Remedios contra la prolongación de la agonía

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Meza enkomendadua

Cuando la agonía se prolonga desmedidamente ha sido costumbre en algunas localidades de Bizkaia y Gipuzkoa encargar la celebración de una misa para pedir un pronto desenlance. Esta misa se pagaba con el dinero obtenido entre el mayor número posible de vecinos, por lo que cada uno aportaba una pequeña cantidad.

En Urnieta (G), cuando el moribundo llevaba varios días agonizando y no tenía visos de fallecer en breve (illezina), se «sacaban» misas para que el óbito aconteciese lo antes posible. El dinero para dichas misas se recogía de casa en casa por todo el vecindario entre el máximo número de personas que aportaban una cantidad minúscula.

En Zerain (G), hasta la década de 1940-50 si la agonía se alargaba o era dolorosa, la primera vecina recogía entre los vecinos del barrio una limosna para una misa con el fin de que Dios se lo llevara pronto consigo.

Igualmente en Zegama (G) mandaban celebrar una misa con estipendio recogido de limosna para que la muerte sobreviniese sin una larga agonía[1].

En Lemoiz (B) cuando la agonía era lenta, eriotza gogorra, rezaban un rosario en el que participaban hombres y mujeres. En caso de prolongarse varios días, también se ofrecían misas. En Beasain (G), si la agonía era muy larga se «sacaba» una misa para hacerla más llevadera.

En Meñaka (B), cuando se notaba que el enfermo sufría dolores atroces, sus deudos, vecinos o amigos, recogían de limosna en tres pueblos contiguos una cantidad de dinero suficiente para una misa a fin de conseguir de la Virgen, como se decía, que el paciente mejorase o que muriese en breve. Esta misa recibía el nombre de meza enkomendadue[2].

En Zeanuri (B), cuando un enfermo sufre una enfermedad grave sin indicios de mejoría, una persona allegada recoge limosnas entre vecinos y amigos para «sacar» una misa, llamada meza enkomendadue, con la intención de que su estado mejore o, de lo contrario, llegue a su fin: «Geixoak atzera edo aurrera egin daien» (Para que la enfermedad haga atrás o adelante). Se dice que cuantas más personas contribuyen con su limosna, antes se hará notar el efecto de la misa. Esta práctica está vigente actualmente.

En Orozko (B), cuando un enfermo agonizante tardaba en morir, agonian eta il eziñik, era práctica común el ofrecer una misa por él. El dinero para el estipendio del cura debía ser aportado exclusivamente por Ips vecinos, sin participación de la familia. Las cantidades debían ser pequeñas para que tomara parte el mayor número posible de donantes. Esta misa recibe el nombre de Atzera-aurrera ein daien mezea (Misa para que «hiciese atrás o adelante»). Hoy en día también se solicita una misa con el mismo nombre, pero la encarga y la paga la propia familia.

En Bermeo (B), si la agonía de un enfermo se prolongaba en exceso con los consiguientes sufrimientos, se acostumbraba recoger dinero entre los vecinos para encargar una misa a la que denominaban meza ofrezidue. Tenía por finalidad el lograr la curación o el fallecimiento del agonizante. En la parroquia de Santa María de esta villa, todavía una vez al año o cada dos, se solicita una misa con esta intención, habiéndose oficiado la última en 1989. Tras la misa se reza un Padrenuestro por el enfermo, Aita Gure bat meza onduen, gaixuaren alde. Se pedía una aportación mínima de dinero a cada vecino, una perra o un real como mucho; se decía que era preferible recoger el dinero del mayor número de personas. También se pedía que la asistencia a la misa fuese la mayor posible para que, de este modo, la oración ante Dios fuese más eficaz.

Virgen de los Remedios. Bermeo (B). Fuente: Anton Erkoreka, Grupos Etniker Euskalerria.

Ofrenda de luces y ayunos. Kandela bizte eta barauak

También en Bermeo en casos de agonía prolongada o dolorosa se lleva a cabo otra práctica religiosa en la hornacina de la Virgen de los Remedios, que se halla en la calle de su nombre. Un familiar del enfermo, a ser posible uno de sus hermanos, acude a dicho lugar y enciende una lamparilla de aceite que por medio de una cuerda y una polea se eleva hasta la altura de la Virgen. Este rito tiene como finalidad el que el agonizante sane o muera, evitándole sufrimientos. Algunos informantes ancianos comentan que si el enfermo estaba muy grave, se vertía poco aceite en la lamparilla ya que era creencia que en cuanto se consumiera éste, moriría el agonizante.

En Plentzia (B), cuando una persona agonizaba, se encendía una vela en la ermita de Andra Mari de Aguirre para que sanase o muriese cuanto antes sin sufrimientos.

En Zegama (G), si el enfermo llevaba largo tiempo en agonía, se encendía una vela especial ante una imagen de la Virgen. Creían que así la agonía sería más llevadera o que al consumirse la vela moriría el enfermo[3].

