Hemos visto que una de las formas de limitar la propiedad es la colocación de muros de piedra y vallados o setos, si bien la existencia de esos cercados obedece más a razones como la protección de los cultivos de la incursión del ganado. El método más común y extendido de deslindar propiedades es amojonar el terreno o el monte en cuestión, pero también existen otros sistemas de indicar la distinta titularidad de piezas contiguas.
Ya en los años 1920 constató Barandiaran que era general en Vasconia el uso de piedras empotradas en el suelo para marcar los límites de un terreno de propiedad privada o comunal[1]. Si bien el concepto es el mismo, distinguimos entre las señales utilizadas para deslindar propiedades particulares y los llamados mojones de jurisdicción que sirven para marcar límites de términos municipales colindantes. A continuación ofrecemos los datos recogidos en las localidades encuestadas.
En Ataun (G), según consignó Barandiaran en los años 1920, los mojones, mugarriak, asomaban en el suelo en una medida que variaba entre 0.20 m y 1.50 m. Los más eran naturales, sin modificación artificial; algunos había, sin embargo, labrados en forma de prisma rectangular, sobre todo los del monte comunal. Al colocar un mojón, ponían debajo trozos de teja y carbón, hallándose presentes las partes interesadas y dos hombres que hacían de testigos. Cuando se quería saber si una piedra era o no mojón que marcaba los límites de dos propiedades, la sacaban y veían si debajo había o no carbón y teja, hallándose presentes también en esta operación dos testigos, además de las partes interesadas. Los datos recogidos en Oiartzun (G) son similares.
Para la zona atlántica vasco-navarra Julio Caro Baroja señaló que una tierra cultivada, landa, posee siempre mojoneras de piedra, con una teja rota, como testigo, a los dos lados de tales mojoneras, mugarriak. A doce pulgadas, hatzbetiak, a ambos lados del mojón se traza el ancho del sendero entre dos propiedades, bidaxka[2].
En Abadiño (B) señalan que los mojones, mugarriak, marcan los límites de los terrenos de un determinado dueño. Para colocar el mojón, se cava y en el hueco se pone un trozo de teja y un pedazo de carbón, encima la piedra que hace de mojón. La piedra se talla en la parte superior con una raya o un ángulo que señala la dirección que marca el límite. El carbón y la teja son los símbolos que dan a la piedra la consideración de mojón. Los mojones antiguos son de piedra. Cuando hay que colocar o remover alguno han de dar su conformidad los dueños de los terrenos colindantes.
En Amorebieta-Etxano (B) se ha recogido que los mojones son de piedra o de cemento y son las señales de valor jurídico, indicadoras de los límites entre fincas. Sepultados en torno al medio metro de profundidad, tienen como testigos trozos de teja y de carbón vegetal. Para la remoción de un mojón han de estar presentes los propietarios de los terrenos colindantes.
En Bedarona (B) el alcance de la propiedad de fincas y bosques particulares se delimita mediante mojones. Estos son unas piedras alargadas rectangulares que se colocan donde comienza la propiedad o el bosque y donde acaba. Si hay un cruce de tres propiedades, se colocan tres piedras, una central y otras dos a los costados. En la línea de la munjonera no se planta nada y los dueños deciden a qué distancia de ella se podrán plantar árboles. Los mojones siempre tienen que colocarse en presencia de testigos, debajo se ponen trozos de teja. Las piedras se acarrean del barrio de Ogella, se eligen entre las rocas de la orilla.
En Gautegiz Arteaga (B) para los mojones se han recogido las denominaciones mujoiek y munarrijek. Debajo del mojón, como testigo, se introducía una teja o un trozo de carbón, tellie edo iketz zatije. Se solían poner en presencia de testigos y eran inamovibles. El informante recuerda que a veces también se colocaban dos piedras inclinadas para marcar las direcciones de dos propiedades colindantes. En esta localidad donde muchos montes e incluso heredades están en la ladera del monte Ereñozar, muy rocoso, el mojón o límite se marcaba trazando una cruz vertical u horizontal en la peña, hatxetan kurtzie, cruz que se grababa a cincel y martillo.
