Responsos en el periodo de luto
Si bien la sepultura familiar era atendida permanentemente, las ofrendas de dinero en ella tenían lugar sobre todo durante el periodo de luto.
Los responsos se rezaban especialmente después de la misa mayor de los domingos y de los días festivos más señalados. En algunas localidades, como luego se indicará, ha existido la práctica de sacar responsos en determinados días de la semana o del mes.
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En días festivos
En Ataun (G), todos los domingos durante un año rezaba el sacerdote responsos en la sepultura de la familia del difunto. Se rezaban también el día de Animas y en el cabo de año. El día del santo del finadó encargaba la familia de éste se rezasen muchos[1].
En Zerain (G), la ofrenda de responsos en la sepultura era una obligación de la familia, etxeko obligazioa, por lo menos mientras duraba el luto, gutxienez oialbeltza sepulturan zegon denboran. Durante este tiempo, en la misa mayor de los do- mingos, las mujeres de la casa sacaban los responsos en sus sepulturas y las vecinas aportaban las acostumbradas limosnas, artu-emana. Después de misa el cura revestido de alba y estola y acompañado del monaguillo que portaba la cruz se acercaba a la sepultura familiar; la seño- ra de la casa retiraba el reclinatorio y se ponía en pie; en esta postura, iba depositando las monedas en el bonete del cura y besaba su estola al terminar el rezo de cada responso. Hacía saber cuál era la última entrega cuando tomaba nuevamente el reclinatorio y se arrodillaba en él. Era obligación el sacar al menos tres responsos los domingos, fiestas y medias fiestas.
En Ezkio (G) se rezaban responsos ante las sepulturas de la iglesia los domingos y días festivos. Las mujeres besaban la estola del sacerdote y depositaban las monedas en un saquito, sakutxo, que portaba el sacristán.
En Elosua (G) se activaba la sepultura familiar hasta pasar la celebración del aniversario, urteburu-meza, que tenía lugar a los 14 meses del fallecimiento. Durante este tiempo se tenía por obligación, además de asistir a la misa de los domingos, encender las velas de la sepultura y sacar el responso. Terminada la misa, el sacerdote iba a aquellas sepulturas que mantenían las luces encendidas y rezaba los responsos.
En Beasain y Bidegoian (G), al finalizar la misa mayor, meza nagusia, el sacerdote acompañado de la serora iba recorriendo las sepulturas de la iglesia que tenían cera encendida, lo que indicaba que había fallecido durante el año algún miembro de la casa. La serora tomaba las monedas que había sobre el paño de cada una de ellas y las iba depositando en el bonete del cura. La señora de la casa a la que pertenecía la sepultura permanecía en ella hasta que el sacerdote terminaba de rezar los responsos.
En Hondarribia (G), las mujeres, tanto en los aniversarios como en los días destinados a misas de responso, en el momento del ofertorio, al igual que el día del funeral, se acercaban delante del presbiterio y después de besar el manípulo al sacerdote ofrendaban dinero en la bandeja del acólito o sacristán que estaba junto a él.
En Abadiano (B), los domingos y días festivos, durante los dos años de luto, antes de comenzar la misa, los de la casa, vecinos y gente del pueblo echaban monedas sobre el tapete que cubría la sepultura. Al finalizar el oficio religioso, las monedas se iban depositando en el bonete del sacerdote a medida que iba rezando un responso por cada limosna.
En Gorozika y en Zeanuri (B), todos los do- mingos en la misa mayor cada familia echaba dinero en su sepultura para que el sacerdote rezase responsos en ella. Además todas las mujeres que acudían a la iglesia aportaban dinero para responsos en la sepultura de luto reciente.
En Orozko (B), todos los domingos cada familia echaba dinero para responsos en su propia sepultura; en los aniversarios, crimen ondraegunetan, también en la sepultura a la que correspondiera la conmemoración. Al final de la misa mayor el sacerdote recorría las sepulturas recogiendo el dinero y rezando los responsos correspondientes. Algunas madres de familia dejaban a sus hijas al frente de la sepultura para que la asistieran hasta la terminación de los rezos que resultaban muy largos. En la última etapa de esta práctica, en la década de los cincuenta y hasta su abolición en los sesenta, el sacerdote recogía el dinero de las sepulturas y rezaba los responsos a lo largo de la semana.
En este mismo Valle vizcaino, Barandiarán recogió la costumbre de colocar unas monedas sobre el ataúd o el túmulo durante la función de honras y aniversarios[2].
En Aoiz (N), después de la misa mayor, el sacerdote rezaba responsos ante las fuesas de la iglesia que estaban iluminadas. Al finalizar el rezo, las mujeres besaban la estola del cura y depositaban una limosna en el bonete.
En Améscoa (N), los días de fiesta, al final de la misa mayor, bajaba el sacerdote al centro de la iglesia y cantaba un responso. A continuación iba recorriendo las distintas sepulturas que tenían encendida la vela para que rezara el responso[3].
En Amézaga de Zuya (A), en la misa mayor de los domingos un sacerdote bajaba del altar y recorría las sepulturas. Cada vez que le depositaban una moneda en el bonete rezaba un responso en la sepultura correspondiente y a su terminación la mujer le besaba la estola.
