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Piedras rusientes Esne arriak

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José Miguel de Barandiarán refiriéndose a esta forma de cocer la leche escribe:<ref>BARANDIARAN, José Miguel de. «El Arte rupestre en Alava» in ''Boletín de la Sociedad Ibérica de Ciencias Naturales, ''XIX. Zaragoza, 1920, pp. 65-98.</ref>:
:«Los pastores se ven precisados frecuentemente a andar acá y allá durante todo el día, y les sería muy enojoso llevar para su servicio vasijas de cerámica, que, además de ser una carga molesta, se rompen con facilidad. Prefieren, pues, seguir sus antiguas costumbres. Por eso, sin duda, buena parte de su ajuar hállase constituido por utensilios de madera, como el ''kaiku, apatz, txali, ''etc. Llevan también colgado al hombro o en la cintura un cuerno de buey (adornado muchas veces con curiosos grabados) que les sirve de vasija para cocer la leche o para tomar el agua de las fuentes cuando la necesitan. Suelen también practicar en las rocas hoyos muy semejantes a algunos de los que hemos visto en las cuevas artificiales de Alava, de capacidad bastante para contener medio azumbre de líquido, y allí vierten la leche necesaria para su sustento; y después la cuecen y la recogen con el mismo cuerno en que la llevaron. Uno de estos hoyos se halla encima de ''Peñas del Montico, ''en la cumbre del monte llamado ''Castelletes, ''que pertenece a la jurisdicción de Albaina.
:He ahí cómo el hombre paleolítico, que no conocía los metales ni la cerámica, pudo, sin embargo, aprovechar los beneficios del fuego para cocer sus alimentos.»
En una publicación posterior, el mismo autor comenta la posible antigüedad del uso de piedras rusientes:<supref>2BARANDIARAN, José Miguel de: «Algunos vestigios prehistóricos en la etnografía actual del pueblo vasco» in ''Anuario de Eusko Folklore, ''XII. Vitoria, 1932, pp. 102-103.</supref>
:«Este procedimiento de calentar y hervir los líquidos ha dejado sus huellas en la costumbre supersticiosa de introducir en el agua el extremo de un tizón encendido (...) . El método de cocer que hemos mencionado, debió hallarse en uso en el país vasco durante el Paleolítico. Puesto que entonces no existían vasijas de barro ni de metal, no era posible cocer de otro modo los magurios y las litorinas, cuya carne, como es sabido, no puede ser extraída viva. De ello nos convence el hecho de que entre los restos de comida de los yacimientos magdalenienses y de algunas de las etapas posteriores suelen hallarse grandes acumulaciones de conchas de estos mariscos, enteras y sin señales de haber estado al fuego».
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