Apéndice: Ritual de la bendición de la madre

De Atlas Etnográfico de Vasconia
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El rito tiene su origen en la ley judía que imponía a la madre de un primogénito un periodo de cuarenta días de purificación (Levit. 12, 2-8) tras el cual tenía lugar la presentación del hijo a Dios. La purificación preceptuada no se relacionaba con una mancha interna sino con una impureza corporal o legal. Según la mentalidad religiosa judaica el parto, al igual que las menstruaciones o el derrame de semen (Levit. 15), eran considerados como una pérdida de vitalidad para el individuo, que por medio de ciertos ritos debía establecer su integridad y con ello su unión con Dios, fuente de la vida[1].

Esta práctica de purificación ritual de la madre se introdujo en la Iglesia ya en el siglo IV.

No siempre se comprendió este valor ritual y en ocasiones su infracción fue considerada pecado. Sin embargo, según la doctrina formulada por el Papa San Gregorio Magno en el siglo VII no puede atribuirse ninguna razón de pecado al parto ni por consiguiente se ha de prohibir a la que acaba de parir entrar en la iglesia a dar gracias a Dios[2].

Con todo la costumbre de no acceder a la iglesia después del parto hasta recibir la bendición se hizo general entre las mujeres cristianas y ha perdurado hasta mediados de este siglo.

Las fórmulas que utilizaba el Ritual Romano[3] no mencionaban para nada la cláusula de purificación, sí en cambio los sentimientos de alegría y agradecimiento de la madre. Tampoco contemplaba el Ritual la presencia del hijo en el acto, sin embargo es consignada en la mayoría de las localidades encuestadas; más aún, como se indicó en cada caso, popularmente el ofrecimiento del hijo ante el altar de la Virgen era una parte integrante de la ceremonia.

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Esta ceremonia consta de cuatro partes:

1. Si una puérpera después del parto, siguiendo la piadosa y loable costumbre, quisiera llegar a la iglesia para dar gracias a Dios por su sanación y pedir la bendición del sacerdote, éste revestido de sobrepelliz y estola blanca con el acólito que porta el recipiente de agua bendita debe salir al exterior de la iglesia; ella puesta de rodillas fuera de la puerta y teniendo en su mano una candela encendida es rociada con agua bendita por el sacerdote al tiempo que dice:

V. Adjutorium nostrum in nomine Domini (Nuestro auxilio es el nombre del Señor).
R. Qui fecit caelum et ten-am (Que hizo el cielo y la tierra).

A continuación recita el salmo 23 precedido y seguido de la antífona Haec accipiet: "Esta mujer recibe la bendición del Señor y la misericordia de Dios su Salvador porque ésta es la generación de los que buscan a Dios".

2. A continuación ofreciendo a la mano de la mujer el extremo de la estola la introduce en la iglesia diciendo "Ingredere in templum Dei, adora Filium beatae Mariae Virginis, qui tibi foecunditatem tribuit prolis" (Entra en el templo de Dios, adora al Hijo de la Bienaventurada Virgen María que te ha dado la fecundidad de la prole).

3. Una vez en el interior, ella se pone de rodillas ante el altar y ora dando gracias a Dios por los beneficios recibidos. El sacerdote dice: Kirie eleison. Christe eleison. Kirie eleison. Pater noster (en secreto).

V. Salvam fac ancillam tuam Domine (Salva a tu sierva Señor).
R. Deus meus sperantem in te (Dios mío porque espero en tí).
V. Mitte el Domine auxilium de sancto (Envíale Señor el auxilio desde tu santuario).
R. Et de Sion tuere eam (Yprotégela desde Sión).
V. Nihil proficiat inimicus in ea (Que el enemigo no saque provecho de ella).
R. Et filius iniquitatis non apponat nocere el (Y que el hijo de la iniquidad no se atreva a hacerle daño).
V. Domine exaudi orationem meam (Señor oye mi oración).
R. Et clamor meus ad te veniat (Y que mi clamor llegue hasta tí).
V. Dominus vobiscum (El Señor esté con vosotros).
R. Et cum spiritu tuo (Y con tu espíritu).

Oremos: Omnipotente y sempiterno Dios que por el parto de la bienaventurada Virgen María has convertido en alegría los dolores de las parturientas, mira con benignidad sobre esta sierva tuya que llega con alegría hasta tu santo templo para darte gracias y concédele que, después de esta vida, por los méritos de la intercesión de la bienaventurada María merezca llegar juntamente con sus hijos a las alegrías de la eterna felicidad. Por Cristo Nuestro Señor.

4. Luego asperja de nuevo con el agua bendita en forma de cruz diciendo: "La paz y la bendición de Dios omnipotente, Padre, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre tí y permanezca para siempre".


 
  1. Biblia de Jerusalén. Bilbao, 1967, pp. 118 y 122.
  2. Mario RIGHETTI. Historia de la Liturgia. Tomo II. Madrid, 1956, p. 1017.
  3. De benedictione mulieris post partum. Rituale Romanum. Tit. VII, cap. 3.