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En líneas generales se puede afirmar que de los datos aportados por las encuestas, de los dos cónyuges la mujer es la principal educadora de los hijos y la encargada de transferir la tradición que a su vez recibió de sus antecesores (Agurain-A; Busturia-B). Uno de los aspectos más importantes de esta transmisión, según se ha apuntado en el apartado anterior, atañe a las ideas y prácticas religiosas, como es el caso de la enseñanza de las oraciones (Bermeo, Busturia, Gorozika, Trapagaran-B; Pipaón-A; Altza, Legazpi, Oñati, Orexa, Zerain-G; Goizueta, Izurdiaga, Urzainki-N; Zuberoa). De igual modo se han transmitido las supersticiones (Bermeo-B; Zerain-G). En Elorz (N) reconocen que las mujeres no sólo desempeñaban un papel crucial en la enseñanza de la religión sino que además favorecían las vocaciones sacerdotal y misionera.
 
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Fig. 486. Iniciación en las creencias religiosas. Allo (N).
En Mezkiritz (N) se recogió que en otro tiempo ambos, el padre y la madre, se ocupaban de transmitir las creencias y enseñar la oraciones a los hijos. Con frecuencia, el padre lo hacía mediante canciones teniendo al niño sobre sus rodillas.
En cuanto a las razones de este papel destacado de la mujer, en Amorebieta-Etxano (B) aducen que el padre, aunque era conocedor de cuentos, leyendas, canciones y hechos del pasado, no llegaba a transmitirlos con la intensidad de la madre, la abuela o alguna tía que viviese en la casa o en las cercanías, ya que éstas tenían un trato directo con los niños, mientras que el padre, por razón de su trabajo, tenía menos contacto con sus hijos.
En Moreda (A) las madres son las primeras que inician a sus hijos en la religión y la doctrina cristianas. Enseñan a sus hijos las primeras oraciones, comenzando por las dedicadas al Niño Jesús. La señal de la cruz es la primera práctica que aprenden los más pequeños; para ello la madre les coge la manita derecha y guiándosela les enseña a persignarse. Cuando les lleva a la iglesia les inculca que deben humedecer los dedos en el agua bendita de la pila para santiguarse y el comportamiento que deben mantener en el templo. Algunos informantes recuerdan incluso cómo para recibir la paga de las tardes de los domingos y festivos tenían que ir al rosario y exposición del Santísimo. A la hora de comer, la madre enseña a los hijos a rezar una breve oración de bendición de los alimentos. En resumen, la mujer es la principal artífice de que los niños aprendan las primeras nociones de religión en el ámbito doméstico y les prepara para los ritos de paso. Una gran parte del conocimiento de la vida tradicional se transmite a través de la madre: el calendario festivo anual, el aprendizaje de cuentos y leyendas, las supersticiones, conocer y distinguir a los familiares y parientes, etc. Antes de que se duerman narran a sus hijos cuentos fantasiosos para que dejen volar libremente su imaginación.
En Abezia (A) se considera que la abuela desempeña un papel fundamental por encargarse de transmitir los valores religiosos a los nietos, enseñándoles oraciones antes de acostarse o llevándolos a misa. Los ritos religiosos están muy presentes en el seno de la familia y son un ejemplo para los niños. Así, el rosario era rezado por toda la familia mientras desgranaban alubias o realizaban otras tareas en las frías tardes del invierno. Lo mismo puede decirse de otros rezos. Son también las madres y abuelas las encargadas de transmitir costumbres de vida, cultura, historia y tradiciones. En lo que respecta a las supersticiones se pasan de padres a hijos en el seno de la familia, pero también en el entorno del pueblo y en la escuela.
En Apodaca (A) las mujeres de la casa, bien la madre, la abuela, tías o hermanas, eran las que iniciaban a los niños en las creencias religiosas; se ocupaban de acostarlos y rezaban juntos las correspondientes oraciones además de enseñarles a santiguarse. También eran las encargadas de transmitirles las creencias y supersticiones.
[[File:FIGURA.png|RTENOTITLE_FIGURA]] En Berganzo (A) el papel que ha desempeñado la mujer en la enseñanza y práctica de la religión ha resultado fundamental. Antaño no sólo la iglesia constituía el entorno donde se transmitía la religión sino que en cada hogar, los padres y sobre todo la madre enseñaba a los hijos las oraciones. Todos los días, después de cenar, la familia al completo rezaba el rosario en la cocina. Durante el otoño y algunos días del invierno, mientras rezaban el rosario elegían los caparrones y limpiaban las alubias.  En Bernedo (A) la mujer se ha preocupado de enseñar a los hijos las oraciones y la formación religiosa. También se han ocupado de esta labor los abuelos, que además eran los encargados de bendecir la mesa. Han sido cometido de la mujer otras prácticas religiosas que han tenido lugar en la casa como la novena de Nuestra Señora de Ocón cuando se quería obtener alguna gracia de la Virgen. Los usos y costumbres los aprendían los niños viendo cómo los practicaban los padres y atendiendo sus consejos y enseñanzas.
En Ribera Alta (A) la madre era la encargada de inculcar en los hijos principios y valores, además de enseñarles a rezar y transmitirles las enseñanzas religiosas. Desde que el niño nacía comenzaba su labor de convertirle en un cristiano recio. Rápidamente le bautizaba para que si por desgracia moría, fuera al cielo y no al limbo. Ya antes de nacer había acudido a Angosto buscando el amparo de la Virgen para su hijo. Una vez nacido regresaba al santuario con su hijo para encomendárselo a la Virgen. Posteriormente colocaba sobre su cuerpo algún escapulario protector. En cuanto el niño crecía y comenzaba a hablar enseguida le enseñaba a rezar, también a hacer la señal de la cruz. Antes de cada comida le habituaba a bendecir los alimentos y a la hora de acostarse a rezar y a solicitar la ayuda y protección de la Virgen y del Ángel de la Guarda. La madre también se ocupaba de rezar el rosario junto a sus hijos muchos días al atardecer, antes de cenar, en la cocina.
En Elgoibar (G) las mujeres, principalmente las abuelas, eran las encargadas de iniciar y enseñar a los niños las nociones y prácticas religiosas. Todos los días al atardecer reunía a sus nietos para rezar el rosario y cuando llegaba el invierno les contaba historias que ella había escuchado siendo niña. A menudo era la que llevaba a los nietos a misa. Se ocupaba de enseñarles el catecismo, que conocían de memoria, ya que muchas mujeres no sabían leer. También les transmitían algunas creencias como echar el laurel bendecido al fuego cuando se desataba una tormenta, rezar a Santa Bárbara, encender la vela bendecida el día de la Candelaria y demás prácticas que habían aprendido a su vez de sus madres o abuelas.
 