En Sara (L), cuando la agonía de un enfermo se prolongaba, el campanero tocaba con una cadencia especial anunciando la situación e invitando a los creyentes a una oración con el fin de ayudarle a morir.

En Bedia (B) se tocaban pausadamente once campanadas. Se creía que el ayunar la víspera de San Miguel hacía más llevadera la a onía. Este ayuno era aplicable a otras personas[4].

En Liginaga (Z) el que hubiere ayunado el día de Santa Catalina podía vender su ayuno por dos suses o por más a la familia del moribundo. Se creía que de este modo la agonía se hacía más llevadera. Se podía vender medio ayuno, un ayuno entero, dos ayunos o más, según los que tuviese hechos en años anteriores y no los hubiese aplicado o vendido antes[5].

En Otazu (A), si el enfermo daba muestras de mucho sufrimiento, le rociaban con agua bendita con una rama de olivo, de laurel o de tejo, agin, o de otra planta bendecida el día de Ramos[6].

Otra práctica de Orozko (B) consistía en cubrir al enfermo con el manto de la Virgen para que Dios le llevase pronto[7]. En Andoain (G) se constató en 1923 una costumbre similar a ésta consistente en colocar sobre la cama del enfermo el manto del «Cristo de la Agonía» para hacer más llevadera la misma; por aquella fecha ya se tenía ésta por costumbre antigua[8].

Facilitación de la salida del alma

En el País Vasco continental tuvieron amplia extensión al parecer, las prácticas derivadas de la creencia de que se debe facilitar físicamente la salida al alma del agonizante para que éste pueda morir.

Arçuby recogió en los años veinte el siguiente relato en Sara (L): La dueña de la casa Goyetchea continuaba viviendo sin la menor esperanza aun después de haber transcurrido ocho días desde que le fue administrado el Viático. Una noche aprovechando una breve ausencia de las personas que la velaban, se levantó y se presentó delante de las mismas que se hallaban reunidas en la cocina. El marido comprendió lo que ocurría; ayudó a su mujer a volver a la cama, subió al desván y quitó varias tejas del tejado. Al bajar, encontró a su mujer muerta[9].

También Barandiarán recogió en Sara (L) la costumbre de que, cuando la agonía de un enfermo se prolongaba, los familiares levantaban una teja de la techumbre de la casa para que por allí le quedase salida libre al alma y se facilitase la muerte[10].

Hallándose en agonía un vecino de Altzai (Z), como ya tardaba en morir nueve días, hubo quien recomendó se abriera un orificio en el techo de la habitación del enfermo a fin de abreviarle la agonía dejando paso libre al alma. También en una casa de Altzai, durante la agonía de uno de sus moradores, abrieron todas las ventanas a fin de abreviarle los sufrimientos al moribundo y vertieron al mismo tiempo el agua contenida en las vasijas de la casa[11].

Esta práctica se constató igualmente en Ithurrotz (Z) donde entreabrían la ventana de la habitación en que se hallaba agonizando una persona a fin de que el alma partiera hacia el cielo[12].

Para finalizar se recoge una peculiar creencia procedente de Sara (L), muy distinta de las descritas hasta ahora: Se decía que si la que estaba agonizando era una persona embrujada, había que cortarle al gallo de la casa la cresta, kukurrusta, a fin de que se le abreviara la agonía[13].


 
  1. AEF, III (1923) p. 107.
  2. AEF, III (1923) p. 30.
  3. AEF, III (1923) p. 107.
  4. AEF, III (1923) p. 13.
  5. José Miguel de BARANDIARAN. "Materiales para el estudio del pueblo vasco: En Liginaga (Laguinge)" in Ikuska. № 10-13 (1948) p. 33.
  6. AEF, III (1923) p. 62.
  7. En Allo (N) era costumbre cuando había un enfermo grave, que para pedir por su curación, más si era joven, se le llevara el manto de la Virgen del Pilar. Era un paño rojo bordado con hilo de oro que guardaban las Hermanas del Hospital para tales circunstancias. Al devolverlo se daba a las monjas una limosna voluntaria.
  8. AEF, III (1923) p. 97.
  9. A. ARÇUBY «Usages mortuaires á Sare» in Bulletin du Musée Basque, IV, 3-4 (1927) p. 18.
  10. José Miguel de BARANDIARAN. Estelas funerarias del País Vasco. San Sebastián, 1970, p. 11.
  11. José Miguel de BARANDIARAN. "Materiales para el estudio del pueblo vasco: En Liginaga (Laguinge)" in Ikuska. № 10-13 (1948) p. 33.
  12. José Miguel de BARANDIARAN. Estelas funerarias del País Vasco. San Sebastián, 1970, p. 11.
  13. José Miguel de BARANDIARAN. "Bosquejo etnográfico de Sara (VI)" in AEF, XXIII (1969-1970) p. 115.