Conservación e indivisión del patrimonio familiar
Con carácter general se ha señalado que ha sido raro que las familias sacaran a la venta o se desprendieran del patrimonio, entendido éste como la casa y sus pertenecidos.
En Sara (L), según recogió Barandiaran en los años cuarenta, era vieja costumbre mantener íntegra la casa en los casos de sucesión hereditaria. El dominio debía quedar indiviso y siempre adscrito a la misma familia. No estaba bien vista la venta de una casa que venía ligada, por tradición, a una familia. En Liginaga (Z), en caso de sucesión, el dominio de la casa y de sus pertenecidos pasaba indiviso al heredero.
En nuestras actuales encuestas también se ha consignado que está mal vista la enajenación de bienes patrimoniales recibidos por herencia o de bienes dotales y se evita que pasen a manos extrañas a la familia. Así lo han señalado en Amorebieta-Etxano, Trapagaran (B); Berastegi, Elgoibar, Elosua, Orexa, Zerain (G); Elorz, Goizueta, Mezkiritz, Obanos, Urzainki y Valle de Roncal (N).
En Zeanuri (B) la casa con sus pertenecidos, etxaguntzia, se ha considerado como algo indivisible. Es más, tradicionalmente se ha puesto todo el afán en mejorar el patrimonio. Para ello, si se podía, se compraban bosques o heredades confinantes, de forma que ese incremento patrimonial se ha tenido como título de gloria del heredero. Si el patrimonio familiar está constituido por una sola casa con sus heredades y pertenecidos se conoce como etxaguntze bakarra, este patrimonio no se dividía entre los hijos. Permanecía íntegro y se instituía un único heredero. Cuando había varias haciendas, cada una con sus heredades y montes, entonces se hacían repartos, partikuntzek, entre los hijos pero manteniendo íntegra cada unidad de explotación.
En Abezia (A) indican que ni tan siquiera en situaciones críticas se vendía la casa familiar porque en esos casos intervenía un familiar para evitarlo. En Apodaca, Berganzo, Moreda, Pipaón y Valdegovía (A) también se ha constatado que está mal visto vender patrimonio familiar a personas ajenas a la familia.
Se han recogido algunas expresiones utilizadas por los informantes en estas situaciones. En Sara (L) preguntó Barandiaran a un vecino si quería vender la casa, a lo que respondió: “Ene burasoen etxeondoa baita, ez dut saltzen ahal”, “como es casa matriz de mis padres, no la puedo vender”. Otro vecino le dijo: “Etxe bat urratzea ez da ongi ikusten, naiz eta aur asko izan”, “no está bien visto dividir una casa, aun cuando haya muchos hijos”. Una informante de Mezkiritz (N) afirmaba: “Ez da etxea puskatzen eta lurrak ere ez, al bada aunditu”, “no se parten la casa ni las tierras, se incrementan si es posible”. En Busturia (B) en tiempos pasados había una conciencia muy acusada sobre la indivisibilidad patrimonial. Preguntado un informante sobre la cuestión, respondió: “Etxie zatittu? Pentsa be…”, “¿partir la propiedad? ¡Sólo la ocurrencia...!”. En el Valle de Roncal (N) repartir la herencia no se considera cosa buena, se conoce el dicho “casa partida, casa perdida”. A los otros hermanos nunca se les daban tierras para no romper la unidad patrimonial.
En Busturia (B), y en otros muchos lugares, cuando los propietarios venden la casa y sus pertenecidos se utiliza la expresión propiedadea jan (lit.: comerse la propiedad); en Beasain y en Oñati (G) se ha registrado la equivalente baserria jan, comerse el caserío. Para significar algo parecido en Améscoa (N) se ha recogido este refrán: Le ha pasado como a Zarrampuz, / comerse los bienes y sobrarle salud, o este otro dicho popular: Ha hecho de la casa corral. En Luzaide/Valcarlos (N) para tales casos utilizaban la siguiente frase: Saldurik! lanik aisena inik!, ¡Ha hecho lo más fácil, vender!.
A la inversa, la familia se enorgullecía de un antepasado que hubiera incrementado el patrimonio. Por ejemplo, en Elosua (G) se ha recogido la expresión: “Gure aitajaunak jaso zeban etxia”, “nuestro abuelo amplió el patrimonio familiar”. También en Obanos (N) se ha constatado que ha predominado el sentimiento de adquirir sobre el de vender como lo confirma un dicho conocido: Casas las que necesites para vivir, tierras todas las que puedas adquirir. En Mirafuentes y en el Valle de Roncal (N) señalan la obligación que tenía el heredero de conservar y, si podía, mejorar el patrimonio familiar.
La idea de mantener la casa indivisa estaba tan interiorizada que, según se recogió en Sara (L) en los años cuarenta, si los padres morían sin haber dispuesto nada, dos vecinos resolvían cómo debían quedar los hijos. La casa siempre quedaba en manos de uno, sin repartirla, a los otros les señalaban otros bienes o dinero, a cargo de la casa.