Agentes. Begizkoa egin

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En la mayoría de los testimonios registrados son mujeres las que con su mirada causan el mal de ojo o begizkoa.

En Donoztiri (BN) se creía que ciertas personas que estaban en relación con el espíritu malo o que, por algún acto se habían vuelto malignas, podían y solían hacer el mal de ojo a los niños.

En Uharte-Hiri (BN) en los años cuarenta se decía –aunque apenas se creía–, que había personas que hacían daño a los niños con sólo mirarlos. Es el golpe de ojo que recibe en euskera el nombre begi gaixtoa (mal de ojo).

No todos tenían poder para echar el mal de ojo, “begizkoa bota”. En general solían ser personas mayores y ejercían este poder por envidia o maldad sobre personas, animales y cosechas (Zerain-G). En Orozko (B) precisan que debían mediar veinte años de diferencia entre la edad del aojador y la de la víctima. En Busturia (B) creían que era una mujer o una persona de edad la que podía transmitir este mal. También en Bermeo (B) tenían la creencia de que algunas personas, sobre todo mujeres, podían con la simple mirada transmitir o producir un mal.

Tal como señala Barandiaran antaño se creía que las brujas y personas dominadas por el espíritu maligno eran principalmente quienes lanzaban el adurra o fuerza con su mirada. En Muskiz (B) dicen que solo puede ”echar mal de ojo” aquél que tenga malas intenciones. Similar respuesta dan los encuestados de Murchante (N); dicen no creer que una enfermedad pueda ser fruto de un sortilegio o mal de ojo, pero puntualizan, que si esto sucediera, sólo podría hacerlo gente de mal corazón.

En Astigarraga (G) señalan que el ejecutor del begizkoa puede ser “cualquiera que te quiera mal”. En Bidegoian (G) quienes echaban el mal de ojo eran personas que querían mal a la familia. En Hondarribia (G) dicen que había personas que lo hacían por envidia.

En el Valle de Arratia (B) según Azkue, era creencia a principios del siglo XX que cuando alguno moría con los ojos abiertos podía aojar a otro por lo que era conveniente cerrárselos inmediatamente. También señala que se creía en la posibilidad de que un padre pudiera hacer mal de ojo a un niño[1].

En Busturia (B) se dice que para prevenir el begizkoa o “mal de ojo” hay que evitar las miradas al niño, excepto las de la madre a su hijo. En Sangüesa (N) creen que mirando a una persona que padecía del mal de ojo te puede contagiar. En Viana (N) algunos creen que “hay alientos muy malos” que pueden producir mal a los demás.

Pero el desencadenante más importante de este poder maléfico era el deseo intenso por conseguir algo; aquellas mujeres que no tenían descendencia eran proclives a echar el mal de ojo a un niño; las ganas de tenerlo hacía que se produjera este efecto (Orozko-B).

En Busturia (B) relatan que en cierta ocasión una niña de 12 años fue a visitar a un niño pequeño y, debido a lo mucho que le quería, le transmitió el mal de ojo porque ella, la visitante, tenía “mal ojo”, begi txarra.

Barandiaran recogió en Durango (B) que a finales del siglo XIX había en aquella población una mujer que causaba el begizkoa sin quererlo ella[2]. También Azkue registró el mismo dato: “Norberak gura ez dabela bere egiten ei da begizkoa” (dicen que se produce mal de ojo aun cuando no quiera uno hacerlo) (Olaeta-A; Valle de Arratia, Elorrio-B; Amezketa, Arrona-G)[3]. Algunos informantes actuales de Orozko (B) señalan que había personas que podían causar el mal de ojo involuntariamente, norberak gure ez dala bere egiten zan.


 
  1. Resurrección Mª de AZKUE. Euskalerriaren Yakintza. Tomo I. Madrid: 1935, pp. 122 y 126.
  2. José Miguel de BARANDIARAN. Voz begizko in Diccionario Ilustrado de Mitología Vasca. Obras Completas. Tomo I. Bilbao: La Gran Enciclopedia Vasca, 1972.
  3. Resurrección Mª de AZKUE. Euskalerriaren Yakintza. Tomo I. Madrid: 1935, p. 126.