Iniciación en el habito de fumar
Tradicionalmente sólo se ha permitido que un joven fume en la casa y delante de su padre tras regresar del servicio militar. Aunque ésta ha sido la situación más generalizada, en ocasiones el permiso se obtenía a partir de los dieciocho años.
En algunos puntos de Alava (Bernedo, San Román de San Millán, Apodaca, Apellániz) se admitía que un joven comenzase a fumar al entrar a formar parte de una cuadrilla o entrar de mozo, hecho que acaecía hacia los 18 años, cuando empezaba a salir los domingos del pueblo a los bailes y fiestas de fuera y a colaborar en la celebración de la fiesta patronal y Santa Agueda. Al ingresar en la cuadrilla, los demás jóvenes le exigían unos cuartillos de vino y ese día, el mozo solía fumar un puro.
Un joven sólo comienza a fumar delante de su padre cuando éste le da su permiso, y suele consistir en que le ofrezca un cigarro.
Se empieza a fumar por aparentar mayor edad y querer parecerse o imitar a los mayores.
En la actualidad, la edad a la que se permite que un joven fume se ha rebajado, y en general se inicia a partir de los 15 años.
Sin embargo, como ya se señaló, siempre se ha comenzado a fumar con anterioridad a obtener este permiso paterno, haciéndolo a escondidas. Antes era frecuente fumar sucedáneos de tabaco y más recientemente se adquieren cigarros sueltos en alguna tienda, que se comparten entre los miembros del grupo, aprovechándolos al máximo. Cuando alguien fuma un cigarrillo en exclusiva, es abordado por sus amigos que le reclaman la pibi o colilla a la que aún dan varias chupadas.
Los adultos siempre se han creído en la obligación de recriminar al niño que sorprenden fumando; hoy, salvo sus progenitores o parientes próximos, ya nadie le llama la atención.
Aunque los padres han sido conscientes de que sus hijos fuman ocultamente, el permiso para hacerlo se ha retrasado siempre hasta las edades antes señaladas.
Las jóvenes y mujeres nunca han fumado y ha estado mal visto el que lo hiciesen. En cierto sentido, el fumar se ha considerado una señal de masculinidad. Sin embargo, en ocasiones, las niñas se iniciaban en este hábito al igual que sus compañeros de juego con sucedáneos del tabaco, para después dejarlo.
A partir de la década de los cincuenta esta costumbre se ha introducido paulatinamente entre las mujeres incrementándose progresivamente el porcentaje de fumadoras. En general, las muchachas comienzan fumando tabaco rubio, pasando después al negro, que es más económico. No es corriente que las mujeres fumen cigarros puros ni en pipa. En la actualidad, las chicas comienzan a fumar ocultamente a la misma edad que los muchachos.