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En Elosua (G) se encargaba el primer vecino, ''etxekona, ''que notificaba al cura, al sacristán, a los parientes del pueblo y, por teléfono, a los familiares del difunto que vivían fuera.
En Urkizu-Tolosa (G), cuando acaece un fallecimiento, se comunica el hecho al vecino más próximo del barrio o ''auzoa, ''al que se llama ''auzoko aldenekoa. ''Si el caserío tuviese más de una vivienda se avisa al que vive en la otra o ''etxekonekoa y ''si cuenta con más de dos, al ''etxekonekoa ''de más amistad. Este vecino se responsabiliza de hacer saber al cura la noticia, quien a su vez, en tiempos pasados, avisaba a la serora o ''segora ''para que tañese las campanas. Hoy en día es un vecino o vecina del barrio quien desempeña el papel de esta mujer<ref>Juan GARMENDIA LARRANAGALARRAÑAGA. «La vida en el medio rural: Urkizu (Tolosa-Gipuzkoa)» in AEF, XXXVIII (1992-1993) p. 165.</ref>.
En Bidegoian (G) los primeros vecinos comunicaban la noticia a los familiares del difunto que residían en otros pueblos para lo cual iban andando. Cuando vivían lejos se les comunicaba el fallecimiento mediante telegrama. Eran los primeros vecinos los que también se encargaban de todo tipo de compra, por ejemplo de la ropa de luto para la familia, ya que sus integrantes no podían salir de casa si no estaban vestidos de luto; también se encargaban de las gestiones posteriores al fallecimiento. Actualmente todo esto se ha modificado y es la propia familia del fallecido la que se encarga personalmente de los avisos y demás trámites.
En Hazparne (L), el día en que ocurría la muerte, el primer vecino acudía a la casa y recibía verbalmente la lista de miembros de la familia a los que había que avisar. Este reclutaba a otros vecinos y se repartían los avisos. Los últimos se encargaban de telegrafiar a las direcciones consignadas tras lo cual regresaban a rendirle cuentas al ''lehenauzoa, ''quien reunía todas las facturas y las llevaba a la casa mortuoria para su posterior pago. Allí le ofrecían un piscolabis, pero era costumbre que lo rechazase.
En Sara (L) era el ''leenatea ''o ''auzoa, ''quien comunicaba la defunción al cura, al campanero, a los parientes y a los vecinos del fallecido. En esta localidad el papel del ''leenatea ''no se limitaba a difundir la noticia del deceso sino que comenzaba al agravarse el estado del enfermo. Entonces se encargaba de llamar al médico y al cura. Comunicaba además el estado agónico al ''ezkilajoilea, ''campanero, a fin de que éste tocase las campanadas usuales en este caso<ref>Idem, José Miguel de BARANDIARAN. «Bosquejo etnográfico de Sara (VI)» in AEF, XXIII (1969-1970) pp. 114 y 117.</ref>.
En Senpere (L) era igualmente el primer vecino el que comunicaba la muerte a los familiares. El recorrido que realizaba se denominaba ''kapita, ''de ahí la expresión ''«kapita korritu dut», ''para indicar que ya había dado los avisos.
Recogemos en este apartado otros personajes que han tenido un papel relevante en la transmisión oral de este tipo de noticias.
En Allo y Obanos (N) a los parientes de fuera del pueblo se les comunicaba el fallecimiento y la hora del funeral por medio de un ''propio. ''Este era un enviado de la familia que, a lomos de una caballería, se acercaba hasta las residencias de los familiares. En Obanos esta costumbre perduró hasta la generalización del teléfono. Lo mismo ocurrió en Romanzado ''y ''Urraul Bajo (N). «Mandar un propio» era la expresión utilizada<ref>José de CRUCHAGA, . «Un estudio etnográfico de Romanzado y Urraul Bajo», cit.in CEEN, II (1970) p. 217.</ref>.
En el valle de Elorz (N) el fallecimiento de una persona se comunica a los parientes así como a los amigos de mayor trato por medio del teléfono. Y para que todos los demás queden enterados suelen publicarse esquelas en los periódicos de la provincia. En cambio, el aviso a los sacerdotes del cabildo para la celebración del funeral, corre a cargo del párroco. Este escribe una sencilla carta, indicándoles el día y la hora de las exequias. Entonces la familia pone a su disposición un ''propio, ''por lo regular un vecino voluntario, que lleva la misiva en propias manos a los curas invitados y trae la respuesta. Por si alguno no puede acudir, el párroco indica a algún otro como reserva, para esa contingencia<ref>Javier LARRAYOZ. «Encuesta etnográfica del Valle de Elorz» in CEEN, VI (1974) p. 82.</ref>
:''ten por muy seguro que te has de condenar.''
En Viana (N) los auroros, que salían en las festividades más importantes del ano año en cuanto amanecía para cantar la aurora alusiva al día por las calles de la localidad, tenían costumbre, acabado el canto y tras tocar la campanilla, de rezar un padrenuestro y una avemaría; si en el pueblo había algún difunto de cuerpo presente el director de la oración decía: «Un padrenuestro y una avemaría por el alma del difunto que está sin sepultar» y entonces rezaban todos.
En Moreda (A) existía una persona que se encargaba de tocar una campanilla en las festividades más importantes y sobre todo cuando moría algún vecino. Tras ocurrir el fallecimiento se le avisaba y al amanecer recorría las calles tocando dicha campanilla y gritando un padrenuestro y una avemaría. Invitaba además a que acudieran todos a la iglesia para rezar el rosario. Cuando se encargaba de anunciar una muerte iba solo; sin embargo, cuando cantaba y tocaba con dicha campanilla la aurora le acompañaban treinta hombres, mozos y casados, y a veces incluso la banda de música local. Durante el recorrido por las calles del pueblo realizaba varias paradas. De parada a parada tocaba la campanilla de vez en cuando y al llegar a la parada obligatoria daba dos o tres campanazos. Cada vez que se detenía vociferaba un padrenuestro por el alma del difunto y una avemaría por las ánimas del Purgatorio y a continuación seguía la ruta. Según los libros de cuentas de la localidad esta campanilla fue comprada en 1748.
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