La nata
A la leche en reposo se le forma encima una capa de sustancia grasa que llamamos nata. Tradicionalmente, de no tomarse con la misma leche, ha sido destinada con pan y azúcar a merienda de los niños (ocasionalmente el pan se tostaba). También se ha empleado en repostería casera para preparar pasteles, bizcochos, galletas, tartas, etc. y en la elaboración de mantequilla, en este caso nata de leche sin cocer. Recientemente ha comenzado también a hacerse «chantillí» o nata montada. En algunos lugares como Goizueta (N), antaño se tomaba con talo.
Son pocos los lugares donde no se consume, pero donde ocurre, como en Lezaun (N), se echa a los cerdos y gallinas.
En general se considera un producto muy alimenticio, afirmándose en San Román de San Millán que «cuanta más gruesa es la nata, mejor la leche». Por contra, en Obanos (N), algunos estiman que no es buena para la salud.
Antaño se recogía a diario en un tazón, pero no podía acumularse más de 3 ó 4 días porque se perdía. En Carranza (B), los ganaderos de origen pasiego introdujeron la costumbre de almacenarla en cubíos o huecos naturales en la roca. De ordinario consistían en pequeñas cavidades de forma rectangular, próximas a manantiales, que se habilitaban cubriendo sus paredes y techo con lajas. De esta forma conseguían mantener frescas las natas durante más días. En dicha localidad quedan todavía topónimos que hacen referencia a esta costumbre.
Hoy en día, gracias a los frigoríficos, se puede prolongar la conservación de la nata, siendo corriente guardar la que se va formando a lo largo de la semana para elaborar postres.
A la nata también se le llama en español manteca. En euskera recibe distintos nombres: esnega(i)ñ/esne ge(i)ñ, denominación más extendida y gipur (Busturia-B); bits o esne-ganeko bits a la nata reciente y tela a la nata sólida (Zeanuri-B).