XXIV. APARECIDOS Y ANIMAS ERRANTES. ARIMA HERRATUAK

De Atlas Etnográfico de Vasconia
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Uno de los temas más recurrentes y universales en las narraciones populares relacionado con la muerte es el de los aparecidos, las ánimas de difuntos que se hacen presentes en esta vida, con su mismo cuerpo o bajo otro aspecto, y dan cuenta de su penar[1].

En Vasconia se recogen desde antiguo referencias a los aparecidos. José Miguel de Barandiarán consideró que la creencia en los difuntos se ha mantenido tanto en cuanto se ha aceptado tradicionalmente una concepción animista del mundo. Dejando a un lado narraciones etiológicas que explican los genios de los astros, la tierra, meteoros y otros fenómenos naturales, también se da cuenta por esta vía de devociones populares y creencias contemporáneas, como las que consideran hermanas a diferentes imágenes de la Virgen. Las antiguas creencias erigidas en torno a piedras o estelas funerarias se explican en muchas ocasiones a partir de leyendas relacionadas con los difuntos[2]. Indica también Barandiarán que ciertos caracteres de los aparecidos (aspecto en forma de sombra o espectro, etc.) parecen revelar una influencia de la concepción que en la Roma antigua tenían sobre las almas[3].

Estas pervivencias de la concepción animista del mundo en las descripciones etnográficas actuales no son más que retales de un paño que en un pasado fue sin duda más rico y colorido. Por ello y en la medida en que las nuevas generaciones abandonan la creencia en estos visitantes de ultratumba, no será fácil distinguir en muchas ocasiones la frontera entre relatos sobre aparecidos y otras descripciones legendarias o mitológicas.

En las recopilaciones de narraciones populares, y en las encuestas realizadas en la actualidad (años 80), abundan los casos donde estos hechos se confunden con obras de genios malignos (parte txarrekoak, gaiztokoak, beste mundukoak,...) y muchas de las características y actividades de los aparecidos son muy similares a las de otros seres mitológicos (los gentiles, las lamias, etc.). Su tiempo de acción es también, la mayoría de las veces, la noche. En más de una ocasión aparece en labios de ánimas la expresión típica de estos númenes nocturnos: «gauba gaubezkoentzat eta eguna egunezkoentzat», la noche para los seres de la noche y el día para los seres del día.

De aquí surge también, en cierta medida, la diversa consideración que estas apariciones tienen en los relatos populares. La gradación puede extenderse desde el caso de un testigo de la aparición que acepta el hecho con toda normalidad y se dirige al difunto como si no hubiera ocurrido nada extraordinario, hasta los supuestos en que la malignidad y perversión del aparecido producen un temor exacerbado e incluso acarrean la muerte del testigo.

En relación con el culto a los difuntos, se observa la gran importancia que adquiere la casa y sobre todo el fuego del hogar en estas series de narraciones sobre ánimas aparecidas.

Es precisamente el hogar familiar y su entorno más próximo el escenario principal de las apariciones. Estancias de la casa como la cocina, el granero, los dormitorios, o la escalera interior adquieren gran preponderancia.

Ya observa Barandiarán que existen muchas concordancias entre los relatos de aparecidos y las historias de visitantes nocturnos de la vivienda familiar, geniecillos muchas veces benignos (saindi-maindiak, etxajaunak, etc.), que muestran su disgusto si las brasas del hogar se apagan o si la vajilla utilizada en la cena no se ha limpiado o retirado[4]. Muchos ritos de apilamiento de las cenizas y rescoldos del fuego bajo o adecentamiento de la cocina se relacionan actualmente con la vuelta al hogar de los difuntos. Estos, además, generalmente suelen introducirse en la casa a través de la chimenea.

Otros escenarios que adquieren importancia son los recintos que, junto a la casa, se consideran lugar de descanso de los difuntos. De ahí que tanto las iglesias como los cementerios sean también lugares frecuentes de apariciones o acciones de ánimas.

A su vez, y tal como sucede en otros relatos mitológicos, marcos habituales de éstos como el bosque, los caminos o los cruces de rutas sirven también como fondo a muchas manifestaciones nocturnas de ánimas[5].

En cuanto a la pervivencia de estos relatos, debemos señalar que está acorde con el mantenimiento de los otros elementos de la imaginería narrativa de la cultura tradicional.

Muchas de estas narraciones o cuentos de aparecidos mantienen gran número de índices que nos muestran unas referencias bastante alejadas en el tiempo. Se recogen en ellos locuciones y denominaciones que hoy podemos considerar arcaísmos (expresiones y tratamientos en desuso, fórmulas de conjuro, léxico de modos de vida en vías de desaparición como «estadio» [medida de longitud], «robo» [medida de grano], etc.), usos de objetos vinculados a ritos tradicionales (las velas, el ramo de laurel, etc.),...

Actualmente las referencias al tema se dan sin convicción alguna. Baste mencionar, por ejemplo, que son muchas las poblaciones donde no se ha recogido testimonio alguno. En los datos que se nos han consignado hay que destacar ante todo la carencia de referencias contemporáneas a aparecidos en muchas de las localidades encuestadas, sobre todo en amplias zonas de Álava, Gipuzkoa y Navarra. En las encuestas de Vasconia continental, es también general el olvido y la degradación en la valoración social en que han caído los relatos de ánimas.

