Apéndice: Seles en Vasconia1

De Atlas Etnográfico de Vasconia
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El origen de los seles se remonta a los albores de la historia. Su rastro documental aparece en la Cornisa Cantábrica a comienzos del siglo IX (Campóo, año 853). Sin embargo, a pesar de haber sido estériles en restos materiales, las primeras intervenciones arqueológicas realizadas en algunos seles, permiten considerar la posibilidad de que su existencia pueda datar de los primeros siglos de nuestra era y, por lo tanto, no sean un fenómeno de origen estrictamente medieval.

Los seles no son un fenómeno exclusivo de Vasconia, dado que hay seles en Cantabria y en Asturias, entre otros lugares. Por otro lado, fuera de la península existen recintos prehistóricos, como por ejemplo el de Abebury en Inglaterra, cuyo diámetro es igual al del sel común (290-330 m), lo cual plantea la posibilidad de que ambos fenómenos puedan tener lazos culturales comunes. Cabe señalar que, a pesar de compartir el mismo espacio, hasta ahora en ningún caso se ha hallado monumento megalítico alguno dentro del perímetro de un sel, pero sin embargo sí muy cerca. Precisamente sus dimensiones y el sistema de medición empleado para construirlos son algunos de los aspectos más desconocidos de los seles; no en vano antiguamente estos apartados eran frecuentemente motivo de pleitos y disputas. Nótese que cabe la posibilidad incluso de que algunos seles hayan pasado de ser octogonales o circulares a ser cuadrados.

Primeros indicios

Los primeros indicios documentales de la existencia de los seles en Vasconia pueden remontarse al siglo XI. En la reja de San Millán podrían aparecer en la forma -olha (Harriolha, Mendiolha, Olhaerrea, Olhabarri...), siempre y cuando se interprete este término en el sentido que tiene en suletino y roncalés, que es el de «cabaña», en estrecha relación con sel. Un documento de Roncesvalles del año 1284 indica que ol(h)a era sinónimo de bustaliza, y por lo tanto de sel, ya que en la lista de las bustalizas de Valcarlos aparecen Vaga olla, Iuan olla, Uriz olla, Çuaz olla beerecoa y Baga ola, entre otras.

Las fuentes escritas de los primeros siglos del segundo milenio dan buena cuenta de la importancia de los seles en aquella época, ya que a menudo eran objeto de donación o disputa entre las clases dominantes. Sabemos que se seguían construyendo seles el siglo XIV. Con el tiempo mucho seles fueron transformados en espacios agrícolas o de economía mixta (agricultura-pastoreo), especialmente durante el siglo XVIII. Entre otros factores, tuvo que ver en esta transformación el declive de las ferrerías. A lo largo de todo el siglo XIX y también durante la primera mitad del siglo XX, con la paulatina desintegración de una importante parte del espacio comunal de Vasconia, los seles van convirtiéndose en un fenómeno residual, que en la actualidad está ya prácticamente extinguido. Prueba de ello, los términos sel y saroe están ya casi totalmente fosilizados.

Etimología y sinónimos de sel

La etimología de la voz sel continúa todavía sin ser desvelada plenamente, aún cuando se da por sentado su origen prerromano. Su significado tendría que ver con el término red y su derivado redil y, por lo tanto, desde ese punto de vista, la palabra sel está estrechamente relacionada con majada (< lat. macula: «malla, red»). Algo similar sucede con la voz euskaldun saroe y sus variantes sarobe, saroi y saro, que también significan «majada». Sabemos que las majadas y los seles han estado íntimamente relacionados, pero, a pesar de ello, no son necesariamente términos con idéntico significado. Todos los seles tienen una o varias majadas, pero no todas las majadas están en seles.

Saroi-mugarria. Aizkorri (G), 1983. Fuente: José Zufiaurre, Grupos Etniker Euskalerria.

Existen varios sinónimos de la palabra sel, pero ninguno de ellos iguala la riqueza y precisión de su campo semántico. Al igual que las palabras, los seles no han permanecido inalterados a lo largo de la historia. Su evolución es reflejo fidedigno de la transformación del hábitat pastoril de Vasconia. En un principio pudieron ser claros en el bosque. En ese sentido, los seles son a menudo citados en la documentación medieval bajo la denominación de bustalizas, vocablo que puede hacer alusión a su pasado como lugares deforestados, probablemente con el fuego (< lat. bustum: «crematorio, quemado»). La relación de los seles con el fuego se hace patente también si se observa cómo han sido denominados los mojones de en medio de éstos. Además de ser conocidos con los nombres mojón centrical en castellano y artamugarri en euskera, los mojones del medio han sido nombrados también con los términos romances hoguera/hogar y piedra cenizal así como con las voces euskaldunes austarri y austerretza/austerritza.

A pesar de su probable pasado ígneo, con el tiempo los seles se convirtieron en manchas arbóreas para refugio del ganado. Es en ese punto donde están en consonancia con su sinónimo, probablemente de origen altoaragonés, cubilar, que a su vez proviene de la voz latina cubile («lecho»). En algunos documentos los mojones centricales se citan como centro de selva. Visto así, el sel era un recinto para la morada de los pastores y el ganado, es decir, donde el ganado mediaba, sesteaba y dormía; era el sitio donde los animales se protegían y se abrigaban en caso de tempestades. No era necesariamente donde pastaba el ganado, ya que tradicionalmente los pastos eran libres. Lo cierto es que sel y bosque están estrechamente relacionados. Durante mucho tiempo los seles han sido cotos de árboles en zonas comunales que, a menudo, han acabado indefectiblemente en la deforestación más absoluta, de la mano de actividades tales como el carboneo para las ferrerías.

