Apéndice: Zantiratua

Zantiratua es una práctica popular que presenta tres componentes; uno empírico consistente en las friegas y frotaciones de aceite que se ejecutan con los dedos sobre la región lesionada; otro mágico al tratar de simbolizar la unión de la distensión mediante el cosido de un paño y un tercero religioso que hace referencia a las oraciones que se recitan durante la práctica y a las cruces que se trazan sobre la lesión.

Es aplicada fundamentalmente a las distensiones de tobillo y muñeca; a veces también a los casos de tortícolis. A juzgar por los lugares donde se ha registrado parece tratarse de una práctica vizcaina. Uno de los focos de esta costumbre lo constituían precisamente las poblaciones de Gernika, Ajangiz, Maruri, Gerrikaiz y Bedia[1].

Esta práctica recibe el nombre de zantiretua/ zantiritua en Abadiano, Bermeo, Busturia, Durango, Gorozika (B) y zanatena en Lemoiz (B).

El vocablo zain tiene en euskera el sentido de nervio, vena o raíz por lo que literalmente viene a significar estiramiento del nervio o de la vena, idea que concuerda con algunos de los tratamientos, ya que las frases y actos que se realizaban ante el enfermo indicaban que era éste el concepto que se tenía sobre la patología de la lesión[2].

Esta práctica presenta alguna constante más como el hecho de que haya sido realizada por mujeres. En las diferentes poblaciones en las que se ha recogido se repite además el uso de una planta que recibe el nombre de zanbedarra (literalmente hierba de tendón). En realidad se trata de al menos dos especies pertenecientes al género Plantago, que se caracterizan por tener hojas lanceoladas en cuyo envés se aprecian claramente las nervaduras que corren paralelas desde la base al ápice. Quizá tanto su nombre como su aplicación curativa radiquen en esa similitud entre sus nervios y las venas y tendones que recorren las extremidades humanas.

Zanbedarrak, llantenes de hoja alargada y de hoja ancha. Fuente: Dioscórides. Pedacio Dioscórides Anazarbeo, acerca de la materia medicinal y de los venenos mortíferos: edición de 1566. Madrid: Fundación de Ciencias de la Salud, 1999.

Según Barriola, si por un ejercicio violento o por cualquier otro motivo se presentaba un dolor muscular, el curandero diagnosticaba una distensión, zaintiratua, o el desgarro de las inserciones del tendón, zanetena. Parecería lógico pensar que tal desgarro podría repararse dando unos puntos que uniesen las partes separadas. Dado que esta operación resultaba imposible de practicar directamente sobre el mismo tendón o músculo, gracias a la magia de similitud, bastaba con que se realizase sobre un tejido cualquiera colocado sobre la lesión. Así, el zaintiratua se curaba dando puntos con una aguja y una hebra de hilo no anudada, con la que se atravesaba varias veces un lienzo, mejor un calcetín y no sólo para el caso de la pierna o el pie sino incluso para el tortícolis, mientras el curandero decía:

Zain tiratu
zain urratu
zaña bere tokian sartu.
(Tendón estirado/ tendón rasgado/ el tendón entra en su sitio).

La operación se terminaba recitando normalmente un Padre Nuestro, Ave María o Credo, según los lugares, y cubriendo el miembro con el mismo trapo, previa fricción, o con llantén, zainbedarra, empapado en aceite. En el caso del tortícolis al atravesar el lienzo con la aguja se lograba desatar el nudo que se había formado, más bien que “coser” la distensión[3].

En Abadiano (B) dicen que en algunos casos esta práctica va unida a algún masaje. En esta población aún existe al menos una mujer que la aplica y que la aprendió de otra. Dicen que cuando una persona enseña a otra esta práctica, la primera ya no puede seguir efectuándola. También aseguran que a menudo el lesionado acude sin poder posar el pie en el suelo y vuelve a casa caminando. Para llevarla a cabo se necesita un pañuelo, aguja e hilo y guardar silencio. Quien se ocupa de efectuarla empieza por santiguarse tres veces y después coge un pañuelo y con él hace tres cruces sobre la zona afectada. A continuación envuelve el miembro con el pañuelo y después de enhebrar la aguja, sin dar nudo, pasa ésta por el pañuelo poco a poco hasta tres veces mientras va rezando en voz baja. Para terminar hace tres cruces con el pañuelo, como al principio, y se santigua otras tres. Al concluir dice al afectado que debe dar limosna a un santo. Se asegura que la lesión requiere para curarse tanto tiempo como se ha tardado desde que se ha producido hasta realizar esta práctica.

