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El cortejo funebre en Vasconia continental

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Uno o dos días después del fallecimiento, el cadáver, ''hilotza, ''era conducido de la casa mortuoria a la iglesia y de ésta al cementerio con acompañamiento de sus familiares, parientes y vecinos. El camino era fijo y recibía distintas denominaciones según las localidades. Cuando el cadáver era sacado de su casa, el primer vecino, ''lehenatea, ''hacía que salieran de ella los animales domésticos<ref>José Miguel de BARANDIARAN. ''Estelas Funerarias del País Vasco''. San Sebastián, 1970, pp. 15 y 17.</ref>.
Encabezaba la comitiva fúnebre del grupo del duelo femenino la primera vecina con un cesto redondo donde llevaba el ''ezkoa, ''cerilla enrollada sobre sí misma o en una tabla, de la casa del <sup>. </sup>difunto, las cerillas de su casa y las de las casas de los primeros vecinos, ''lehenauzoak. ''Marchaba junto a la mujer de la familia más vinculada al difunto: la esposa, la madre o la hermana, en esta ocasión y por este motivo denominada argi''zaina, ''guardiana de las luces. Detrás de ellas dos, caminaban las mujeres de la familia seguidas de las representantes de las primeras vecinas. Esta disposición presenta algunas diferencias en la costa labortana.
En cuanto a los hombres, el primer vecino abría el cortejo con la cruz. Podía ir acompañado o no de uno o dos vecinos portando un cirio. Otros vecinos, ''lehenauzoak, ''llevaban el féretro, ''hilketariak''. Los hombres del duelo, ''dolodunak, ''iban uno detrás de otro en el cortejo. Los parientes lejanos (a partir de primos), amigos, gente de la localidad... no marchaban en fila india como los anteriores, iban sin gran orden, hombres y mujeres mezclados. Esta parte final del cortejo se engrosaba por la gente que se agregaba en el camino o en el pórtico de la iglesia<ref>Michel DUVERT. “Données Ethnographiques sur le vécu traditionel de la Mort en Pays Basque-nord” in ''Munibe'', XLII (1990) p. 481. Vide también Philippe VEYRIN. ''Les Basques de Labourd, de Soule et de Basse Navarre. Leur histoire et leurs tradilions''. [Paris], 1975, p. 269.</ref>.
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