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En el Valle de Carranza (B) se utilizaba igualmente un recipiente de madera a modo de cajón alargado con los laterales no muy altos e inclinados hacia fuera que también recibía el nombre de ''cabra''. La persona que la transportaba lo hacía al hombro para lo cual apoyaba previamente un saco que le cubriese tanto el hombro como el cuello a fin de no lastimarse. Para cargar la ''cabra ''con el ''barro ''o mortero, a pie de obra había un palo clavado en el suelo que en su parte superior tenía un soporte donde depositaba el cajón. Vertía en su interior varias paladas de ''barro ''y volvía a cargarlo al hombro. Como estaba sobre el palo, que tenía la medida adecuada, no tenía que agacharse para realizar este primer esfuerzo. Después lo transportaba ascendiendo por los andamios, que estaban hechos con tablas dispuestas en planos inclinados con listones atravesados y clavados que evitaban que el trabajador resbalase.
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Recuerdan en esta población vizcaína que antiguamente los caminos estaban cubiertos de abundante polvo y cuando llovía era arrastrado de tal modo que la parte arenosa quedaba retenida en determinados lugares, llamados ''remanses'', alcanzando en algunos un importante grosor de arena. Con suficiente antelación al inicio de la construcción de la casa se cargaba esa arena en el carro de bueyes y se trasladaba al lugar donde se iba a levantar el edificio. Se hacía así un montón de grandes dimensiones ya que eran numerosos los viajes de acarreo realizados. Después se llevaban al lugar varios carros de cal viva y se les añadía agua para ''matarla ''y conseguir que quedase reducida a polvo. Finalizada esta operación se procedía a mezclar arena y cal en una determinada proporción. Era necesario que dicha mezcla se realizase correctamente tras lo cual se separaba una parte hasta hacer un montón al que se abría un hoyo central en el que se vertía agua; se amasaba bien con la ayuda de una azada y una vez conseguida una masa pastosa llamada ''barro ''se vertía en un montón aparte. Se repetía el proceso y lo obtenido se añadía a este segundo montón, que poco a poco iba alcanzando gran tamaño. Finalizada esta fase de preparación del mortero se dejaba reposar el nuevo montón durante un año para que “fermentase”. Llegado el momento de usarlo se volvía a amasar con agua.
Hay constancia en este valle de que aquellos que utilizaron la piedra de antiguos edificios notables en ruinas para edificar sus propias casas también reaprovecharon el mortero con el que estaban construidos.
En cuanto a la cal podía ser elaborada en caleros propios o bien comprada en la cantera local en la que tradicionalmente se ha explotado piedra caliza.