Una vez en casa se procede a limpiar las olivas de las oliveñas (hojas que han caído al canasto procedentes de la labor de ordeño del olivo) y de los ramilletes utilizando un curioso artilugio de madera llamado zaranda, también usado en amplias zonas de Navarra. A esta operación llamaban en Viana (N) “airear la oliva”. Este aparato es una especie de criba, de más de dos metros de larga, compuesta por tablitas en forma de raíles con aberturas entre unos y otros. Se coloca en posición inclinada apoyada por un extremo en el suelo y por el otro sujeta con unas tablas o calzos de madera, y sirve para separar unas y otras, una vez se han volcado a ella los cestos con el producto. Para este procedimiento se necesitan dos personas, una que lo eche y otra apoyada de rodillas en el suelo que vaya retirando las oliveñas y ramilletes que logren caer hasta abajo (en Viana tarrastrañas).
Mas hoy, con el sistema de funcionamiento del nuevo trujal de aceite, inaugurado en la campaña del 2002, ya no se precisa limpiar la oliva en casa. Solamente se retiran los ramilletes mayores con la mano. Las zarandas ya son pieza de museo.
Una vez limpias las olivas se tenían en las bajeras de las propias casas. Después de tenerlas arropadas entre quince días y un mes, para que sudaran, se llevaban a los trujales particulares, en donde se verificaba la operación de trujalear, en los que el ruejo o muelas de moler eran movidos por caballerías. En Oteiza de la Solana (N) el arropado se hacía mediante el cubrimiento con mantas y ropas viejas favoreciendo de este modo el proceso de fermentación, de modo que en ocasiones la oliva llegaba a la molturación iniciado ya el proceso de su descomposición.