Colgaduras

La costumbre de colgar crespones no se ha limitado al periodo comprendido entre el fallecimiento y el funeral sino que a veces se ha prolongado a ciertas fechas conmemorativas.

En Obanos (N), entre las colgaduras que engalanaban los balcones con motivo de la procesión del Corpus, la vivienda que estaba de luto añadía un crespón negro en el centro. Cuando en esta misma localidad se llevaban las reatas de caballos a la iglesia el día de San Antón, la casa en luto no les ponía cascabeles en los collarones; algunos creen recordar que se les colgaba algo negro, un trapico.

En los domicilios de Eugi (N) en que ocurría una defunción, cuando se engalanaban los balcones los días de procesiones religiosas como la del Corpus, se colgaba en señal de duelo un crespón negro.

En Durango y Gernika (B), el Domingo de Ramos, las familias que estaban de luto ataban un lazo negro a la palma o al ramo de laurel que se llevaba a la iglesia. Después de la procesión era habitual colgarlo en el balcón, los afectados por el duelo con el lazo atado.

La costumbre de poner un distintivo de luto en las colgaduras de los balcones con ocasión de procesiones solemnes se ha constatado además en Zeanuri (B), Getaria (G), Allo, Aoiz, Mélida, San Martín de Unx, Sangüesa y Viana (N). Las fiestas en las que se sacaban al balcón estas colgaduras eran el Corpus Christi en Getaria, Mélida y San Martín de Unx y las fiestas patronales en Mélida. En Obanos (N) también se ponían en Semana Santa. La colgadura podía ser un cubrecama (Ano), un estandarte o mantón (Mélida) o la bandera española (Sangüesa). Sobre estas colgaduras se colocaba un cirio o un lazo negro en Getaria; en Allo, Aoiz, Obanos, San Martín de Unx y Viana un crespón negro y en Mélida y Zeanuri una mantilla negra.

Marca de duelo de la casa. Hondarribia (G), 1990. Fuente: Antxon Aguirre, Grupos Etniker Euskalerria.

En Aoiz (N) se ponían en algunos casos crespones negros en las puertas.

En Sangüesa (N), otro signo de luto consistía en poner en la entrada de la casa, con motivo de una procesión pública, un banco con candelas encendidas.

En Otazu y Mendiola (A) se mantenía cierto tiempo en la entrada de la casa en duelo una mesa cubierta con un paño negro y con dos candelabros a ambos lados de un crucifijo.

En Ezpeize-Undüreiñe y Liginaga (Z) se ponía un crespón negro o se tapaba con un paño negro la cruz hecha con espigas de trigo o flores que se colocaba en la puerta de entrada a la casa el día de San Juan (24 de junio). En Barkoxe (Z), este mismo día, la familia en duelo confeccionaba una cruz negra o la enlutaba colocando cintas de color violeta.

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Otra forma de manifestar el duelo consistía en retirar las flores de la vivienda. En Apodaca (A) se quitaban todos los tiestos de las ventanas y se llevaban al huerto. Se hacía lo propio con los que estaban junto a la puerta, solamente se dejaban el ramo y las flores de San Juan en el dintel.

En Bujanda (A), igualmente, se quitaban todas las plantas de balcones y ventanas y hasta de la misma casa, llevándolas a una huerta, o bien se arrancaban, porque a quien no procedía así se le tachaba de tener poco sentimiento[1].

En Allo (N), si el difunto era joven se retiraban las macetas de balcones y ventanas, lo mismo que los floreros decorativos del interior de la casa.

En Carranza (B) también ha sido costumbre observada en algunas casas quitar las flores de todos los recintos de la vivienda el día de la defunción.


 
  1. José IÑIGO IRIGOYEN. Folklore alavés. Vitoria, 1949, p. 38.