Presagios derivados del acto de morir. Hilaren begi irekiak

De Atlas Etnográfico de Vasconia
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Hasta aquí se han recopilado presagios que anuncian la proximidad de una muerte, pero en ocasiones, es el aspecto que muestra el difunto tras su fallecimiento lo que se toma como premonición de futuras muertes.

A este respecto la situación más significativa es que el cadáver quede con los ojos abiertos. Se solía decir entonces que esto era señal de que pronto habría de morir otro (Lecároz-N)[1], que bien podría ser de la familia del fallecido. De ahí la preocupación por tratar de cerrárselos rápidamente (Bermeo, Kortezubi-B).

En Galarreta (A) interpretaban el hecho como que el difunto pedía compañía y que por lo tanto no tardaría mucho en fallecer otro miembro de la familia, generalmente el más querido por el fallecido. Para evitar que tuviese efecto procuraban cerrarle los ojos. En Zegama (G) decían que pedía a otro de la familia[2] y en Izpura (BN) y Beskoitze (L) que llamaba a alguien, begiak idekiak ditu, norbait galdegiten du (tiene los ojos abiertos, está reclamando a otro).

En Busturia (B) el que el difunto quedase con los ojos abiertos y sobre todo si, tras intentar cerrárselos, se le abrían de nuevo, indicaba que pronto moriría otro, atzetik darue beste bat (lleva a otro tras de sí).

En Meñaka (B) igualmente, le dan el significado de que puede llevarse a otra persona. Lo mismo en Berganzo (A), Amorebieta-Etxano, Gorozika, Ziortza (B) y Zugarramurdi (N). En Otxagabia (N) le cerraban los ojos al cadáver para evitar que llamase a otro: fiten deiten din bertze bat[3]. En Soscaño (Carranza-B) tan pronto como fallecía el moribundo se le cerraban para evitar que enseguida muriese otro de la familia[4].

En Orozko (B) los familiares más cercanos cerraban con prontitud los ojos al muerto ya que se creía que si le quedaban abiertos atraería a alguno de los presentes hacia él, por lo que fallecería.

Azkue también constata esta creencia, que recoge en Arrona-Zestoa (G), Donibane-Garazi (BN) y Barkoxe (Z) e indica que es común en Bizkaia y Navarra[5].

En Mendiola (A) si tras intentar cerrar los ojos al cadáver le quedan entreabiertos, tal signo se considera de mal agüero ya que «pide a otro de la familia». En Moreda (A), en idénticas circunstancias, también se piensa que muy pronto fallecerá otro de la casa.

Campana de agonía. Zerain (G). Fuente: Karmele Goñi, Grupos Etniker Euskalerria.

En Gatzaga (G) se creía que si un cadáver era enterrado con los ojos abiertos porque no había sido posible cerrárselos, es que estaba llamando 6o a algún miembro de la familia[6].

En Getaria (G) se decía que si el cadáver quedaba con los ojos entreabiertos, el muerto se llevaba tras de sí a otra persona. Si se trataba de un niño de corta edad, se llevaba a una persona madura y viceversa.

En Abadiano (B), si el cadáver mostraba un ojo cerrado y el otro abierto, se interpretaba que pronto se llevaría a otro consigo; si le quedaban los dos ojos abiertos, que éste sería un niño, aingeru bat (un ángel).

Thalamas Labandibar recogió que si el difunto era una persona adulta se le cerraban los ojos inmediatamente ya que se consideraba que no convenía cruzar la mirada con la del difunto pues se temía que una muerte trajese otra. Por ese motivo se decía que el muerto tenía una mirada negra, begi beltza. En cambio, a una criatura de corta edad se le abrían los ojos para que mirase al cielo, adonde le correspondía subir directamente a su alma[7]. Según el propio Azkue a un niño muerto, si queda con los ojos cerrados, se le abren, de lo contrario llevaría a alguien consigo[8].

En Barkoxe (Z) también se creía que ocurriría un fallecimiento si el difunto quedaba con la boca abierta[9]. Otro tanto se pensaba en Carranza, Meñaka (B) y Berganzo (A).

Otra premonición de muerte asociada al aspecto del fallecido fue recogida en Meñaka (B). Según una informante, al amortajar un cadáver notó que tenía los miembros blandos y flexibles. Entonces dijo a los presentes que pronto moriría algún otro. Efectivamente, una mujer vecina que se hallaba enferma, aunque al parecer no de gravedad, murió el mismo día. Esta creencia se constató también en Kortezubi (B)[10].

