Mandas matrimoniales
Similar a la costumbre recogida en otros territorios de firmar las capitulaciones matrimoniales o contrato matrimonial es la recogida en Álava respecto de lo que en este territorio llaman mandas matrimoniales.
Así en Abezia (A) señalan que en las mandas matrimoniales solían incluir las mejoras para el hijo que se quedaba en la casa familiar. En ellas se establecía lo que cada cónyuge aportaba al matrimonio y las obligaciones que debían cumplir a cambio de lo recibido. Se firmaban con la presencia de los padres y los hijos. La herencia se establecía en el testamento y no en las mandas. En Ribera Alta (A) con motivo del casamiento del heredero se realizaban las mandas matrimoniales en las que le donaban la mitad de la casa, la era, las cabañas y algún huerto. En ellas se aludía a una futura donación que sería el “alargue de labranza” que se consolidaba cuando los padres se jubilaban, a cambio el hijo les pagaba una renta.
En Moreda (A) eran escasas las ocasiones en que la sucesión se resolvía por contrato matrimonial y estaba circunscrito a familias pudientes. Las mandas matrimoniales se llevaban a cabo de palabra en la cocina o comedor de la casa de los padres de la novia, un mes o dos antes de celebrarse el matrimonio. Se fijaban las circunstancias y detalles de la boda, además era costumbre darles un olivar, una viña y una finca de cereal para que comenzaran a vivir. Los padres mantenían a los hijos recién casados hasta que recolectaran la primera cosecha durante el primer año. El hombre comía en casa de sus padres y la mujer en la de los suyos, por la noche se juntaban en una u otra casa. Para el año se ponían a vivir en una casa por su cuenta. En las mandas no se hacía elección de heredero.