En Narvaja (A), al tiempo de la misa o durante las vísperas que se rezaban los domingos antes del rosario, la mujer que deseaba que el cura rezara un responso en su sepultura encendía las velas de ésta en señal de su deseo; una vez acabada la misa o las vísperas, el cura acudía a la sepultura y rezaba uno o varios paternoster en función de la limosna entregada.
En Bernedo (A), todos los días festivos, después de las vísperas y rosario de la tarde, el sacerdote se acercaba a las sepulturas de las familias que estaban en periodo de luto y ante ellas rezaba responsos, al tiempo que los familiares y asistentes echaban dinero en el bonete que sostenía el monaguillo. Esta misma costumbre se ha registrado en Lagrán y San Román de San Millán (A).
En Salcedo (A), en los años veinte, con el término «de cuerpo presente» se indicaba el año de luto. Durante este tiempo se rezaban tres responsos los días de fiesta después de las vísperas, siempre ante la sepultura familiar que mantenía sus hachas y velas encendidas[4].
En Soscaño-Carranza (B), en la década de los veinte, el rezo de responsos duraba todo el tiempo que se mantenía activada la sepultura, de uno a tres años. Los domingos y días de fiesta se rezaban tres responsos[5]. A la hora de rezarlos, el cura empezaba por aquellas sepulturas que tenían fallecidos más recientes.
En días feriales
En Orozko (B), por los anos veinte, se recogió una costumbre denominada eleizkargua, consistente en ciertas oraciones y responsos rezados por determinado tiempo; un año para los funerales de primera clase y medio año para los de segunda[6].
En Galarreta y Otazu (A), por esta misma década, estaba en uso el «añal». Consistía en que el cura rezase diariamente, durante un ano, un responso en sufragio del alma del difunto después de la misa.
También en Izal (N) durante el «añal», al finalizar la misa, el cura con el sacristán se colocaba en el centro de la iglesia para rezar el responso.
En Ezkurra (N), dentro del año, después de la defunción se rezaban diariamente responsos ante la sepultura familiar de la iglesia[7].
En Artajona y Mélida (N), durante un año, en la misa diaria de la mañana, rezaba el sacerdote al final de la misma un responso en la fuesa de la familia del difunto. También se rezaban responsos en los aniversarios del fallecimiento. Este hecho es uno de los pocos recuerdos que quedan en Mélida hoy en día (1990) en torno a la existencia de las sepulturas en la iglesia.
En Monreal (N), hasta finales de los anos cincuenta, los responsos se rezaban ante las fuesas familiares. Mientras el sacerdote rezaba, una mujer de la familia del difunto permanecía en pie y depositaba el dinero en el canastillo. Cuando concluía, la mujer se arrodillaba y el cura pasaba a rezar ante otra fuesa. A partir de aquella fecha el sacerdote rezaba los responsos en el centro de la iglesia permaneciendo las mujeres en sus fuesas.
En Sangüesa (N) se rezaban al finalizar las misas de los días de labor. Bajaba el sacerdote al pie del altar y las mujeres acudían allí depositando el dinero en su bonete.
En Lekunberri (N), el rezo de responsos tenía lugar después de las misas que se encargaban por el alma del difunto. Un familiar acudía a la fuesa representando a la casa durante estos rezos; en su defecto lo hacía la serora, segorea.
En Durango (B), tras finalizar la misa encargada en sufragio de un fallecido, el sacerdote se acercaba a la sepultura colectiva ante la cual se colocaban los familiares y comenzaba a rezar los responsos. El monaguillo recogía en un cestillo las monedas depositadas sobre el paño de la sepultura.
En Bermeo (B), el día de la semana destinado al rezo de responsos era el sábado tras la misa de las 9 h. de la mañana. Se rezaban por el recién fallecido ante la sepultura colectiva. También el primer domingo de cada mes se cantaba un responso, errespontsue, ante esta sepultura.
En Zerain (G), hasta 1950, los lunes al terminar la misa el sacerdote pasaba por todas las sepulturas rezando responsos al tiempo que las campanas tocaban a muerto. A este toque se le denominaba astelen-kanpaia (campana de lunes).
En Hondarribia (G), los días de la semana destinados al rezo de responsos eran los lunes y miércoles.
En Zeanuri (B), hasta los años sesenta, se encendían las sepulturas familiares, además de los domingos y días festivos, todos los lunes, miércoles y viernes en la misa parroquial de las nueve de la mañana. Durante el tiempo de luto, y en especial los lunes, asistía a la sepultura una mujer de la casa ofrendando algún dinero para responsos que el sacerdote rezaba después de la misa. Cuando los familiares no podían acudir encargaban a la serora que hiciera sus veces.
- ↑ AEF, III (1923) p. 122.
- ↑ LEF.
- ↑ Luciano LAPUENTE. “Estudio etnografico de Améscoa” in CEEN, III (1971) p. 147.
- ↑ AEF, III (1923) p. 53.
- ↑ AEF, III (1923) p. 4.
- ↑ LEF.
- ↑ José Miguel de BARANDIARAN. “Contribución al estudio etngráfico del pueblo de Ezkurra. Notas iniciales” in AEF, XXXV (1988-1989) p. 60.