En varias poblaciones se ha constatado la creencia de que tras el fallecimiento de un adulto a veces moría un niño para facilitarle al primero la entrada en el cielo.

En Lezaun (N) se creía que tras morir una persona mayor en una casa, si al poco tiempo fallecía en la misma un inocente (un niño), lo hacía para elevar el alma del primero al cielo.

Cuando en Donibane-Garazi (BN) moría una persona piadosa y pronto un niño pequeño de la misma familia, se creía que aquella alma había pedido a Dios ese ángel para abrirle la puerta del cielo[11].

En Ataun (G) se decía que cuando fallecía un anciano luego moría un niño, aingerue (ángel), que iba a hacerle compañía[12].

En Sara (L) si después de la muerte de un adulto moría en el pueblo algún niño, se decía: «Aingerua ereman du beraikin» (Se ha llevado consigo a un ángel). Y si tras la muerte de un niño fallecía seguido alguna persona mayor, se decía que el ángel la había llevado[13].

Barandiarán recogió en Forua (B): que los que mueren después de un párvulo van al cielo porque el párvulo libra o abre el camino del cielo. En el valle de Orozko (B), en Olarte, escuchó de un informante: «¡Qué dichosa la N. que muere inmediatamente de su hijo, párvulo, recién bautizado!»[14].

En Zugarramurdi (N) se creía que la mujer que se hallase embarazada no debía estar presente cuando alguien estuviese muriendo ya que se temía que el alma del moribundo, al salir del cuerpo, llevara consigo la de la criatura que aún estaba en el vientre de la mujer[15].

En Elizondo (N) también se decía que una mujer embarazada no debía estar en el cuarto del moribundo ya que el niño que llevaba dentro moría[16].

Según recogió Azkue en el Valle de Arratia, Lekeitio (B), Arrasate, Matxinbenta-Beasain (G), Arakil, Larraun (N) y Donibane-Garazi (BN), si los niños fallecían antes de los siete años, salían al encuentro de sus madres si éstas morían pronto[17].


 
  1. APD. Cuad. n.° 5, ficha 485.
  2. AEF, III (1923) pp. 54 y 108.
  3. AEF, III (1923) p. 134.
  4. AEF, III (1923) p. 2.
  5. Resurrección M.ª de AZKUE. Euskalerriaren Yakintza. Tomo I. Madrid, 1935, p. 216.
  6. El autor narra cómo se celebró hace todavía pocos años en la parroquia un novenario de misas en sufragio del alma de una anciana que «había sido llamada» por una nieta suya fallecida en un accidente de mar apenas quince días antes y enterrada con los ojos abiertos. La abuela había comentado en su momento: Bateonbat laister juango da gure etxetik, alguien marchará pronto de nuestra casa. A raíz de este hecho una informante comentó al autor que una de sus sobrinas, enterrada en circunstancias similares, «llamó» a un hijo suyo que luego falleció abrasado al derramársele una cazuela de leche hirviendo. Vide Pedro M.ª ARANEGUI. Gatzaga: una aproximación a la vida de Salinas de Léniz a comienzos del siglo XX. San Sebastián, 1986, pp. 402-403.
  7. Juan THALAMAS LABANDIBAR. La mentalidad popular según Resurrección M.ª de Azkue. San Sebastián, 1975, p. 86.
  8. Resurrección M.ª de AZKUE. Euskalerriaren Yakintza. Tomo I. Madrid, 1935, p. 216.
  9. Resurrección M.ª de AZKUE. Euskalerriaren Yakintza. Tomo I. Madrid, 1935, p. 216.
  10. AEF, III (1923) pp. 32 y 37.
  11. Resurrección M.ª de AZKUE. Euskalerriaren Yakintza. Tomo I. Madrid, 1935, p. 219.
  12. AEF, III (1923) p. 115.
  13. José Miguel de BARANDIARAN. "Bosquejo etnográfico de Sara (VI)" in AEF, XXIII (1969-1970) p. 116.
  14. LEF.
  15. José Miguel de BARANDIARAN. «De la población de Zugarramurdi y de sus tradiciones», in OO.CC. Tomo XXI. Bilbao, 1983, p. 329.
  16. APD. Cuad. n.° 4, ficha 380.
  17. Resurrección M.ª de AZKUE. Euskalerriaren Yakintza. Tomo I. Madrid, 1935, p. 219.