Rondas nocturnas
En tiempos pasados existió la costumbre, más común en los pueblos navarros y alaveses, de que los chicos rondasen a las mozas.
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Álava
En Moreda las rondas se hacían sobre todo los fines de semana, después de que los mozos se hubiesen reunido a cenar en las bodeguillas. Iban por las calles del pueblo y se paraban en las casas en que vivía alguna chica soltera joven que fuera de su agrado. Además de cantar tocaban instrumentos musicales como guitarras, bandurrias y clarinetes. Las chicas no salían al balcón ni se daban a ver, permanecían ocultas tras los visillos de las ventanas escuchando las canciones. En la casa en donde hubiera tres hermanas solteras se cantaba:
- Aquí me pongo a cantar
- cara a cara de la luna
- a ver si puedo lograr
- de las tres hermanas una.
En esta localidad alavesa el día de ronda los mozos robaban toda la comida que se dejaba en las ventanas "al sereno": conejos, pollos, tarteras con guisos, etc. Los jóvenes devolvían las tarteras una vez vacías y rebañadas, dejándolas en las puertas de las casas donde las hubieran cogido, junto a la trampilla de los gatos. Las cogían hasta de sus propias casas, diciendo "hoy en mi casa y otro día en la tuya".
Los mozos de la comarca de Bernedo rondaban delante de las casas de las chicas solteras entre las diez y las once de la noche de los días festivos más importantes: la Ascensión, Corpus, San Pedro y Pascua. Componían ellos mismos un texto que contentara a la moza, aunque había una mujer que les preparaba las letrillas La moza respondía echándoles dinero, que ellos destinaban para gastos de las fiestas y para celebrar alguna cena. Algunas letritas que se recuerdan:
- Aunque vivas en un rincón,
- y vivas arrinconada,
- aquí se crían las flores
- más resaladas.
- No te cases a la Rioja,
- no te faltará trabajo,
- palos en las costillas
- y en las faldas pilindrajos.
En Obecuri se cantaban algunas despectivas:
- Me diste calabazas
- me las comí con pan tierno,
- más quiero una calabaza
- que una mujer sin gobierno.
- Eres blanca como un cuervo,
- relumbras como una graja
- pareces albarda vieja
- que se te sale la paja.
En San Román de Campezo:
- Desgraciado de aquel hombre,
- que tiene la mujer fea,
- tiene la cuaresma en casa
- y la pascua nunca llega.
- Cuando una mujer se sienta
- y a un hombre le enseña el pie
- hacer cuenta que le dice
- caballero guste usted.
- La madre que tiene una hija
- la peina a lo bolero
- para que no la corteje
- ningún pobre jornalero.
- Asómate a la ventana
- y verás lo que se vende
- zapatillas coloradas
- cosidas con hilo verde.
- No hay cosa que más refresque
- que las manos de un barbero
- el culo de una mujer
- y las narices de un perro.
En Pipaón las rondas eran usuales y si algún mozo tenía especial predilección por alguna chica, mayor motivo para efectuarlas. Se celebraban los días festivos y en las fiestas con meceta (cena). Se cantaba:
- Por esta calle que vamos,
- tiran agua y salen rosas,
- por eso se la conoce
- la calle de las hermosas.
- Esta noche hemos rondado,
- y no nos han conocido,
- a la mañana dirán
- forasteros han venido.
- En la esquina de la plaza,
- hay una lechuga de oro,
- mocitos que vais de ronda
- no le cortéis el repollo.
- En los caños de la fuente,
- dejo mi caballo atado,
- y no hay mocito en el pueblo
- que se atreva a desatarlo.
- En la plaza se oye gente,
- y en la plaza hemos de entrar,
- y pena la vida tiene
- aquél que dé un paso atrás.
- Saltar tapias y corrales,
- la vida del mozo es,
- saltar tapias y corrales,
- dormir en casa de niñas
- y morir en los hospitales.
