Arreglo de los caminos mortuorios

Los caminos mortuorios se mantenían generalmente en buen estado. Su arreglo se llevaba a cabo en régimen de trabajo vecinal, auzolana. Se han constatado dos procedimientos que se utilizaban para tenerlos a punto. El más común era que, producida la muerte en un vecindario, las casas que compartían un mismo camino lo revisaban y desbrozaban en su caso la maleza. El otro sistema era arreglarlos conjuntamente con los caminos vecinales y en la misma época.

En Aramaio (A), al producirse el fallecimiento de un vecino, entre las obligaciones del primer vecino, auzo urrena, de la casa mortuoria, estaba el inspeccionar el estado en que se encontraba el camino funerario, guruzbidea. Si no gozaba de la dignidad requerida era de su incumbencia organizar el trabajo vecinal, auzolana, para dejarlo adecuadamente arreglado. Si los vecinos más próximos no podían encargarse de esta labor, corría de su cuenta el encontrar quienes lo hicieran por ellos.

En Zeanuri (B) arreglaban el camino mortuorio, andabidea, de las casas de la vecindad en el momento en que se producía un fallecimiento.

En Gatzaga (G), llegado el momento de una conducción, eran los vecinos más próximos a la casa del difunto los encargados de la limpieza y de realizar las pequeñas y provisionales reparaciones del camino. El trazado sólo se podía alterar con el consentimiento de todos los vecinos y no estaba permitido destruirlo ni utilizarlo de ninguna manera[1].

En Lemoiz (B) las casas que llevaban sus muertos por un mismo camino lo conservaban en buen estado. En primavera lo arreglaban y en compensación eran obsequiados por el ayuntamiento con bacalao, pan y una cántara de vino.

Crucero. Berriz (B). Fuente: Archivo Fotográfico Labayru Fundazioa: José Ignacio García Muñoz.

En Ataun (G), en los años veinte, apenas se hacía caso de los caminos funerarios, gorpuzbideak, para el traslado del cadáver. No obstante, cuando se trataba de repararlos, era costumbre invitar a que tomaran parte en los trabajos a aquellas familias cuyos difuntos habían sido conducidos por ellos en otro tiempo[2].

En Bermeo (B), en tiempos pasados, la prestación del trabajo tenía un día señalado para llevarlo a cabo y era la víspera de San Juan. Más modernamente exigían vino al municipio como recompensa de su trabajo[3].

En Amorebieta-Etxano (B) se ha recogido que existía la obligación de cuidar y limpiar periódicamente los caminos funerarios, andabideak, en régimen de trabajo comunitario vecinal, auzolana. También en Elosua[4] (G) existía la misma costumbre y la reparación se efectuaba enviando cada caserío un representante suyo para realizar la labor que se lleva a cabo sin compensación económica.

En Urnieta (G) la reparación de los caminos funerarios estaba encomendada a los vecinos y solía realizarse en los primeros días de setiembre. Demandaba de las casas la misma respuesta que los restantes trabajos vecinales, que se denominaban araldiak.

En Oñate (G), tanto los particulares como el vecindario debían respetar los caminos funerarios porque cada uno tenía derecho a llamar a los vecinos para el arreglo del mismo. El síndico del ayuntamiento era el designado para reconocer el kurtzebidea en cada casa. En los años veinte, el ayuntamiento otorgaba un cuartillo de vino a los vecinos en los días que se dedicaban a estas labores vecinales[5].

En Eskoriaza (G) era el alcalde de barrio, auzo-alkate, el encargado de mandar y revisar que se arreglara el kurtzebidea, camino de la cruz, para impedir que se tomara otra ruta para el cementerio o para la iglesia[6].


 
  1. Pedro Mª ARANEGUI. Gatzaga: una aproximación a la vida de Salinas de Léniz a comienzos del siglo XX. San Sebastián, 1986, p. 414.
  2. AEF, III (1923) p. 117.
  3. Bonifacio de ECHEGARAY. “La vecindad. Relaciones que engendra en el País Vasco” in RIEV, XXIII (1932) p. 395.
  4. Luis Pedro PEÑA SANTIAGO. “Ritos funerarios de Elosua” in AEF, XXII (1967-1968) p. 183.
  5. José A. de LIZARRALDE. “Villa de Oñate” in AEF, VII (1927) p. 100.
  6. Bonifacio de ECHEGARAY. “La vecindad. Relaciones que engendra en el País Vasco” in RIEV, XXIII (1932) p. 395.