Cortinas y alfombras
No es mucha la información que sobre cortinas y alfombras han proporcionado las encuestas, tal vez porque en tiempos pasados, al menos en zona rural, no fue corriente el que se pusieran o, en todo caso, eran de una gran sencillez. Así en Abezia (A) se ha constatado que en tiempos pasados las ventanas no se cubrían con cortinas. Más tarde, comenzaron a colocar estores, sólo en la parte superior.
En Allo (N), las ventanas de las habitaciones –no siempre– se vestían con visillo y estores de hilo o algodón blanquecinos, casi siempre confeccionados en casa. En las ventanas y balcones de las casas acomodadas sí se ponían cortinas y estores blancos, en ocasiones con contracortinas de damasco coloreado para hacerlas resaltar más. En Eugi (N) en las ventanas se ponían cortinas de blonda o bordadas en punto de red hasta el suelo. En Mélida (N) en verano, colgaban en las ventanas cortinas fabricadas con sacos de yute a los que se sacaban flecos. También se ponían visillos y estores, hechos en casa, con bordados de vainica y ganchillo que se habían aprendido en la escuela. Se fijaban mediante unas barras de hierro que llevaban anillas. En Astigarraga (G) las cortinas eran de confección doméstica y en Leintz-Gatzaga (G), algunas casas ponían cortinas en las ventanas.
En Portugalete (B) en las ventanas de las habitaciones y puertas de balcones se colocaban cortinas de etamina, trasparentes, de color blanco o crudo, y de algodón o percal. En la ventana de la cocina se ponían, mediante el sistema de gusana, cortinas de color a cuadros rojos y blancos o azules y blancos.
En Agurain (A), en época reciente, sobre las puertas de los balcones se coloca un armazón que sobresale un poco al que se le llama “galería”, y su terminación es esmerada, lisa o moldurada y barnizada. En una varilla disimulada en su interior, se cuelgan las cortinas que llegan hasta cerca del suelo, o estores si es en las ventanas, además de los visillos de los cristales.
En cuanto a las alfombras, habría que decir algo semejante. En Abezia (A) se ha recogido que en tiempos pasados tampoco había alfombras en las habitaciones, si bien, en ocasiones, colocaban pieles secas de cabras u ovejas para evitar el frío. Los encuestados señalan que cuando tenían la cuadra en el piso inferior las habitaciones no eran frías porque la basura o estiércol desprendía calor; además la madera es cálida.
En el Valle de Zuia (A), en las habitaciones principales, al pie de la cama, se ponía, normalmente en invierno, una alfombra muy sencilla. En las habitaciones inferiores, generalmente las más frías, se ponía un trozo de manta burda o de tela para proteger los pies de la tabla o de la cerámica del suelo. Si las habitaciones estaban sobre la cocina o la cuadra, resultaban más calientes.
En Leintz-Gatzaga (G), en algunas casas una piel de cabra hacía las veces de alfombra; en Berastegi (G) pocas veces había alfombra y, si la había, era la piel de algún cabrito u oveja sacrificado en casa y mandado curtir. En Hondarribia (G) la alfombra estaba confeccionada en el propio caserío y en algún caso ponían la piel de tejón que ellos habían cazado. También en Astigarraga (G) se ha constatado que las alfombras eran de confección casera.
En Mélida (N) las alfombras se podían comprar pero generalmente las hacían las mujeres de la casa. Cogían sacos de yute enteros y los forraban, los cosían por delante y adornaban con punto cruz. Por detrás se cosían sin tanto cuidado con una tela corriente.
En Lezama (B), Zerain (G) y Eugi (N) se ha recogido que en los dormitorios había una sencilla alfombra; en Agurain (A) y Elgoibar (G) a cada lado de la cama se pone una alfombra. En Apodaca (A) resumen bien la penuria de tiempos pasados en este ámbito cuando recuerdan que hasta mediados del siglo XX apenas había cosas para decorar la casa, algún florero y poco más. Hoy día hay cuadros, alfombras y cortinas, según la moda. Modernamente, en todas partes se ponen alfombras y cortinas en los dormitorios y en lugar de bombillas solas en el techo, se colocan hermosas lámparas.