Sobre la significación atribuida a los ramos y coronas de flores que se llevan en los entierros y funerales, en muchas localidades se ha recogido que se trata de testimonios de afecto y amistad para con el difunto o su familia. Así, se ha consignado que es un obsequio final al difunto (Amézaga de Zuya-A) o un reconocimiento al finado por parte de familiares o amigos (Pipaón-A). Hay muchos lugares donde señalan que se trata de acciones de recuerdo, muestras de afecto y expresiones de cariño, estima y amistad para con el fallecido (Ribera Alta, Salcedo, Salvatierra, Valdegovía A, Carranza, Portugalete, Orozko-B, Aoiz, Artajona, Goizueta, Izal, Lekunberri, Monreal y Obanos-N). Hay también quienes lo interpretaban como un testimonio de dolor y apoyo moral a los familiares (Mélida-N).
Otras interpretaciones dan una explicación más banal. Porque lo hacen los demás (Amézaga de Zuya-A); por ornato y decoración (Pipaón-A, Beasain-G, Allo-N); como acto o compromiso social (Zerain-G, Mélida-N).
Algunos testimonios aislados atribuyen al hecho un significado más profundo. Simbología con la corona de espinas de Cristo (Eugi-N) e insatisfacción de la realidad que se quiere suplir con algo accidental o externo (San Martín de Unx-N).
En algunas de las localidades encuestadas no le otorgan ningún significado especial al hecho de que al féretro le acompañen ramos y coronas de flores (Abadiano-B, Beasain, Elgoibar y Getaria-G). Hay quienes señalan además que, al menos antes, tuvieron poca aceptación entre la gente del pueblo (Laguardia-A). En algunos lugares señalan que se está abusando de las coronas en los entierros; gráficamente una informante de Ahurti (L) dijo respecto a los excesos cometidos a este respecto: «Cest tout un tralala».