- Que las estrellas van altas,
- vamos a la cama mozas,
- ya viene la luz del día
- descubriendo nuestras faltas.
En Apellániz las vísperas de fiesta los mozos salían de ronda con guitarras y bandurrias y algunas veces acompañados por el gaitero. Cantaban delante de las casas en las que moraran mozas casaderas y cada chico solía aprovechar las rondas para insinuar su preferencia por la moza que mejor le pareciese. Las jóvenes, agradecidas, solían echarles dinero y con él celebraban una merienda. Unos versos eran obsequiosos y cariñosos, mientras que otros criticaban con mala intención. Varios procedían sin duda de los arrieros que pasaban y se hospedaban en la villa. Señalamos a continuación una selección de coplas recogidas por López de Guereñu[1]:
- Mocitas, no os caséis
- con ningún mozo potroso,
- que en acabando la guerra
- vienen ya los buenos mozos.
- No te fies de mujeres
- aunque las veas llorar,
- porque se paicen al diablo
- que lo hacen para engañar.
- Asómate a esa ventana
- cara de arañón roñoso;
- no digas a la mañana
- que no te han cantau los mozos.
- La mujer chiguitica
- es un regalo:
- más vale poco y bueno
- que mucho y malo.
- A todos los viejos y viejas
- meterlos en un zarzal,
- y luego prenderles fuego
- para verlos galopar.
- El amor de la casada
- es como el agua en botéja,
- que no sabe lo que bebe,
- ni tampoco lo que deja.
- De Madrid a Toledo
- corren mis mulas,
- porque de plata llevan
- las herraduras.
- De Madrid a Toledo
- corren mis machos
- con pellejos de vino
- pa los borrachos.
- Navarritos son mis ojos,
- navarritos han de ser;
- que de Navarra han venido
- y a Navarra han de volver.
- Si me diste calabazas,
- me las comí con pan tierno;
- más quiero las calabazas
- que ser de tu padre el yerno.
En Amézaga de Zuya los jóvenes cantaban, acompañándose de la guitarra, bajo la ventana de la habitación en la que dormía la chica de la que uno de ellos estuviera enamorado. Estas visitas tenían lugar sobre todo los domingos. Los padres de las jóvenes amenazaban con tirarles cubos de agua desde la ventana pero nadie recuerda que así sucediera. En Mendiola los mozos visitaban a las solteras las vísperas de festivos por la noche, después de cenar. En Valdegovía acudían de noche casi siempre en domingo y en días especiales como en carnaval.
En Berganzo los mozos cantaban bajo las ventanas de las mozas solteras cuando volvían del campo y después del rosario de los domingos. También lo hacían durante la vendimia y los días de fiesta. Hacían la ronda al pueblo cantando tonadillas acompañadas con la guitarra:
- Cuando te veo peinada
- con el pelito brillante,
- por los arcos de Navarra
- baja corriendo Cascante.
- Por esta calle que vamos
- siembran cardos y salen rosas
- por eso hay chicas guapas y hermosas.
- Por esta calle que vamos
- echan agua y salen rosas,
- y por eso le llamamos
- la calle de las hermosas.
- Me supongo que estarás
- de rodillas en la cama,
- pero por miedo a tus padres
- no sales a la ventana.
Pero si una moza les daba calabazas:
- Por esta calle que vamos
- por esta calle que vamos,
- asómate a esa ventana
- cara de limón podrido,
- que pareces a mi gallo
- cuando está descolorido.
- Por esta calle que vamos
- echan agua y salen chinas,
- por eso le llamamos
- la calle de las cochinas.