La mayoría de los encuestados sí recuerda en cambio estos episodios, pero consideran que se trata de hechos muy alejados en el tiempo. Por regla general son relatados como sucesos acaecidos a una tercera persona, muchas veces en una localidad vecina o próxima, donde «sí creen en estas cosas». En algún caso se niega explícitamente y con gran contundencia la posibilidad de que sucedan hechos de este tipo porque estas creencias atentan contra las enseñanzas de la Iglesia.

Curiosamente, los relatos de aparecidos, conforme va anulándose la vinculación espiritual hacia ellos, pasan a presentarse en forma de episodios humorísticos y en más de una ocasión serán motivo de chanza, sobre todo por parte de niños o jóvenes.

Se han recogido numerosas referencias a bromas de este tipo. En varias localidades se mencionan casas en que se han producido ruidos, retumbos, roturas de cristales,... y ha resultado que se trataba de fechorías llevadas a cabo por alguna persona interesada (Apodaca-A, Sangüesa-N, Baigorri-BN).

Es también común que grupos de muchachos fabriquen seres fantasmagóricos colocando velas encendidas dentro de remolachas, nabos, calabazas,... vaciados y con agujeros formando ojos, nariz y boca que se sitúan al borde de caminos o lugares de tránsito (Apodaca-A). En el valle de Carranza (B) reciben el nombre de «espantos».

Asimismo se cuentan episodios en que grupos de chicos o jóvenes «se aparecen» a personas crédulas o mendigos, cubriéndose con sábanas o arrastrando cadenas (Gamboa-A, Bermeo-B).

En más de una ocasión, sucesos extraños observados en las inmediaciones de un cementerio dan lugar igualmente a interpretaciones erróneas. Es también muy común que los grupos de jóvenes hagan apuestas de noche en este recinto o en la iglesia (Salvatierra-A, Ataun-G, Viana-N).

Junto con esto no faltan juicios populares que determinan que es inconveniente o reprobable bromear con el tema de la muerte (Carranza-B).

Otro modo de pervivencia, si bien indirecto, de estas creencias se puede atestiguar a través de formas lingüísticas que han quedado fosilizadas en el habla popular. En castellano, por ejemplo, es frecuente utilizar fórmulas como «parecer un ánima en pena», «tener el alma en pena», etc. (Salvatierra-A, Muskiz-B). En euskera, y sobre todo en Vasconia continental, son muy utilizadas expresiones de este tenor: «arima herratua bezalakoa da», es como un ánima en pena (haciendo referencia a un personaje oscuro, nada brillante); «hor daila arima herratua bezala», ahí anda como ánima en pena (haciendo referencia a una persona que se agita violentamente); «lanean ari da arima herratua bezala, ezin ahal», anda trabajando como ánima en pena sin conseguir sus objetivos (comparando su situación con la del ánima que no consigue dejar del todo el mundo de los seres vivos y sufre por ello); «iduri du arima herratua», parece un ánima en pena (Mendibe-BN; Azkaine, Hazparne, Itxasu-L).

Llama la atención lo reducido del número de narraciones populares, en forma de historia corta, leyenda o cuento, recopiladas en nuestro país en las zonas de habla castellana. El hecho de que folkloristas o lingüistas dedicaran más atención en nuestro entorno a la lengua vasca nos ha permitido conservar mayor volumen de relatos sobre aparecidos o seres mitológicos en general, hoy ya desaparecidos.

Debemos entender, por lo tanto, que hoy día tiende a desaparecer la creencia en las apariciones de ánimas. Sí permanece el recuerdo, en cambio, de que nuestros ancestros de una u otra manera «vivían» con los muertos. Tal y como se recoge en testimonios actuales de Vasconia continental: La vieille génération, celle de mamère, vivait avec «grima erratiak»[6].


 
  1. De la universalidad de los motivos consignados en las narraciones de aparecidos recopiladas en Vasconia nos habla la coincidencia de muchos elementos de nuestros relatos con los consignados en repertorios de motivos folklóricos. Utilizaremos a lo largo del texto la obra de Stith THOMPSON. Motif-Index of Folk­Literature. Bloomington & London, 1966, 2ª ed. [Hasta el final de este capítulo cada motivo se citará como “Thompson” seguido del número del índice].
  2. José Miguel de BARANDIARAN. Estelas funerarias del País Vasco. San Sebastián, 1970, p. 63.
  3. José Miguel de BARANDIARAN. Voz: Izugarri o Izuargui in Diccionario Ilustrado de Mitología Vasca. OO.CC. Tomo I. Bilbao, 1972.
  4. José Miguel de BARANDIARAN. Estelas funerarias del País Vasco. San Sebastián, 1970, p. 61.
  5. Un análisis somero del corpus de relatos de aparecidos que han llegado a nosotros nos permitiría establecer una serie de espacios de comportamiento marcados. Los testigos de las apariciones en la casa son, en la mayoría de casos, las mujeres. Los hombres, en cambio, aparecen en mayor numero en los relatos de manifestaciones de ánimas en el exterior (caminos, cruces, bosques, etc.).
  6. Michel DUVERT. “Données Ethnographiques sur le vécu traditionnel de la Mort en Pays Basque-nord” in Munibe, XLII (1990) p. 485.