuera, los padres optaban por otro, normalmente el mayor de los que permanecían en la casa paterna.
Mientras que antiguamente lo común era que ambos matrimonios, mayor y joven, convivieran en la casa, hoy día (años noventa) a veces por comodidad y otras por mal entendimiento mutuo, los padres ancianos se marchan a vivir al piso de alguno de sus otros hijos y si no tienen a nadie que les pueda atender adecuadamente se retiran al asilo de Axpe.
 
[[File:6.172 Edicion de 1923 y texto.jpg|center|600px|Edición de 1923 y texto. Fuente: Archivo Fotográfico Labayru Fundazioa.]]
En el Valle de Carranza no existía un patrón claro a la hora de determinar cuál de los hijos se quedaba a vivir en casa. Normalmente éstos iban abandonando el domicilio familiar a medida que se casaban. Cuando un matrimonio quedaba en el hogar paterno, los restantes hermanos debían marchar al casarse, y en la casa se quedaban únicamente los tíos o hermanos solteros. Varios encuestados señalan que los padres solían preferir que la que se casara y quedase en el hogar fuese una hija, quizá porque pensaban que estarían mejor atendidos en la ancianidad y que las relaciones de la suegra eran más fluidas con el yerno que con la nuera.
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