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En Elosua (G) la mujer ha sido la transmisora de la tradición y las prácticas religiosas; era sobre todo la abuela, ''amandria'', la que enseñaba a los niños a mantener el recuerdo de los familiares difuntos, la advocación al Ángel de la Guarda, a los santos, el rezo del ángelus y los signos externos del sentir religioso que estaban muy arraigados en la vida del caserío.
 
 
 
Fig. 487. La sabiduría de la abuela.
En Heleta (BN), de los niños –su cuidado, entretenimiento, alimentación, enseñar a andar y hablar– se encargaba la madre, frecuentemente ayudada por su madre o suegra, por alguna hermana o cuñada, por alguna tía o por alguna de las hijas mayores. Cuando el niño hablaba corrientemente se le enseñaba a recitar el Padre Nuestro y Ave María, el Credo y los mandamientos de la ley de Dios. También le enseñaban a santiguarse y pasajes de la vida de Cristo y de los santos. Desde temprana edad comenzaban a ir a la iglesia los domingos.
En Ezkurra (N) se les enseñaba a los niños a decir “Jesús, José y María”; en muchas casas también el catecismo y las oraciones, y les inducían a practicar los mandamientos. Empezaban a ir a la escuela y a la iglesia a los cuatro años. En las casas presenciaban buenos hechos y costumbres de carácter religioso y moral.
En Allo (N) las madres son las iniciadoras de las prácticas religiosas en los niños, quienes aprenden de sus labios las primeras oraciones para levantarse, para bendecir la mesa o en el momento de acostarse. Y son el complemento de lo que más tarde aprenderán de los sacerdotes y maestros.
En Valdegovía (A) se considera a la madre pieza fundamental en la transmisión de los valores sociales, siendo la que establece los hábitos de conducta del niño desde la más tierna infancia. Le educa en el respeto hacia los demás, en cumplir los horarios, le inculca los conceptos de responsabilidad y deber, etc.
[[Image:.png|thumb|left|{| style="border-spacing:0;margin:auto;width:4.129cm;" |- style="border:none;padding:0cm;" || Fig. 488. Transmisión cultural del padre. |- |}]]En Valtierra (N) la mujer era la portadora de la mayor parte de las tradiciones, sabedora de costumbres, parentescos, relaciones familiares, recetas, recuerdos, hábitos o miedos a caballo entre lo religioso y lo supersticioso como santiguarse al oír un juramento, al ver un gato negro, un relámpago, una desgracia, etc. Además se ocupa y transmite las formas de vestir, de actuar, de tratar, en definitiva todo lo que conforma las características singulares de la familia y la casa.
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