En la sociedad tradicional la esterilidad fue considerada como una desgracia; era atribuida comúnmente, si no exclusivamente, a la mujer. Por contra, la fecundidad o, más propiamente, la descendencia generacional que posibilitaba la prolongación de la familia y aportaba brazos para el trabajo doméstico era tenida como una bendición del cielo. La aspiración de toda mujer casada era la de “tener familia”. Por esta razón las mujeres sin hijos invocaban la intervención de la Virgen o de los santos para que Dios les diera descendencia. Estas peticiones ocupaban el centro de sus rezos y oraciones privadas y eran formuladas también durante los actos religiosos que tenían lugar en las iglesias. Había, con todo, lugares sagrados, ermitas y santuarios, a los que acudían “ex profeso” para obtener este gran favor del cielo. Indicamos seguidamente los santuarios más señalados en el área de Vasconia a los que se ha recurrido con esta petición particular.
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Santa Casilda. Briviesca (Burgos)
A la ermita de Santa Casilda, situada cerca de Briviesca en la provincia de Burgos, han acudido tradicionalmente de los pueblos alaveses de Amézaga de Zuya, Apellániz, Berganzo, Pipaón y Ribera Alta, así como de las comarcas alavesas occidentales de la Ribera, Valdegovía y Lantarón. En los pozos de San Vicente, próximos a la ermita, las mujeres arrojaban una piedra o una teja para quedarse embarazadas de un niño o una niña. Barandiaran atestiguaba estas prácticas en el segundo decenio del siglo XX: “Muy cerca de la ermita se halla la cueva en que, dicen, murió esta santa, y a pocos pasos existen dos lagunas llamadas Pozos de San Vicente. Cuentan que en sus aguas se lavaba Santa Casilda para recobrar su salud perdida. Todavía hoy practican lo mismo los devotos que van a visitar la ermita, lavándose la cara y las manos, mojando pañuelos u otras prendas a las cuales atribuyen, por esto, virtudes curativas. Además, los casados que desean tener sucesión, arrojan en aquellas aguas una piedra o una teja, según pidan la gracia de un hijo o una hija”[1].
San Fausto. Bujanda (A)
De la montaña alavesa se ha acudido a Bujanda a implorar la intercesión de San Fausto cuyo cuerpo incorrupto se encuentra en la parroquia. En otros tiempos, todos los años, se hacían desde los pueblos que conforman el Bernedo actual rogativas a Bujanda para venerar a este santo al que se tenía por patrón de los agricultores. Hoy acuden en rogaciones solamente los de Quintana y San Román de Campezo; pero la costumbre de hacer peticiones para obtener descendencia sigue vigente. Alguno de los días de rogativa se abre la urna en que se guarda el cuerpo del santo; los asistentes se acercan en fila cantando y dan al sacerdote algún objeto o prenda “para que lo pase por el santo”. Las mujeres que desean descendencia hacen pasar una cadena o una pulsera para llevarla después puesta. Conseguido el embarazo, antaño había que llevar al santo una carga de dos fanegas de trigo. De no cumplirse esta promesa, decían en San Román de Campezo, el niño moría. A este mismo santuario, según nuestras encuestas acudían con esta petición desde Moreda y Pipaón (A).
Virgen de Angosto y Santuario de Oro (A)
En Artziniega (A) señalan que cuando se acudía a la Virgen de Angosto se arrojaban piedras a un pozo para pedir descendencia, al igual que lo hacían en Santa Casilda de Briviesca.
En Apodaca (A) los matrimonios sin hijos acudían al Santuario de Oro los lunes de Pascua. Si no veían cumplidos sus deseos iban a la Virgen de Angosto por mayo y por septiembre. También desde Amézaga de Zuya, Moreda y Ribera Alta (A) acudían a la Virgen de Angosto con esta petición.
San Miguel de Aralar (N)
De la zona vascófona de Navarra, así como de ciertas comarcas de Gipuzkoa y Álava, las mujeres deseosas de tener hijos acudían al santuario de San Miguel de Aralar. Fue costumbre antigua que las mujeres que deseaban tener familia oyeran la misa sentadas encima de una losa señalada, San Migelgo arzabala, que estuvo situada a la entrada de la capilla del Arcángel. La losa desapareció a raíz de una reforma efectuada hace tiempo[2]. Las mujeres de Izurdiaga (N), según nuestra encuesta, aprovechaban la romería anual a Aralar para hacer al Arcángel esta petición; en ocasiones subían también a la ermita de la Trinidad, próxima al Santuario.
Ntra. Sra. de Ujué. Castillo de Javier (N)
Esta misma petición hacían las mujeres de la Navarra media lanzando una piedra en el pozo del Santuario de Ntra. Sra. de Ujué o en el pozo que se halla en el patio del castillo de Javier[3].
San Juan de Gaztelugatxe. Andra Mari de Almike (B)
Hoy en día las mujeres de Bermeo (B) acuden con esta petición a San Juan de Gaztelugatxe; antaño se desplazaban a este lugar desde otras localidades de Bizkaia. En el interior de esta iglesia se veneraba hasta tiempos recientes una imagen de Santa Ana con la Virgen y el Niño. Las mujeres que no lograban tener hijos depositaban ante la imagen ropas de niños (chaquetitas, zapatitos, camisitas o sonajeros). Desde 1981 esta imagen se encuentra en una capilla de la Parroquia de Santa Eufemia de Bermeo. Pese a este traslado puede observarse actualmente la persistencia de estos ritos de petición que tienen lugar ante la nueva imagen de la Inmaculada Concepción que en sustitución de la anterior han colocado en este santuario.