En Etxano (B) cuando se tenía una distensión se acudía a una curandera. Ponía una cataplasma sobre la parte dolorida y la vendaba bien vendada. Enhebraba una aguja con un hilo especial que ella tenía y la pasaba entre la venda. Antes de hacerlo rezaba un Credo y una oración especial que sólo ella sabía. Terminada la oración, como ya se ha dicho, pasaba la aguja por la venda formando tres cruces y diciendo cada vez: “Sandiketu + sana urrutu + sana bere lekuen sartu”. Terminado esto el paciente se marchaba dándose por curado[4].

En Ajangiz (B) recogió Barandiaran en la segunda década del siglo XX de un afamado zantiretuzale, curandero de traumas, la siguiente fórmula de realizar el zantiretua o zanurratua. El curandero colocaba una media o calcetín de lana sobre el miembro herido, que atravesaba varias veces con una aguja e hilo haciendo ademán de coser mientras pronunciaba las siguientes palabras: “Zantiretu, zanurratu, zana bere tokian sartu” (Músculo estirado, músculo herido, métase en su lugar el músculo) y rezaba tres padrenuestros, avemarías y glorias a la Virgen. Después el paciente o quien le atendía debía frotar el miembro enfermo con aceite caliente[5].

En Arrankudiaga (B) había quienes tenían mucha habilidad para curar el zantiritua o “vena estirada”. Recogían dos hierbas llamadas zanbedarrak, literalmente hierbas de venas. Si aquel al que se le iba a aplicar el procedimiento era hombre se tomaban las de hojas anchas, y si era mujer las de hojas estrechas. Se echaba aceite en una sartén y se colocaba al fuego. Cuando empezaba a hervir se empapaban en este aceite las hojas y luego se colocaban donde estuviese el mal de manera que formasen una cruz. A su vez, con cada hoja se hacían tres cruces antes de dejarla sobre la parte dolorida, a la vez que se decían las palabras siguientes:

San + Tiritu
zana + urrutu
zana bere lekun + sartu.
(San Tiritu (santo)/ se ha salido la vena/ mete la vena en su sitio)

Una vez colocadas las hierbas se ataban con un pañuelo hasta el siguiente día, en que se repetía el mismo procedimiento. Al tercer día se realizaba por última vez con la completa seguridad de que al cuarto ya se habría curado el zantiritua. En esta localidad decían que San Tiritu era el santo que había arrancado la vena de su sitio[6].

En Lemoiz (B) las torceduras y luxaciones se curaban habitualmente haciendo zanatena. Se recogían siete o nueve hierbas, siempre un número impar, llamadas zanbedarrak, llantén, y se calentaban en una sartén con aceite. La curandera colocaba junto al contusionado un trapo rojo al que pasaba una aguja a la vez que decía:

Zanatenez
Zana urrutu
Zana bere lekun sartu.

Ponía las hierbas en forma de cruz sobre el miembro herido y de nuevo repetía la fórmula anterior. Finalmente procedía al vendaje sin deshacerse de las hierbas. A los tres días comenzaba a notarse la mejoría. Esta práctica perduró hasta los años cincuenta.

En Gorozika (B) para curar una torcedura, biurkada, se hace el zantiretua. En los últimos tiempos una mujer (Hilaria Pagay) se dedica a esta práctica en la localidad. Para empezar se santigua tres veces y otras tantas al final. Coloca un calcetín de lana encima de la torcedura, enhebra una aguja y pasando la misma por la prenda hace seis cruces de arriba abajo y de derecha a izquierda, repitiendo con cada una de ellas:

Zantiretu
zana urrutu
zana bere lekuan sartu.

