Conjuros. Campanas

En otros tiempos fue práctica común que el sacerdote pronunciara conjuros u oraciones desde el pórtico de la iglesia recitando las fórmulas señaladas en el Ritual, con el fin de alejar las tormentas.

En Zerain (G) si amenazaba pedrisco o tormenta fuerte, la serora repicaba la campana grande hasta que la nube pasaba y el párroco si se encontraba en casa, salía revestido al pórtico y rezaba el conjuro, al mismo tiempo que en los caseríos se encendía la vela, se quemaba el laurel y se rezaba: Jaungoiko Santua, Jaungoiko fortitza, Jaungoiko illezkorra, gaitz guztietatik, libra gaitzazu Jauna (tres veces).

En San Martín de Unx (N) lo mismo que en Ajuria y Abadiño (B) los sacerdotes salían al exterior a conjurar los nublados. Se bandeaban las campanas de la iglesia con fin protector, con golpes tristes como a muerto.

En Bidania (G) en el segundo decenio del siglo XX cuando se desencadenaba una tormenta y amenazaba pedrisco, un sacerdote revestido de sobrepelliz y estola morada, hacía el conjuro desde el pórtico de la iglesia. Además todos los días después de la misa conventual, se hacía el mismo conjuro en el tiempo que mediaba entre el 3 de mayo y el 14 de septiembre. Durante el conjuro, el sacristán tocaba las campanas de la iglesia. Entretanto, en las casas encendían una vela bendita, y echaban al fuego hojas de laurel bendecido el día de Ramos. Algunos iban a la iglesia a rezar las letanías de la Virgen[1]. Una costumbre similar fue recogida en la misma época en Zegama (G)[2].

En Allo (N) para preservar los campos y las casas de los estragos de la tormenta, en la iglesia había un repique especial de campanas que cada día, desde la Cruz de mayo a la Cruz de septiembre, se tocaba al tiempo de las oraciones; era conocido como el tentenublo. En tiempos pasados, alguno de los clérigos que servían en la parroquia salía al exterior y desafiando la tormenta, leía los exorcismos conjuradores del nublado. La iglesia anterior a la actual tenía su “conjuratorio” situado encima del pórtico, desde donde se leían estas oraciones.

En Berastegi (G), en tiempos, el cura acudía a la iglesia a practicar el conjuro, al igual que en Lezaun (N). También en Urzainki (N) se leía el libro de los conjuros.

Según Barandiaran en muchos sitios se decía que para aplacar al genio del rayo o de la tormenta el último y el más eficaz recurso consistía en que el cura que hiciese el conjuro lanzase al aire un zapato de su pie. El zapato desaparecía, pero el nublado también se alejaba[3]. A comienzos del siglo XX Azkue recogió testimonios similares en Arratia, Durango, Elorrio, Ermua, Lekeitio y Otxandio (B)[4].

Pero esta práctica de hacer conjuros no era tarea exclusiva de los sacerdotes. El mismo Barandiaran recogió de boca de un vecino de Orendain (G) este conjuro dirigido contra un nublado: Carga Murumendi, pasar Orendain’di, descarga Gorrimendi. Orendain es el pueblo para el cual se pedía protección; Gorrimendi es monte de Gorriti donde Odei puede descargar su furia[5].

En Moreda (A) cuando había tormenta se sacaban a la puerta de la iglesia las reliquias de las patronas de la localidad: Santas Nunilo y Alodia. Aún es costumbre sacar a ventanas y balcones una fotografía ampliada de los bustos de dichas vírgenes, que se distribuyó por la mayoría de las casas en la primera mitad del siglo XX.

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En Sangüesa (N) recuerdan el caso de una mujer que cuando había tormenta se colocaba en la puerta de la casa y no paraba de tocar una campanilla hasta que la tormenta se alejase.

En Artajona (N) en algunas casas se conservaban dos campanillitas de distinto tamaño, que las habían llevado de Loreto (localidad italiana que conserva la tradición del traslado de la casa de la Virgen). En los momentos de nublado, la más pequeña de la casa tomaba la campanilla pequeña e iba tocándola por todas las habitaciones para conjurar la tormenta y evitar la entrada de rayos. En San Martín de Unx (N) también se hacía sonar por las habitaciones la “campanilla de Loreto”. Esta costumbre de tocar una campanilla también se mantenía en los años setenta en Urzainki (N).

A principios del siglo XX en Añes (A), desde la fiesta de la Cruz de mayo a la de septiembre, corría de casa en casa una crucecita, y el que la tenía en su poder el día de tormenta tocaba a Tente nube. Este toque de las campanas se acomodaba al compás de los siguientes versos que cantaban los niños:

Tente nube, tente tú,
que Dios puede más que tú,
si eres agua, ven acá,
si eres piedra, vete allá,
siete leguas de Miranda,
y otras tantas más allá[6].

En Oiartzun (G) a principios del siglo XX se acostumbraba conjurar las tormentas: era costumbre tañer las campanas cuando a primera hora de la tarde se aproximaba una granizada, arriya, o cuando tronaba fuerte. Así mismo desde la Cruz de Mayo hasta la de septiembre, por la mañana, al ángelus del alba, se añadía un toque que correspondía al conjuro.


 
  1. Ramón de MENDIZABAL. “La religiosidad del pueblo. Bidania” in AEF, IV (1924) p. 85.
  2. José Andrés GORROCHATEGUI y José Antonio ARACAMA. “La religiosidad del pueblo. Zegama” in AEF, I (1921) p. 109.
  3. José Miguel de BARANDIARAN. Diccionario Ilustrado de Mitología Vasca. Bilbao: 1972, p. 186.
  4. Resurrección Mª de AZKUE. Euskalerriaren Yakintza. Tomo I. Madrid: 1935, p. 170.
  5. José Miguel de BARANDIARAN. Diccionario Ilustrado de Mitología Vasca. Bilbao: 1972, pp. 186-187.
  6. Andrés de AGUIRRE. “Creencias. Añes” in AEF, I (1921) p. 113.