Agresiones de otros animales

En Carranza (B) el sapo es otro de los animales al que se tiene por venenoso, hasta el punto de que algunos aseguran que una buena parte del veneno de las serpientes procede de la ingestión de los sapos con los que se supone que se alimentan. Se dice que si se toca un sapo o salpica algo de líquido al matarlo, se forman unas ampollas o heridas en la piel denominadas sapinas que son muy dolorosas y difíciles de curar.

En Orozko (B) decían que no debía acercarse uno a los sapos pues sueltan un líquido por una especie de verrugas que tienen en su lomo que en contacto con la piel humana provoca granos. Entre los niños existía la creencia de que los sapos meaban si se les molestaba y que apuntaban a los ojos por lo que te podían dejar ciego. Por lo tanto para apedrearlos había que situarse a una cierta distancia de ellos.

En Gautegiz-Arteaga (B) se creía que el sapo lanzaba una meada, txiza, que si te alcanzaba provocaba ampollas, puslak.

En Astigarraga (G) antes de la recolección de la hierba se solía prevenir a los niños de que el lagarto, frecuente en el campo entre la hierba, saltaba al cuello de las personas y no se soltaba hasta que tocaran las campanas de siete iglesias.

En Zeanuri (B) decían que cuando el lagarto saltaba al cuello de una persona se debían tocar al mismo tiempo las campanas de siete ermitas[1]. En Abadiano (B) que cuando mordía un lagarto, muskerra, no soltaba antes de que en siete pueblos distintos repicasen las campanas a la vez[2].

En Berriz (B) se decía que cuando uno era mordido por un lagarto tenían que vestir sayas rojas siete hermanas o tocar las campanas de siete pueblos[3].

En Funes (N) decían que si el gardacho, lagarto, picaba a uno, para que no muriese tenían que tocar las campanas de catorce pueblos[4].

En Bermeo (B) creen que la comadreja, ogigaztaia, tiene un veneno que comparan al que popularmente se atribuye al perro rabioso. Del sapo también se dice que es venenoso. En Liginaga (Z) se tenía a la comadreja, anderederra (literalmente señorita hermosa) como venenosa.

Peces de espinas venenosas. Fuente: Dioscórides. Pedacio Dioscórides Anazarbeo, acerca de la materia medicinal y de los venenos mortíferos: edición de 1566. Madrid: Fundación de Ciencias de la Salud, 1999.

En Bermeo se conocen cinco especies de peces cuyas espinas, suek, se consideran venenosas. Se trata del gonbiza, cabracho (Scorpaena scrofa); salbarioa, salbario (Trachinus draco); eskukeria, tremielga, pez torpedo (Torpedo marmorata); kabra gorria (Helicolenus dactylopterus) y del llamado pataria. Si al halar estos animales a la embarcación se clavaba alguna de sus espinas en la carne, sobre todo del cabracho, producían fuertes dolores. Para combatirlos, hasta la introducción del amoniaco, se golpeaba con un palo el dedo o el lugar en que se hubiera alojado la espina con el fin de expulsar la mayor cantidad posible de sangre y con ella el veneno e incluso la propia espina. Completaban el tratamiento bebiendo agua de mar para calmar los dolores. Cuando en alta mar se clavaban cualquier tipo de espina, venenosa o no, hacían sangrar la herida y también, a veces, introducían el miembro afectado en agua con lejía.

Según Barriola la temida picadura del pez conocido como xabiroia (Trachinus draco) era tratada por la gente de mar cauterizándola con un hierro candente o con piedra infernal[5]. También oyó a un informante que el mejor remedio era, una vez quitada con un cuchillo la baba negra que la cubre, rasparla fuertemente con un trozo de cuerno de chivo[6].


 
  1. Recogido por José Miguel de BARANDIARAN: LEF. (ADEL).
  2. Recogido por Eugenio LARRAÑAGA: LEF. (ADEL).
  3. Recogido por León BENGOA: LEF. (ADEL).
  4. Recogido por Gregorio BERA: LEF. (ADEL).
  5. Nitrato de plata, que se empleaba para quemar y destruir carnosidades.
  6. Ignacio Mª BARRIOLA, La medicina popular en el País Vasco, San Sebastián: 1952, p. 126.