Después templa hojas de llantén, zanbedarra, en aceite caliente, les quita la piel y las pone cruzadas encima de la zona dolorida. Tras santiguarse tres veces, el zantiretua está concluido. El afectado, una vez en casa, frota con aceite templado la zona lesionada y aprieta la venda que la cubre cuanto más fuerte mejor. Si guarda reposo se cura antes. Si para el tercer día no ha notado mejoría alguna, es señal de que no se trata de un zantiretua. Se conoce también otra forma de practicarlo, haciendo las cruces con juncos, ziriak, encima de la torcedura.

En Busturia (B) cuando se produce una torcedura de pie se coloca una hoja de zanbedarra (Plantago lanceolata) en cada dedo del pie y otra alrededor del talón. Después se venda todo ello. Las hojas de esta planta se calientan previamente en una sartén para poder quitarles los nervios. Según un informante si el paciente es hombre las hojas que se aplican son más alargadas mientras que si se trata de una mujer son más anchas. En el primer caso se trata de Plantago lanceolata y en el segundo de Plantago media.

En esta localidad el zantiretua se aplicaba cuando una persona o un animal se hacían una torcedura, biorkada, en una extremidad, o cuando se producía una hinchazón tras una caída. En cada barrio había una persona que conocía la práctica del zantiretua; últimamente es más difícil encontrar una experta. La mujer entendida en este menester tomaba un paño negro de lana y comenzaba a hacer cruces en la zona dañada o hinchada a la vez que decía:

Zan + tiretu
Zana + urrutu
Zana + bere lekuen sartu.

Tras esto se santigua tres veces y con la ayuda de dos dedos ata el paño de lana a la zona donde se ha producido la torcedura. Todo el proceso se repite una segunda vez y una tercera, tras lo cual se promete a Santa Mariñe que se le rezará una Salve. Por si el paciente no sabe rezar dicha oración, la curandera la recita en su lugar y mientras dura la plegaria sigue haciendo cruces. En Mundaka (B) el paño negro de lana se cose con aguja e hilo tras colocarlo sobre la torcedura[7].

En Bermeo (B) había dos mujeres que practicaban el zantiritua; una lo ejercía en el barrio de pescadores y la otra en el resto de la localidad. La primera comenzaba el tratamiento recitando la siguiente oración: “Santa Ageda gloriosea, azurrak eta mamiñak beran lekuan lotzeko grazia” (Santa Águeda gloriosa, dame gracia para volver a su sitio los huesos y las carnes). Luego tomaba entre sus dedos una porción de unos diez centímetros de la tira de cuero de una boina y con la misma, entre los dedos, hacía cruces en distintos puntos de la zona afectada, recitando rítmicamente la siguiente fórmula:

Zan-tiritu,
zan-urrutu,
zana beran lekuen sartun.
(Vena traccionada/ vena lesionada/ vena métete en tu sitio).

La segunda de las curanderas tomaba con sus dedos un poco de aceite vertido en un plato y friccionaba el tobillo afectado. A continuación se santiguaba tres veces y realizaba otra tanda de masajes, haciendo la señal de la cruz tres veces seguidas y repitiendo cada una de las veces la siguiente fórmula:

Zan-tiritu,
zan-urrutu,
zana beran lekuen gelditu.

La operación de santiguarse en tres ocasiones y hacer las tres cruces repitiendo la fórmula anterior se realizaba cinco veces seguidas durante tres o cinco días consecutivos. Terminada cada una de las sesiones vendaba el tobillo, debiendo mantenerlo así hasta la próxima sesión.

