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En Carranza y Durango (B) a los pequeños se les decía que si recogían unas flores que precisamente reciben el nombre de ''meacamas'', esa misma noche se orinarían mientras dormían. | En Carranza y Durango (B) a los pequeños se les decía que si recogían unas flores que precisamente reciben el nombre de ''meacamas'', esa misma noche se orinarían mientras dormían. | ||
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En Liginaga (Z) los niños que se orinaban en la cama debían beber durante un novenario agua de topo, es decir, el agua en el que se había cocido un topo. Para lo mismo se recomendaba darle a tomar el agua en la que se hubiesen cocido tres puñados de tierra recogidos al efecto en la sepultura de un niño. En Azkaine (L) se decía que era suficiente cocer en agua algunos ratoncitos, ''saguak'', y beber de un trago el caldo de su cocimiento. | En Liginaga (Z) los niños que se orinaban en la cama debían beber durante un novenario agua de topo, es decir, el agua en el que se había cocido un topo. Para lo mismo se recomendaba darle a tomar el agua en la que se hubiesen cocido tres puñados de tierra recogidos al efecto en la sepultura de un niño. En Azkaine (L) se decía que era suficiente cocer en agua algunos ratoncitos, ''saguak'', y beber de un trago el caldo de su cocimiento. | ||
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En Sara (L) se les obligaba a beber durante nueve días sucesivos el cocimiento de un trozo de tierra recogido entre el primero y el segundo toque de las doce de la noche, en la sepultura del inhumado en último lugar en el cementerio del pueblo. | En Sara (L) se les obligaba a beber durante nueve días sucesivos el cocimiento de un trozo de tierra recogido entre el primero y el segundo toque de las doce de la noche, en la sepultura del inhumado en último lugar en el cementerio del pueblo. | ||
− | En el barrio de San Pedro de Elgoibar (G) se utilizaba un método más duro consistente en recoger un puñado de tierra del cementerio y dejárselo bajo la almohada al niño para que no se orinase. Al tiempo de irse a la cama se le advertía que tenía la mencionada tierra bajo la almohada y de esa manera, por miedo, permanecía pendiente y no se orinaba. | + | En el barrio de San Pedro de Elgoibar (G) se utilizaba un método más duro consistente en recoger un puñado de tierra del cementerio y dejárselo bajo la almohada al niño para que no se orinase. Al tiempo de irse a [[Colchon_y_ropa_de_cuna._Ume-izarak|la cama]] se le advertía que tenía la mencionada tierra bajo la almohada y de esa manera, por miedo, permanecía pendiente y no se orinaba. |
En Azkaine (L) se iba al cementerio y se tomaba un puñado de la tierra que hubiera sido removida recientemente. Cuando se llevaba el niño a la cama se le mostraba la tierra, se le indicaba su procedencia y luego se colocaba debajo del jergón. Dicen que el remedio era eficaz. | En Azkaine (L) se iba al cementerio y se tomaba un puñado de la tierra que hubiera sido removida recientemente. Cuando se llevaba el niño a la cama se le mostraba la tierra, se le indicaba su procedencia y luego se colocaba debajo del jergón. Dicen que el remedio era eficaz. | ||
− | En Vasconia continental se constató la práctica de ponerles los evangelios para que dejasen de orinarse en la cama<ref></ref>. | + | En Vasconia continental se constató la práctica de ponerles los evangelios para que dejasen de orinarse en la cama<ref>Juan THALAMAS LABANDIBAR. “Contribución al estudio etnográfico del País Vasco continental” in ''Anuario de Eusko-Folklore''. Tomo XI. Vitoria: 1931, p. 60.</ref>. |
Revisión actual del 14:45 23 abr 2020
Una creencia bastante extendida o al menos una advertencia que frecuentemente se hacía a los niños con problemas de micciones nocturnas era que si enredaban con fuego se orinarían en la cama (Mendiola-A; Amorebieta-Etxano, Bedarona, Durango, Elorrio[1]-B; Hondarribia, Oñati, Telleriarte-G; Allo, Lezaun, Merindad de Tudela[2], Obanos-N; Azkaine-L).
En Berastegi (G) los niños recibían una advertencia muy extendida: “Suakin ez ibilli, gañekoan oian pixa egingo dezu” (No enredes con el fuego pues de hacerlo, te mearás en la cama).
En Nabarniz (B), Telleriarte (G) y Lezaun (N) explican que se hacía esto para evitar el riesgo que causaban los niños enredando con fuego, no porque se creyera literalmente en aquella aseveración.
En Carranza y Durango (B) a los pequeños se les decía que si recogían unas flores que precisamente reciben el nombre de meacamas, esa misma noche se orinarían mientras dormían.
En Liginaga (Z) los niños que se orinaban en la cama debían beber durante un novenario agua de topo, es decir, el agua en el que se había cocido un topo. Para lo mismo se recomendaba darle a tomar el agua en la que se hubiesen cocido tres puñados de tierra recogidos al efecto en la sepultura de un niño. En Azkaine (L) se decía que era suficiente cocer en agua algunos ratoncitos, saguak, y beber de un trago el caldo de su cocimiento.
En Sara (L) se les obligaba a beber durante nueve días sucesivos el cocimiento de un trozo de tierra recogido entre el primero y el segundo toque de las doce de la noche, en la sepultura del inhumado en último lugar en el cementerio del pueblo.
En el barrio de San Pedro de Elgoibar (G) se utilizaba un método más duro consistente en recoger un puñado de tierra del cementerio y dejárselo bajo la almohada al niño para que no se orinase. Al tiempo de irse a la cama se le advertía que tenía la mencionada tierra bajo la almohada y de esa manera, por miedo, permanecía pendiente y no se orinaba.
En Azkaine (L) se iba al cementerio y se tomaba un puñado de la tierra que hubiera sido removida recientemente. Cuando se llevaba el niño a la cama se le mostraba la tierra, se le indicaba su procedencia y luego se colocaba debajo del jergón. Dicen que el remedio era eficaz.
En Vasconia continental se constató la práctica de ponerles los evangelios para que dejasen de orinarse en la cama[3].
- ↑ Recogido por Eugenio LARRAÑAGA: LEF. (ADEL).
- ↑ Pedro ARELLANO. “Folklore de la Merindad de Tudela” in Anuario de Eusko-Folklore. Tomo XIII. Vitoria: 1933, p. 203.
- ↑ Juan THALAMAS LABANDIBAR. “Contribución al estudio etnográfico del País Vasco continental” in Anuario de Eusko-Folklore. Tomo XI. Vitoria: 1931, p. 60.