Ocultación de los escudos

Otro signo de duelo consistía en cubrir con un paño negro el escudo de armas que ostentaban ciertas casas. Este paño se mantenía durante el periodo de luto que era de un año o permanecía hasta que las inclemencias del tiempo lo fueran deteriorando, acabando por desgajarse. En las familias distinguidas, como señal de vínculo del muerto con la casa, se ocultaba su blasón aun cuando el fallecimiento y las exequias hubieran tenido lugar fuera de la localidad.

En las encuestas de los años veinte, esta práctica se constató vigente en Berriz, Soscaño-Carranza (B), Andoain, Ataun, Zegama (G) y Ziga-Baztan (N)[1]. También en las encuestas actuales se ha registrado esta costumbre en Salvatierra (A), Abadiano, Durango, Orozko, Zeanuri (B), Arrasate, Beasain, Hondarribia, Zerain (G), Allo, Obanos y Viana (N).

En Obanos (N), la última que lo colocó fue la casa solar de Musquiz al morir su dueña en la década de los cincuenta, pero la costumbre ya había caído en desuso. En Zerain (G), donde hay pocas casas blasonadas, en los años cincuenta las que tenían escudo seguían con la tradición de cubrirlo mientras durase el luto. En Orozko, Zeanuri (B), Arrasate y Hondarribia (G) se ha conservado hasta tiempos recientes.

En algunas localidades los escudos de armas que lucían las casas rara vez se cubrían al no tener relación sus símbolos heráldicos con las familias que residían en ellas.


 
  1. AEF, III (1923) pp. 43, 4, 103, 115, 108 y 130 respectivamente.