El historiador local Zabala recogió en los años veinte que a las iglesias de Almike y de Gaztelugatxe acudían las mujeres cuyo embarazo se había malogrado; bajo el manto de la Virgen dejaban las ropitas del niño y se llevaban otras de menor precio[4]. Este rito de ofrecer prendas infantiles para lograr la maternidad se mantenía vigente en los años setenta en el santuario de San Juan de Gaztelugatxe.
Andra Mari de Agirre. Gorliz (B)
Idénticas prácticas tenían lugar en el Santuario de Andra Mari de Agirre en Gorliz donde prendían del manto de la Virgen ropitas infantiles generalmente de color blanco.
Basílica de Loyola (G)
También al pie de la imagen de San Ignacio en el Santuario de Loyola colocaban una camisita de hilo las mujeres que querían un hijo. El etnógrafo Juan de Iruretagoyena precisaba que el matrimonio que no había tenido hijos en los siete años posteriores al casamiento confeccionaba un vestido de criatura recién nacida para llevarlo al Santuario de San Ignacio de Loyola y ofrecérselo al santo. De este modo expresaba el deseo de tener un hijo[5].
Sandaili (San Elías). Oñati (G)
En nuestra actual encuesta de Oñati se ha registrado que las mujeres que no tenían familia iban a la cueva de Sandaili (San Elías), donde se ubica la ermita del mismo nombre; allí se mojaban el sexo o el vientre. Si lograban tener descendencia ofrendaban al santo una prenda de niño. Barandiaran describió esta práctica en la década de los años veinte en estos términos: “En la entrada de la cueva se ve una cuba labrada en piedra a modo de bañera. En ésta cae a gotas el agua del techo. Las mujeres estériles, deseosas de tener descendencia, suelen ir allí a ofrendar aceite, cera, etc.; introducen en el agua de la bañera uno o más dedos de la mano, según el número de hijos que cada una desee tener (...). Según dicen en Oñati, la mujer debe lavar sus manos en el agua de la bañera, o introducirse en ella hasta la cintura, operación que se expresa con la palabra beratu (lit. ablandarse)[6]. Hay quienes llevan allí ropas de niños, las lavan en el pozo y luego las tienden sobre un zarzal próximo para que se sequen, todo con el fin de obtener descendencia”[7].
Otros lugares de peregrinación
En demanda de descendencia se ha recurrido a la intercesión de San Antonio de Padua en el Santuario de Urkiola (B) tal como se ha constatado en nuestras encuestas de Bernedo (A), Abadiano y Durango (B); en Dima (B) acudían a la ermita local de Santa María de Bikarregi, y en especial a Santa Águeda cuya imagen se venera en ella; en Zeanuri (B) a la ermita de la Piedad, Piedadea; en Markina-Xemein (B) a la ermita de San Jacinto; en Abadiano (B) nuestra encuesta ha recogido que han peregrinado con esta petición hasta el Santuario de Lourdes en el Bigorre francés. En Gipuzkoa acudían a la ermita de Ntra. Sra. de Olatz en Azpeitia, dejando allí ropitas de niño que luego eran repartidas entre gente necesitada. También se acudía con esta petición a la Virgen de Liernia en Mutiloa (G), a la que popularmente llaman Ama Birjina Letxerakoa, en alusión a que es también intercesora de las madres sin pecho[8]. El Santuario de Lezo (G) era lugar de peregrinación para las mujeres de Gipuzkoa y Navarra que deseaban tener familia.
De Améscoa (N) las mujeres acudían al Santuario de Codés para tener familia. Con este fin se acudía a Santa Felicia de Labiano (N). En Viana (N) iban antaño al santuario de San Juan del Ramo; cuando desapareció el monasterio, la imagen del santo fue trasladada a la parroquia donde actualmente se venera. Con el mismo fin se acudía a Santa Felicia en Labiano. En Sangüesa (N) se hacían novenas a Santa Rita, cuya imagen está en el convento local de San Nicolás. En Sara (L) las mujeres estériles, mutxordinak, acudían a la ermita de Santa Catalina para tener hijos[9].
- ↑ José Miguel de BARANDIARAN. “Los Monumentos” in Eusko Folklore. Materiales y Cuestionarios, XXIX. Vitoria: 1923, pp. 17- 18.
- ↑ José Miguel de BARANDIARAN. Voz legor in Diccionario Ilustrado de Mitología Vasca. Obras Completas. Tomo I. Bilbao: La Gran Enciclopedia Vasca, 1972.
- ↑ José Miguel de BARANDIARAN. Voz legor in Diccionario Ilustrado de Mitología Vasca. Obras Completas. Tomo I. Bilbao: La Gran Enciclopedia Vasca, 1972.
- ↑ Anjel ZABALA eta OTZAMIZ-TREMOYA. Historia de Bermeo. Tomo II. Bermeo: 1931, p. 431.
- ↑ Juan de IRURETAGOYENA. “Costumbres. Zarauz” in AEF, I (1921) p. 115.
- ↑ José Miguel de BARANDIARAN. Voz Sandailli in Diccionario Ilustrado de Mitología Vasca. Obras Completas. Tomo I. Bilbao: La Gran Enciclopedia Vasca, 1972.
- ↑ José Miguel de BARANDIARAN. “Las Iglesias” in Eusko Folklore. Materiales y Cuestionarios, LXIV. Vitoria: 1926, p. 16.
- ↑ José A. LIZARRALDE. Andra Mari. Semblanza religiosa de la provincia de Guipúzcoa. Bilbao: 1926, p. 127.
- ↑ Ref. oral de Michel Duvert. Belloc. Octubre 1991. Vide Gurutzi ARREGI, Origen y significación de las ermitas de Bizkaia. Bilbao: 1999, p. 328.