Navarra
En Aoiz las visitas nocturnas a las mozas solteras se efectuaban especialmente los sábados y los festivos, y en muchas ocasiones tras cenas o celebraciones. Entrada la noche y cerrados los bares los chicos salían a la calle e iban a la casa de la chica que querían visitar; se colocaban bajo la que suponían era la ventana de su habitación y comenzaban a cantar. Siempre existió en Aoiz mucha afición a la música, por lo que era fácil encontrar en cada cuadrilla varios miembros que supiesen tocar la guitarra, el laúd, el acordeón o la trompeta. Las rancheras, pasodobles o canciones típicas de la zona eran las tonadillas preferidas, y los textos reflejaban los sentimientos a transmitir: una declaración de amor o la pena del desamor, como la que comenzaba diciendo:
- "Ya sé que estás en la cama,
- ya sé que durmiendo no...".
Aunque no era costumbre que la moza saliera a la ventana, reconocía las voces de los chicos y se imaginaba cuál de ellos le dedicaba la canción. Sólo en ocasiones bajaba a la puerta a ofrecerles pastas y moscatel. También era frecuente que al amanecer fuesen a cantar las mañanitas y que alternaran éstas con poesías dedicadas a las mozas. Estas visitas, muy frecuentes en la primera mitad de este siglo, fueron desapareciendo con el paso del tiempo, pero aún se siguen realizando por San Isidro y por las fiestas patronales. Los mayores creen que la costumbre se está perdiendo porque las chicas llegan a casa tan tarde como los chicos.
En Allo unas veces por su cuenta y otras formando cuadrilla y acompañándose de instrumentos músicos, los mozos rondaban las casas de las chicas solteras para cantarles jotas. Las letras de las canciones eran alusivas al momento. Una informante manifiesta que un mozo que había querido tratar con ella le cantó en cierta ocasión:
- Aunque vivas en rincón
- y vivas arrinconada,
- en los rincones se crían
- las rosas más encarnadas.
Y otro pretendiente a quien ella había dado calabazas, le encajó cierta noche esta otra copla:
- La novia que tuve yo
- todas las efes tenía;
- era fea, flaca y floja;
- fregona, frágil y fría.
A veces estas canciones eran mucho más pícaras, como la que recuerdan otros informantes:
- Tócame los cataplines
- que me voy a Fustiñana;
- tócamelos esta noche,
- no aguardes a mañana.
En Garde los días de Santiago o de Santa Teresa y también algunos domingos era usual que los mozos se juntaran para rondar a las mozas con bandurrias, guitarras y violines. Se acercaban a la casa y no se iban hasta que saliera la chica al balcón o a la ventana. Las canciones más antiguas que se recuerdan son:
- Qué tienes en esa casa
- que tanto miras pa ŕriba
- la mujer que yo más quiero
- me está enseñando la liga.
- Levántate tabernera
- y ponte la saya baya
- y échanos de beber
- a mí y a mis camaradas.
- Como la perdiz herida
- que al morir se tira al soto
- son lo mismo mis amores
- cuando te ven ir con otros.
- A la moza de esta casa
- ya la estoy viendo correr
- con la botella en la mano
- para darnos de beber.
- Si piensas que porque canto
- tengo el corazón alegre
- yo soy como el pajarito
- que sin cantar se muere.
- Dame la perejilera
- que te la vengo a pedir
- que tengo el pollo en la cazuela
- y me falta el perejil.
- En la plaza de Zabale
- hay una piedra redonda
- con un letrero que dice
- aquí se para la ronda.
- Por la calle abajo baja
- una guitarra de plata
- y las cuerdas van cantando
- esa morena me mata.
- La mujer y la borrica
- se me murieron a un tiempo
- de la mujer no me importa
- la borrica es lo que siento.
- Dale fuego al chaparrar
- cuántas veces habrás dicho
- dale fuego al chaparrar
- y ahora que lo ves ardiendo
- lo quieres apagar.
- A tu puerta hemos llegado
- cuatrocientos de cuadrilla
- si quieres que te cantemos
- baja cuatrocientas sillas.
- Venga vino en un carro
- y agua en una borrica
- el carro que venga y vaya
- y la burra que esté quietica.
