Aplicación de hiel, txerri-mina, y de otros productos animales

De Atlas Etnográfico de Vasconia
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En Apodaca (A) recuerdan que en la época de la siega y la trilla se solían pinchar con cardos. Para extraer sus espinas se consideraba que lo mejor era la hiel del cerdo. Cuando se hacía la matanza de este animal se le quitaba la hiel al hígado y se colgaba de un clavo en el portegado. Allí se secaba y se dejaba hasta el verano. Cuando se clavaban espinas en las manos se untaban con polvo de hiel, de este modo se ablandaban dichas espinas y al presionar la piel salían fácilmente.

En Amézaga de Zuya (A) las espinas y otros cuerpos extraños se extraían aplicando agua con alcohol quemado, aceite caliente o cerato; y los pinchos del espino albar (Crataegus monogyna), con la hiel del cerdo.

En Elosua (G) para extraer las espinas, arantzak, se frotaba bien con la hiel del cerdo y de este modo la espina salía. En Zerain (G) cuando se hace la matanza del cerdo se guarda la hiel, que se pone a secar. Cuando se introduce alguna espina u otro objeto se frota con ella y generalmente sale solo.

En Oiartzun (G) cuando alguno se clavaba un pincho en la piel y no podía sacarlo aplicaba un trocito de hiel, beazuna, sobre la herida y la cubría con una venda; al cabo de unos días extraía el cuerpo extraño[1].

En Allo (N) recuerdan que una persona de la localidad preparaba un ungüento para extraer los pinchos cuya composición mantenía en secreto; sus vecinos sólo sabían que utilizaba la hiel de los cerdos porque al hacer la matanza se la solían llevar a su casa. A cambio, cuando precisaban la pomada, acudían a pedírsela. En Izal (N) se recurría a la hiel de cerdo o de oveja.

En Améscoa (N) se considera que la hiel de cerdo es un remedio excelente para extraer las espinas o pinchos que se clavan en la carne, pero se asegura que tiene que proceder de un macho y no de una hembra. Cuando se mataba en casa se guardaba colgada del pilar de la cuadra. Si era necesario usarla se cortaba una chavetita, se mezclaba con un poco de aceite, se sobaba bien y se aplicaba sobre la parte en que se hallaba el pincho, vendándolo con un trapo.

En Donoztiri (BN) para extraer espinos y astillas de madera introducidas en la carne se colocaba encima un trozo de hiel de cerdo, xerri-mina, ya que se decía que tenía la virtud de tirar o atraer hacia sí tales cuerpos extraños. En Liginaga (Z) se ponía aceite en la herida y se tapaba con una venda o se cubría con una piel de serpiente o con urde-mina, hiel de cerdo. En Sara (L) para extraer briznas de helecho clavadas en la piel se aplicaba zerri-mina, hiel de puerco, preferentemente de cerdo, no de cerda, también manteca sin sal o un cocimiento de vino y aceite. En Azkaine (L) para las espinas clavadas recurrían a la hiel de cerdo, zerri-mina, a poder ser de cerdo macho, o también a un trozo de cuajar, gatzagiaren mamia.

Tanto en Apellániz (A) como en Vasconia continental en la parte donde se introducía un pincho se ponía un trozo de hiel de cualquier animal, en Lagrán (A) de cerdo macho[2] y en Ataun (G) de hiel de verraco, txerri ordotsaren beazuna, o tocino, urdai gizena, que servía para atraerlo y sacarlo.

En Moreda (A) también se aplicaba manteca de culebra. Se extraían de este reptil sus mantecas y se deshacían en un puchero o en un bote. Se tenían por un buen remedio para tratar heridas y sobre todo granos cicachones de hasta tres cabezas y para poner en forúnculos y zonas infectadas por pinches de espino que se clavaban en la piel.

En Viana (N) se aplicaba manteca de culebra que los hombres del campo guardaban metida en un cañuto de caña durante todo el año.

En Errezil (G) para curar la herida producida por una astilla o por árgoma, se le aplicaba encima piel de culebra untada de aceite[3]. Igual remedio se ha constatado en Vasconia continental[4] y en Ataun (G) donde también se recurría a la piel de serpiente, sugeen azala. A la mañana siguiente, por una especie de ósmosis, la espina comenzaba a asomar y podía ser extraída. En Azkaine (L) si se introducía una astilla en la piel y no se podía sacar, al acostarse se envolvía la zona donde se hallase con la piel de una culebra. Para la mañana siguiente la astilla salía de por sí. Iribarren consignó en los años cuarenta que un pastor bardenero (N) les explicó que el mejor remedio para sanar la herida de espinas y astillas era la grasa de reptil, la expresión utilizada fue: “sain de culebra, lo mejor que hay pa las punchas y los tarronclos[5].

En Lezaun (N) se aplicaba tocino gordo salado, cebolla asada y piel de culebra colocada directamente.

En Zerain (G) se frota con manteca de cerdo la zona donde está alojada la espina y se deja un poco de la misma recubriéndola. En Elosua (G) también se aplicaba seso de cerdo.

En Izurdiaga (N) si la herida se había infectado se solía colocar sobre la misma bazo de cerdo previamente calentado.


 
  1. Recogido por Florencio PORTU: LEF. (ADEL).
  2. Gerardo LÓPEZ DE GUEREÑU. “La medicina popular en Álava” in Homenaje a D. Joaquín Mendizabal Gortazar. San Sebastián: Museo de San Telmo, 1956, p. 266.
  3. Resurrección Mª de AZKUE. Euskalerriaren Yakintza. Tomo IV. Madrid: 1947, p. 235.
  4. DIEUDONNÉ. “Medécine populaire au Pays Basque” in Gure Herria. Tomo XXVI. Bayonne: 1954, p. 196.
  5. José Mª IRIBARREN, Retablo de curiosidades: zambullida en el alma popular. Zaragoza: 1940, p. 235.