Ascensión del pastor en solitario o acompañado

De Atlas Etnográfico de Vasconia
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En la mayoría de las poblaciones encuestadas en las que ha existido un tipo de pastoreo en el que el pastor vivía permanentemente en el monte en una chabola o al menos tenía que dormir junto a sus ovejas, éste permanecía solo o a lo sumo en compañía de otros pastores pero nunca de su familia. Como consecuencia de ello cada cierto tiempo se desplazaba a su hogar para aprovisionarse o un familiar ascendía hasta donde se hallaba con idéntica finalidad. Se han registrado unos pocos casos en el que la familia al completo acompañaba al pastor y vivía junto a él en la montaña; algo más frecuente ha sido la costumbre de que algunos familiares le ayudasen a subir las ovejas a los pastos altos y a veces a acondicionar su residencia temporal, regresando después a su hogar.

En Otsagabia (N) al subir a los pasturajes de las bordas durante el verano, antiguamente los pastores llevaban allí a su familia, así como a todos los animales (cerdos, gallinas, etc.) y dejaban la casa cerrada. Antes de subir al monte el pastor y su familia fabricaban los panes para toda la semana y preparaban los comestibles necesarios. Los sábados bajaban para poder oír misa al día siguiente. De nuevo preparaban la comida para toda la semana y volvían a subir. Cuando se realizó la encuesta, en los años cincuenta, apenas se daban ya casos de éstos, las familias enteras subían a las bordas para algunos días pero no con la regularidad de los antiguos[22].

En Urbia-Oltza (G) a mediados de los años cincuenta hay constancia de que casi todos los pastores subían con sus familias.

En el Aralar guipuzcoano antiguamente también subía la familia. Hoy en día cuando los hijos de los pocos pastores que hay casados están en edad escolar, su madre los lleva a la chabola a que pasen unos días durante las vacaciones, pero no los casi seis meses que el pastor vive en la majada. Antaño sí que permenecían en el monte pero porque los niños se escolarizaban tan sólo de los siete a los doce años y algunos incluso menos.

En Allo (N) los pastores no llevaban más compañía que los perros, aunque a veces los acompañaba algún hijo o zagal que hacía de cabañero.

Como se ha indicado antes, en alguna ocasión un familiar acompañaba al pastor durante la ascensión del rebaño para ayudarle a guiar las ovejas, pero una vez concluida esta labor regresaba a casa. En Zunharreta (Z) una o dos personas le acompañaban en la subida, la mayoría de las veces su esposa u otros miembros de la familia, pero después él se quedaba solo.

Estos familiares podían permanecer en los pastos altos durante algunos días mientras colaboraban en el acondicionamiento de la chabola. En Zeanuri (B) podían subir acompañados de algún familiar para que los primeros días les ayudasen a arreglar la chabola, pero una vez finalizados estos trabajos permanecían en el Gorbea sólo ellos.

En la mayoría de las poblaciones encuestadas los pastores eran los únicos que subían con los rebaños, viviendo en el monte en similares condiciones de soledad. Así se ha constatado en Aramaio (A); Orozko (B); en el entorno del Izarraitz (G); Améscoa y Roncal (N). En Ernio (G) lo hacían así ya que las cabañas estaban construidas para que viviese únicamente el pastor.

Aunque éste permaneciese solo junto a su rebaño no estaba completamente aislado ya que periódicamente debía regresar a su casa a por provisiones.

En Ayala (A) durante el tiempo que permanecía en la sierra vivía solo en la cabaña o acompañado por otro pastor, nunca con la familia. Solamente bajaba a casa aproximadamente cada ocho días para aprovisionarse de comida. Cargaba en sacos patatas, tocino y talo y cuanto más transportase menos viajes tendría que realizar.

El pastor de Gorbea (B), que en los años veinte vivía en el monte desde el mes de mayo hasta el de octubre, ambos inclusive, regresaba a su casa todas las semanas para mudarse de ropa y acarrear diez libras de harina de maíz con la que hacer talos, ya que no llevaba a su familia a la txabola, a diferencia, por ejemplo, de lo que sucedía en Urbia.

Con idéntica finalidad a veces era uno de la casa el que llevaba las provisiones al pastor. En Arraioz (N) una vez por semana, un miembro de la familia solía llevarle la comida utilizando para ello un burro, que además le servía para bajar el queso que hubiese elaborado.

En Zunharreta (Z) durante el tiempo que permanecía en la montaña apenas bajaba; otra persona, normalmente un familiar, subía con un burro cada quince días aproximadamente para llevarle provisiones, sobre todo harina para hacer talo y vino.

En la actualidad, como se indica en otros apartados de este capítulo, el pastoreo ha experimentado importantes transformaciones hasta el punto de que ha descendido notablemente el número de pastores que pernoctan junto a su ganado en el monte.

En Araia (A) hoy en día ya no duermen en las chabolas, ni llevan los instrumentos necesarios para elaborar el queso y mucho menos a sus familias.

En Ayala ahora gracias a las pistas que se han abierto en los montes y a la posesión de vehículos todoterreno, los pastores bajan a sus casas cuando quieren. Éste ha sido el principal motivo de que se abandonase el pastoreo tradicional en el que el dueño del rebaño lo acompañaba continuamente y lo conducía a unos y otros pastos. Cada vez son más los que dejan sus ovejas en la sierra vigiladas por mastines y aprovechan para dedicarse a trabajar en otras cosas. El problema surge cuando el lobo ataca los rebaños sin la guarda del pastor. A pesar del descenso de la costumbre de permanecer en el monte, en el Aralar guipuzcoano los pastores continúan con su modo de vida tradicional y siguen viviendo en las majadas durante periodos de tiempo que, como se indicó antes, casi llegan a los seis meses.