La primera de las curanderas no aplicaba ningún tipo de fricción limitándose a hacer nueve cruces y a rezar tres Padrenuestros y tres Ave Marías. Luego colocaba sobre la zona afectada un trapo empapado en aceite y vino y ordenaba guardar reposo absoluto, manteniendo el pie durante unos días estirado y apoyado sobre una banqueta. Repetía la práctica tres días consecutivos. Según esta informante los lesionados curaban o mejoraban ostensiblemente dentro de los tres días. En caso contrario se debía traer agua de mar o bien preparar en casa agua salada. Esta agua se calentaba, se empapaba un trapo con ella y se colocaba sobre la zona afectada al igual que con el aceite y el vino. Piensa que el vino reabsorbe la inflamación mientras que el agua de mar sirve exclusivamente para ablandarla. Varios informantes coinciden en que no debía utilizarse el alcohol para hacer estas friegas porque “no deja circular la sangre”. El zantiritu servía fundamentalmente para los esguinces de tobillo pero según una de las curanderas también se podía utilizar en las torceduras de muñeca o en los tirones musculares del cuello.

Zabala y Otzamiz-Tremoya recogió en Bermeo (B) en el segundo decenio del siglo XX que la distensión, zan tiretu, se curaba frotando tres veces el músculo distendido con una cinta de lana negra y recitando:

Zan tiretu,
zan urrutu,
zana bere lekura sartu[8].

En Maguna-Ibarruri (B), la curandera doblaba un delantal sobre el miembro dolorido y uno de los presentes rezaba el Credo al revés, mientras los demás recitaban alguna oración; luego el enfermo tenía que dar tres vueltas a un nogal, de izquierda a derecha.

En Mundaka (B), para curar la luxación, se daba a quien la padecía tantas fricciones como años tuviese[9].

En Orozko (B) los esguinces o torceduras, biurrak, se curan haciendo un conjuro conocido como zantiritua. Se practica principalmente en caso de esguinces, torceduras de muñecas y codos y luxaciones de hombros. Hoy en día esta práctica sigue vigente y aquellos a quienes se la han hecho están satisfechos de los resultados obtenidos. Según una de las informantes para llevarla a cabo se corta un hiladillo –cinta de algodón– de medio metro aproximadamente, y se coge por cada uno de sus extremos; manteniéndolo tirante y cambiándolo de posición se dibuja una cruz en el aire, sobre la zona lesionada, al tiempo que se dice:

Zan tiratu,
Zan apurtu,
Zan bere lekuan sartu.

Seguidamente se aplica el hiladillo sobre la zona afectada y se pasa una aguja como si se fueran a unir sus extremos mientras se reza un Avemaría. Se repite todo el proceso tres veces y durante tres días consecutivos.

Otra de las informantes señala que el daño no puede curarse sólo con palabras y que su padre hacía el zantiritua masajeando la zona afectada. Ponía a remojar llantén, zanbedarra, en un poco de aceite templado. Con él frotaba repetidamente el tendón siguiendo la dirección del mismo y apretando fuertemente con el dedo pulgar. El paciente ha de soportar el dolor. Seguidamente vendaba la zona con un trapo dejando en su interior el llantén. Esta operación se repetía tres días; el efecto era notable.

En Durango (B) se practicaba el zantiretua cuando se sufría una torcedura o esguince en la muñeca o en el tobillo. En la localidad había al menos dos mujeres expertas en hacer esta operación. Con el dedo pulgar untado en aceite practicaban un masaje sobre la zona dolorida mientras se decía por tres veces:

Zantiretu,
zana urratu
zana bere lekuen sartu.

Después se envolvía el tobillo o la muñeca con un paño negro, generalmente un trozo de media o de jersey, y se hacía un simulacro de coser la prenda con aguja e hilo.

En Bedarona (B) cuando alguien se torcía el pie se decía que se tenía un zaintiratua. Acudía a la curandera de Ispaster (B); también a una mujer de Ibarrangelu (B) que conocía esta práctica. Mientras hacían cruces con el dedo pulgar decían:

Zain tiratu
zain urratu
zana bere lekuan sartu.

El dolor desaparecía en unos días.

En Amorebieta-Etxano (B) sujetan la zona afectada con hilo de lana dándole forma de cruz y pasan una aguja con hilo a través de la misma describiendo a su vez una figura en cruz. Luego frotan con aceite tibio y a contrapelo la región lesionada.

