Limosnas a los pobres
No se ha registrado como costumbre general el reparto de limosnas a los pobres o el invitarles a comer el día del entierro. Sin embargo, en algunas de las localidades encuestadas sí han existido estas costumbres.
En Gamboa (A), los pobres eran invitados al refrigerio de pan y vino denominado la limosna, que tenía lugar tras el entierro. Se cree que el propio nombre se lo debe a esta circunstancia. A los pobres no se les negaba esta refección siempre que rezaran un Padrenuestro por el difunto junto con los otros asistentes.
En Salvatierra (A), las familias pudientes, a la muerte de alguno de sus miembros, acostumbraban repartir dinero a los necesitados de la villa. A tal fin éstos se personaban en el palacio o casa solariega a recibir la limosna. Esta costumbre cayó en desuso por los años veinte.
En algunas localidades de Alava, además de la caridad, consistente en pan y vino, a los mendigos se les daba algunas monedas. Si el muerto era un labrador rico, «suelen dar sus familiares limosna de alguna consideración a la nube de pordioseros que acuden, llegados nadie sabe de dónde. Los mal pensados dicen que estos pordioseros hacen la oración común que es de rigor con esta previa dedicatoria o intención:
- Un Padrenuestro y un Avemaría
- para que se moriría
- un rico de éstos cada día
- y así la caridad no faltaría.
- Padre nuestro, etc.»[1].
En Viana (N), cuando los funerales tenían lugar por la mañana a los pobres se les daba a veces de desayunar. Acudían al entierro los pobres que hubieran pasado por la casa mortuoria donde se les pagaba el jornal. A unos pocos se les entregaba el paño negro para hacerse un traje.
En Heleta (BN), al producirse un fallecimiento, los de la casa mortuoria entregaban un dinero a la iglesia. También daban una cantidad a las religiosas del pueblo y otra al cura para los necesitados, beharrendako.
En Eskiula (Z), al final de la comida funeraria, ezkotia, los vecinos recogían los restos de pan, queso y vino y se los ofrecían a los pobres de la localidad, emutsak, que lo apreciaban mucho.
En otros pueblos de Zuberoa fue también costumbre el día del entierro repartir entre los pobres pan y queso. En Ezpeize-Undüreiñe (Z), los gitanos, bohemiens, acudían a mendigar los días del funeral y la familia del difunto les daba de comer.
- ↑ José IÑIGO IRIGOYEN. Folklore alavés. Vitoria, 1950, p. 39.