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En Lemoiz (B) freían romero con el que se “ablandaba el hueso”, o daban friegas de alcohol al objeto de encajarlo. Después lo entablillaban y vendaban. Estas operaciones se encomendaban a un hombre de Laukiz, ''azur-emintzaillea'', que gozaba de gran prestigio en la zona.
En Astigarraga (G) se acude al médico o al ''ezur-konpontzailea ''de Betelu (N). Antaño también se iba al de Hondarribia (G). El anterior ''sasimedikua ''o ''petrikiloa'', según los encuestados, cura los huesos desde hace cuarenta años. Toca con la mano la zona afectada para saber si el hueso está roto o se trata tan sólo de un esguince. En el primer caso envuelve la zona con un cartón y coloca alrededor una venda no muy fuerte. Después recomienda reposo durante cuarenta días sin mover el miembro afectado ni el vendaje, tras lo cual se comienza a frotar la zona con aceite y se pone al sol tantas veces como sea necesario.
En Hondarribia se encajaban bien los huesos y con unos palos se sujetaba la zona afectada para que no se moviese. Era muy importante casar bien los huesos antes de proceder a atar los palos pues de lo contrario el afectado podía quedar cojo o con la movilidad del brazo comprometida para el resto de su vida. Si además había hemorragia se aplicaba un emplasto de sal y vinagre. Un informante recuerda aún a un especialista hondarribitarra en componer huesos (Pedro Alcain). Para realizar la operación recurría a dos o tres robustos pescadores de los que solían pasar el rato en la cantina de la cofradía para que inmovilizaran al enfermo. Una vez seguro de que no se movería encajaba los huesos, sin anestesia, por supuesto.
En Beasain (G) si el hueso fracturado era una costilla se fajaba el pecho muy fuerte, casi hasta cortar la respiración, y se mantenía así unos quince días. Si se trataba de un brazo o una pierna se colocaba el hueso y se sujetaba con dos o tres tablillas, tras lo cual se vendaba fuerte y se mantenía así durante un mes. Si una vez entablillada la extremidad se inflamaba había que darle baños de agua con sal y siete dientes de ajo macerados en ella. Esto se repetía durante nueve días. Aún hoy en día muchos van al ''petrikillo ''antes que al médico para componer las fracturas óseas.
En Eugi (N) antaño se recurría a una mujer del barrio de Auza. Primeramente preparaba un bálsamo, ''gantzugailua'', con vino y salvado que ponía sobre la zona afectada hasta que la mezcla, según se decía, llegase al hueso; de esta manera el mismo se podía manejar mejor. Después se estiraban los dos lados del hueso fracturado para restablecer la unión y por último se vendaba fuertemente la zona afectada, incluso sirviéndose de un cartón o un pedazo de madera para que el hueso quedase inmovilizado mejor.