En esta misma población se llevaba a cabo otra práctica diferente también de naturaleza creencial: se iba debajo de un nogal y con una azada se arrancaban las hierbas trazando una cruz; luego se daban tres vueltas al nogal y en cada una se hacía el signo de la cruz. Se frotaba la zona lesionada con aceite tibio de tal modo que el masaje se efectuase a contrapelo.

* * *
 

El zantiritua ha derivado en ciertos casos en una práctica médica empírica. En Arteaga (B) en caso de torcedura de tobillo o de un esguince se acude a donde una mujer de la vecindad que lleva a cabo lo que ella denomina anka trokatuena o zantiretua. Confirma que aprendió a su vez de otra mujer a curar los esguinces. Primeramente le da al paciente un toque del empeine hacia arriba y de inmediato diagnostica si se trata de trokatua o no. En el primer caso lo considera de su incumbencia; en el segundo manda al paciente donde el médico para que le haga una radiografía y le atienda. Para curar anka trokatua o zantiretua prepara una mezcla de aceite y vinagre y valiéndose de la yema del pulgar realiza frotamientos desde el centro del dolor hacia arriba, durante un cuarto de hora, lo que causa un dolor intenso al paciente. Luego le pone un vendaje no muy fuerte que debe llevar durante ocho días. Generalmente basta con una o dos sesiones; los casos más rebeldes requieren tres. Cuando la dolencia es más abajo del empeine como consecuencia de una caída o por secuelas de haber tenido el miembro escayolado utiliza el remedio de introducir el pie alternativamente en una palangana de agua fría con hielo y en otra de agua caliente. También aplica masajes a las torceduras de muñeca y a los casos de tortícolis, en este último caso las friegas las da con alcohol.

Recoge Barriola que según un curandero pasaitarra, la causa del zaintiratua era una retención de sangre por lo que el remedio más adecuado era el que la obligase a circular y nada mejor para ello que un buen masaje. Su eficacia aumentaba colocando luego el miembro afectado sobre un puchero para recibir el vaho de unas hojas de muérdago, miru-belarra, previamente cocidas. La operación concluía vendando bien la zona y acostando al lesionado muy arropado para que sudase[10].

A pesar de sus componentes mágicos la práctica del zantiretua descrita arriba sigue teniendo vigencia en las poblaciones rurales de Bizkaia.

También se ha recogido una práctica creencial en Liginaga (Z) para curar una torcedura o luxación, ziñhauzia, del pie. Se colocaba éste extendido y una viuda seria debía pasar tres veces por encima de él apoyando cada vez uno de sus talones sobre el miembro enfermo y haciéndole girar al mismo tiempo.


 
  1. José Miguel de BARANDIARAN. Mitología Vasca. Madrid: 1960, p. 44.
  2. Ángel GOICOETXEA. Capítulos de la medicina popular vasca. Salamanca: Instituto de Historia de la Medicina, 1983, p. 104.
  3. Ignacio Mª BARRIOLA, La medicina popular en el País Vasco, San Sebastián: 1952, pp. 85-86.
  4. APD. Cuad. 13, ficha 1255.
  5. José Miguel de BARANDIARAN. Diccionario Ilustrado de Mitología Vasca. Obras Completas. Tomo I. Bilbao: La Gran Enciclopedia Vasca, 1972, p. 212 (ter).
  6. Recogido por Francisco de SALAZAR: LEF. (ADEL).
  7. Cuentan en Busturia que un cura que decía que no debían realizarse tales prácticas permitió que una mujer se lo hiciera a él sobre una torcedura que no conseguía curar. Recuerdan que había otro cura que decía que tanto el zantiretu como las prácticas contra el mal de ojo, begizkune, estaban permitidas pero que otras prácticas como la de rezar las oraciones de atrás hacia adelante o de una manera enrevesada eran perjudiciales.
  8. Anjel ZABALA eta OTZAMIZ-TREMOYA. Historia de Bermeo. Tomo II. Bermeo: 1931, p. 430.
  9. Resurrección Mª de AZKUE. Euskalerriaren Yakintza. Tomo IV. Madrid: 1947, p. 262.
  10. Ignacio Mª BARRIOLA, La medicina popular en el País Vasco, San Sebastián: 1952, p. 86.