En Zamudio (B) para amojonar se reunían los propietarios linderos con algún testigo. En la linde se hacía un agujero y en él se introducían tejas y un trozo de carbón, harri iketza, y sobre ellos se colocaba el mojón, munarrie.
En Orozko (B) generalmente se usan piedras para demarcar los límites de los terrenos. Estas piedras o mojones se colocan empotradas en el suelo, depositando debajo carbón vegetal o cascos de teja. Junto a cada mojón se introduce otra piedra que llaman testigue (testigo), cuya altura llega aproximadamente hasta la mitad de aquel. Al acto de colocación de un mojón asisten los interesados. Al revisarlo, lo mismo que al reponerlo, se llevan además dos testigos.
En Urduliz (B) los mojones, munarriak, solían ser de piedra arenisca, hareharria, y eran indicadores de los límites de la finca. Debajo se enterraban cascotes de teja, tella-kaskuak, como testigo, por si se planteaba alguna disputa, pues a veces desaparecían los mojones y había quienes se aprovechaban de ello para ganar algo de terreno a costa del vecino.
En Beasain (G) los mojones, mugarriak, que se utilizan desde siempre para deslindar las heredades de un caserío con las de otro, son de piedra. Su sección es generalmente rectangular de unos 25 x 20 cm de lado, por una altura de unos 60 cm, de los que la mitad está enterrada en el suelo. Cuando se hace el agujero en la tierra, antes de colocar el mojón se depositan en el fondo los denominados testigos, que consisten en unos cuantos cascos de teja, teila-puskak, más antiguamente trozos de carbón vegetal, egurikatza, y luego se sujeta cubriendo la parte inferior con la tierra bien compacta. En Berastegi (G) los mojones, mugarriak, son de piedra, de unos 12 cm de cuadro.
En Hondarribia (G) algunos siguen poniendo testigos bajo los mojones, tales como un trozo de teja, o de carbón, o de azulejo. Hay quien varía la clase y la cantidad, por ejemplo en uno coloca un trozo de azulejo y otro de carbón; en el siguiente, trozos de azulejo, carbón y teja; en un tercero dos de azulejo y uno de teja. Se anotan los datos para realizar la comprobación si surgen dudas o problemas.
En Elgoibar (G) se ha constatado que los mojones, mugarriak, se colocan en los lindes de los terrenos para delimitar la propiedad. Los hay fabricados especialmente por el cantero del pueblo para prepararlos con señales en la parte superior y puestos cada uno a una distancia fija. También nos encontramos con aquellos que son más modestos, una simple piedra caliza junto con otra más pequeña que sirva de testigo. Los informantes indican que antes cada vecino sabía perfectamente hasta dónde llegaban sus propiedades, porque sus mayores se preocuparon de que lo supieran y cuidaban los mojones limpiando la hierba o la maleza que crecía alrededor, cosa que ahora los jóvenes a menudo desconocen.
En Telleriarte (G) también se colocan mojones, mugarriek, para marcar los límites entre fincas. Consisten en unas piedras largas que sobresalen; debajo, como testigo se ponen tres o cuatro trozos de teja.
En Ajangiz, Ajuria y Nabarniz (B) las heredades y los montes donde acaba la propiedad de una casa están limitadas por un mojón, que es una piedra o pieza de cemento picuda introducida en la tierra, al que se conoce con distintos nombres: mujoie, munjonerie o munarrije.
En Abezia (A) el mojón está formado por tres piedras. Con un cincel o una azada se marca una punta en una piedra grande y a su lado se colocan de pie dos más pequeñas llamadas testigos. En Argandoña (A) los mojones eran piedras toscamente labradas, de mediano tamaño, hincadas verticalmente en el terreno, o un pequeño montón de piedras, que se disponían en los vértices de las piezas. En Treviño y La Puebla de Arganzón (A), antiguamente los mojones eran unas simples piedras con alguna marca o señal.