- Las canciones que yo canto
- todas son canciones viejas
- los que no las quieran oír
- que se tapen las orejas.
- Somos cuatro de cuadrilla
- nos queremos como hermanos
- y nos hemos de morir
- con el porrón en la mano.
En Monreal los mozos que rondaban a las solteras entonaban canciones bajo sus ventanas o balcones. El texto siguiente se recogió en la década de los cincuenta:
- María sal al balcón,
- que te estoy esperando aquí.
- Te traigo una serenata,
- solamente para ti.
Las rondas se celebraban los domingos, pero en los años cuarenta se trasladaron a los sábados. Esta tradición perduró hasta finales de los sesenta.
En Ochagavía (Valle de Salazar) una informante recuerda las rondas que en su juventud se efectuaban los sábados, siendo el texto de una de las coplillas:
- En esta calle que vamos
- hay un charco y no ha llovido,
- son lágrimas de Joaquina,
- porque Alfredo ya se ha ido.
En cambio a una joven que se atrevió a insultar a los mozos le cantaron:
- Somos los arrierazos
- y a ti te compararemos
- con las mulas de Aragón.
En Lezaun la víspera de las fiestas patronales de San Pedro y de las "fiestas chiquitas" de Santa Bárbara, se les "daba música" a las mozas. Estas rondas se efectuaban cuando oscurecía, recorriendo todas las casas donde hubiera solteras entre quince y treinta años. Iban todos los mozos del pueblo, acompañados de la música contratada para las fiestas, y en cada casa cantaban jotas. Recibían a cambio un pan especial elaborado por las mozas. Además de en las dos fechas señaladas, había domingos del año en que algunas cuadrillas salían individualmente a "dar música" a las mozas. En estos casos había quien echaba algo y quien no.
En Izal, después de una cena animada, los mozos acostumbraban a salir por todo el pueblo y en las casas en las que hubiera mozas se paraban a cantar, era la ronda. Los días elegidos eran los de fiesta grande y los domingos, en especial en verano. Entonaban sobre todo jotas que dedicaban a las mozas.
En Viana las visitas nocturnas de los mozos a las solteras se hacían los sábados o las vísperas de fiestas, saliendo de ronda con guitarras y otros instrumentos de cuerda y algún cantador de jotas, algunas de cuyas letras hacían alusión a la novia o moza. En Sangüesa las vísperas de fiesta los mozos, formando rondalla, también iban de ronda a cantar a las chicas.
En Obanos las canciones de las rondas hacían alusión a las relaciones y a la forma de ser de la moza pudiendo llegar a ser ofensivas si eran cantadas por novios despechados. En esta localidad navarra los mozos aprovechaban el día de ronda para robar bizcochadas o tarteras de comida puestas "al sereno", con lo que organizaban una buena merienda o cena. Los hombres casados recuerdan con complacencia cuanto engulleran a costa de las rondas, las cuales dejaron de celebrarse en los años sesenta.
En Mezkiriz era costumbre que los mozos cantaran diversas canciones a las chicas del pueblo los domingos y días festivos por la tarde[2].
En algunas ocasiones se prohibieron las rondas, especialmente si tenían lugar por la noche. En San Martín de Unx las visitas nocturnas estaban prohibidas por el ayuntamiento por lo que los mozos iban de ronda por las casas de las mozas en los días festivos después de misa mayor y antes de comer, para obligar con sus jotas a que las mozas salieran al balcón. Estas ofrecían a sus admiradores pastas con vino.
En Sangüesa estaba prohibido dar serenatas a no ser que la autoridad lo permitiese expresamente.
En Viana hacía falta permiso municipal para hacer estas rondas y cuando no era concedido iban por los arrabales.
En Allo la prohibición de las rondas era facultad del alcalde, pero no fueron muchos los alcaldes que las prohibieron pues se consideraba que eran bien intencionadas.