Seles en el entorno comunal

Los seles pasaron de ser espacios donde, tal y como dictan las Ordenanzas guipuzcoanas de 1457, el ganado podía pastar libremente de sol a sol a ser propiedades privadas dentro de un entorno de uso comunal. De ahí que, en cierto modo, puedan ser explicados como un asentamiento de la trashumancia limitada; un primer paso del nomadismo al sedentarismo. Un lugar de explotación y asentamiento eventual de carácter ganadero, careciendo, al menos inicialmente, del sentido de lugar de ocupación humana de carácter permanente, aunque éste pudiera ser, en ocasiones, su destino final. Gracias a ellos el ganado del propietario podía gozar de todas las hierbas y aguas del contorno que llegaran a alcanzar desde el sel de sol a sol.

Vista aérea del puerto de Barazar (B), 1982. Las numerosas formas circulares responden a la ubicación de antiguos seles. Fuente: Archivo Diputación Foral de Bizkaia: cortesía de Juan José Agirre.

Teniendo en cuenta que es difícil el pastoreo de invierno en los pastos elevados de Vasconia, hecho este refrendado por la retirada de los rebaños a las zonas bajas en la época invernal, el sistema del pastoreo basado en seles de invierno y seles de verano constituía un sistema autónomo e integral (pastos veraniegos-pastos invernales). El sistema basado únicamente en seles de verano correspondía a un modelo mixto (pastos veraniegos-estabulación invernal). No es de extrañar, por lo tanto, que desde el comienzo de su andadura documental el término sel haya sido sinónimo de la voz braña (... braneas, pasqua quas vulgus dicit seles ...), que puede estar relacionada con la voz de origen latino *verania/*veranea: «pasto de verano».

Los seles han sido la unidad básica de la arquitectura del espacio comunal en el hábitat pastoril. Otras unidades como las pardinas y los ejidos no alcanzan ni la proyección ni la transcendencia que han tenido los seles. Un sel es una unidad de explotación, primero pastoril y con el paso del tiempo también forestal, que es complementaria al espacio comunal o monte franco. Era la base ganadera a la que estaban obligados a volver los rebaños, pero también la puerta que les permitía acceder al espacio comunal. Se trataba de un privilegio que otorgaba unos derechos pero, a la vez, era también un modo de regular la explotación de los montes y las zonas de pasto. Sel y monte comunal son dos caras de la misma moneda. Las palabra que mejor refleja esta acepción es sin duda la euskaldun gorta/korta, proveniente de la voz latina cohors, -tis (recinto, unidad) y probablemente relacionada con la voz andaluza «cortijo».

Ámbito de los seles en Vasconia

Existe constancia documental de que han existido seles en toda la vertiente cantábrica de la parte peninsular de Vasconia (incluida la zona de Valcarlos) y también en muchas zonas del norte de la vertiente mediterránea (estribaciones del Gorbea, Aramaio, Parzonería de Altzania, Aralar, Valle de Erro y Roncesvalles). En la parte continental sólo sabemos que el Fuero de Zuberoa del siglo XVI contempla derechos de pastoreo como el cayolar, término gascón (< couye: «oveja») equivalente al euskaldun olha. A pesar de que el cayolar u olha no tiene límites precisos, si tiene una extensión determinada o perímetro llamado bulta.

La toponimia es a menudo la única fuente de información que puede llegar a sustituir documentación escrita. De la mano de los nombres de lugar el investigador puede continuar trabajando allí donde, por desgracia, la tradición documental no llega. En el caso de los seles, las variantes del termino saroe que aparecen en la toponimia vasca, es decir saroi (Cuenca de Pamplona, Urbasa, Andia, Aezkoa), saro (sur de la Merindad de Ultrapuertos) y sare (Barranka-Burunda, Urbasa y Andia) permiten, por ejemplo, ampliar la mancha de seles de Vasconia hacia el sur y hacia el este en Navarra. Por otro lado, a pesar de que su presencia no es a menudo tan reveladora como la de saroe, de la mano de la forma -ola, podría extenderse más aún la zona de presencia de seles en Vasconia; hacia el sur en Álava (más allá de los Montes de Vitoria), hacia el norte en Lapurdi y hacia el este en Navarra (hasta el Valle de Roncal). En cualquier caso, la hipótesis de que la presencia de voces como saroe y ola en la toponimia indica realmente que hubo seles en dichas zonas está avalada por la existencia de majadas en ellas.

Quedaría excluida, por lo tanto, del área de seles de Vasconia la zona sur-sureste de Navarra y los extremos este y sur de Álava, donde en la mayoría de los casos no existe constancia de que haya habido refugios específicos ni para el ganado ni para el pastor fuera de los pueblos, sino más bien corrales cerca de las casas. De cualquier manera, todo apunta a que en dichas zonas el pastoreo en el exterior de los núcleos urbanos ha sido tradicionalmente sin estabulación y no ha exigido la atención constante del pastor.

A pesar de que su estudio puede contribuir notablemente a la comprensión del hábitat pastoril de Vasconia, los seles son un fenómeno relativamente poco estudiado, tal vez por su insignificancia material. Entre las investigaciones sobre los seles de Vasconia cabe destacar las realizadas por J. Arin Dorronsoro, M.R. Ayerbe, J.M. Barandiaran, J. Caro Baroja, J. Castro, R. Frank & J. Patrick, J.J. Lasa, S. Ott, F.M. Ugarte y L.M. Zaldua. Por lo que a los estudios lingüísticos se refiere merecen especial mención las aportaciones de K. Mitxelena y A. Irigoyen.


 
  1. Redactado por Luix Mari Zaldua para este volumen del Atlas Etnográfico de Vasconia.