En Bernedo (A) las fincas tenían cuatro mojones para señalar los límites que, si la parcela era cuadrangular, iban rectos de mojón a mojón. Los cuidaban sus propietarios. En Berganzo (A) para poder delimitar e identificar las fincas colocaban los mojones en los extremos de las parcelas valiéndose de una piedra y un cordel. Las piedras las tomaban de las orillas del río Inglares.
En Ribera Alta (A) tras la concentración parcelaria todas las fincas pasan a estar delimitadas por cuatro mojones colocados en los cuatro vértices. En algunos casos, al asignarle a un propietario dos fincas contiguas, ha acabado enterrando los mojones primitivos. El mojón es de hormigón blanco, con forma de un tronco de pirámide cuadrangular. También el monte, propiedad de la junta administrativa, está delimitado con mojones de piedra con igual forma.
En Apodaka (A) antiguamente los mojones consistían en unas piedras hincadas en el suelo. En Pipaón (A) hasta 1975 en que se hizo la concentración parcelaria, todas las fincas tenían sus mojones para marcar los límites de la propiedad, que consistían en unas piedras grandes que sobresalían del terreno.
En Moreda (A) presentan dificultades de colindancia las piezas labradas, destinadas a la siembra de cereales. En estos casos unas piedras hincadas en sus extremos sirven de mojones o señalamiento de lindes. Son piedras rectangulares, u otras que se tengan a mano, a veces pintadas con cal, que se hincan verticalmente en las orillas.
En Améscoa (N) los mojones eran unas piedras alargadas que se clavaban en el suelo. Llevaban en la parte superior, en la cabeza, una cruz. Según una informante se hacía todo lo posible para encontrar una piedra que tuviera incrustado un calbarro, un fósil. Metidas en tierra, al pie del mojón, colocaban unas piedrecitas a las que llamaban testigos.
En Aoiz (N) como mojones se empleaban piedras de forma longitudinal que se clavaban en los extremos del campo. También podían ser grandes piedras planas. Solían verse asimismo pequeños amontonamientos piramidales de cantos de río procedentes de este suelo, propio de terraza. En Cárcar (N) un amontonamiento de piedra o grandes piedras colocados en las esquinas de las parcelas han servido de mojones. En Muez (Valle de Guesálaz) y Ugar (Valle de Yerri) (N) las piezas están delimitadas por mojones de piedra en las mugas de los campos colindantes. En Valtierra (N) dicen también que las tierras se marcan con mojones, de piedra o de cemento, que señalan los límites de cada propiedad.
En Obanos (N), en otro tiempo, cada parcela estaba marcada por mojones. La expresión utilizada era “vamos a mojonar las fincas”. Consistía en poner en los límites una piedra corriente, hincada, de las que afloran en el campo, que mientras se trabajaba con caballerías no hacía falta que fuera muy grande, pero al utilizar el tractor, como se remueve más la tierra, tenía que estar hundida más profundamente.
En San Martín de Unx (N) una costumbre en boga en 1980 era señalar la propiedad con trozos de vigueta hincados en el suelo, lo que indica que el hombre se ha valido de los materiales al alcance de su mano para amojonar[3].
En el Valle de Roncal (N) (Ustárroz, Isaba y Urzainqui) los terrenos se delimitaban con mojones, mugarriak o harri-mugak, y mediante veídos, es decir, visitas de los propietarios colindantes y la tercera parte oficial para inscribirlo en el abolengo de cartas de propiedad con la expresión “junto a...” o “cercano a...”.
Un caso particular lo constituyen los terrenos comunales aunque el procedimiento de amojonar es el mismo. En Otxandio (B) señalan que los mojones de los terrenos comunales son muy grandes. Así en el término llamado Azpikoarri hay una piedra terminal de arenisca que mide 2.70 m de altura sobre el suelo por 0.90 de ancho y 0.40 de grueso; y en Mugarriaundi existe otra, también de arenisca, cuya altura sobre el suelo es de dos metros. En la Sierra de Andia (N) la muga que separa los campos comunales de pastos con los de otros municipios se ha construido a base de grandes lajas de piedra sin argamasa.
En Viana (N) se ha constatado una costumbre distinta porque rara vez ponían mojones de piedra entre las fincas de los particulares, únicamente se hacía en lugares discutidos o problemáticos, como los derechos a paso, y entonces colocaban una piedra cualquiera. Asimismo, los particulares mojonaban notarial-mente algunas propiedades importantes, o términos redondos, como las del monasterio benedictino de Santa María de Nájera en Viana, junto al Ebro, y en ellas “se puso un mojón con letras góticas que decía Nájera”.
Interés particular ofrece el mojón centrical o artamugarria que se colocaba en medio del sel, korta o saroia que era un espacio en el monte donde el ganado podía pastar libremente, si bien luego los seles pasaron a ser propiedades privadas dentro de un entorno de uso comunal. Sobre este asunto escribió el historiador Iturriza y ha sido objeto de estudio por nuestra parte en otro volumen de este Atlas etnográfico. Como se ha descrito que se hacía en la colocación de mojones en las fincas también bajo ese mojón central se ponían un trozo de teja y cenizas de carbón vegetal.
Un aspecto importante en relación con los mojones es la remoción de los mismos. Nuestras encuestas de campo han consignado que su trasplante fraudulento tiene la consideración de falta muy grave y puede ser considerado fuente de litigios. A modo de ejemplo se aporta el testimonio de Abezia (A) donde los informantes han señalado que las discusiones a la hora de fijar los límites de propiedad son muy frecuentes porque siempre hay personas que buscan apropiarse de lo que no les pertenece cambiando la ubicación de los mojones, modificando los surcos, etc. En algunas localidades encuestadas señalan que para cambiar de lugar los mojones aprovechaban los días de niebla, sobre todo en terrenos pertenecientes a casas donde vivía gente mayor. De estos casos se ha hecho eco la conciencia popular, castigando severamente a sus autores.
A este propósito, a comienzos de 1920, Barandiaran recogió dos leyendas sobre aparecidos:
La primera corresponde a un vecino de Ataun (G) que relató que en cierta ocasión un navarro cambió de sitio el mojón de Irumugata (divisorio de los términos de Ataun, Bakaikoa y Etxarri-Aranaz). Cuando murió andaba por los contornos de Irumugata clamando: “Irumugatako mugarria, / nere animaen galgarria. / Nun sar, nun sar!” (De Irumugata el mojón, / de mi alma la perdición. / ¡Dónde meterlo, dónde!). Y una vez otro navarro le respondió: “Atea dean tokian sar zak” (Mételo donde lo has sacado).
La segunda fue recogida de boca de un vecino de Oiartzun (G), según el cual un pastor de Aranaz (N) oía en la montaña todas las noches estas palabras: “Nun sartuko dut nik mugarri hau?” (¿Dónde meteré yo este mojón?). Una vez contestó el pastor: “Sartu zak atera duken tokian” (Mételo donde lo has sacado). En adelante no volvió a oírse la misteriosa voz.
- ↑ José Miguel de BARANDIARAN. El mundo en la mente popular vasca. Zarauz: 1960, p. 154.
- ↑ Julio CARO BAROJA. “Un estudio de tecnología rural” in CEEN, I (1969) p. 218.
- ↑ Costumbre que no es nueva. En el Camino Viejo a Santa Zita, una antigua estela fue utilizada como mojón. Véase F. J. ZUBIAUR. “Nuevas estelas discoideas de San Martín de Unx” in CEEN, IX (1977) pp. 276-277.