Blanqueo. Egozketa

En Zeanuri (B) estas madejas de hilo crudo se sometían a varias coladas para que el hilo ablandara, bigundu, y adquiriera un color blanco, zuritu.

La colada, bogadea, era una operación doméstica de lavado de ropa blanca, erropa zurie: sábanas, izerak; camisolas, kamisek; fundas de almohada, almuda-azalak; etc. Ordinariamente la colada se hacía cada quince días.

Se utilizaba para esta operación un gran recipiente a modo de medio barril, tinekue, confeccionado con tablas ceñidas por dos o tres aros metálicos. Abierto por arriba tenía en su parte lateral inferior un agujero para la salida del agua. Esta salida se obstruía con un trapo, sorkie.

Este medio barril iba apoyado sobre una piedra plana y redonda, tinapekoa, que tenía un rebaje en su parte central con un reborde por toda su circunferencia. Estaba provisto por un saliente en canal por donde salía el agua de la colada.

En vez de esta base de piedra, servía también de soporte un balde más ancho y bajo, también de madera sobre el que se colocaban dos tablas que soportaban el barril, superior, tinekue.

Al igual que en la colada de la ropa blanca, se enjabonaban las madejas de hilo y se colocaban en la tina plegadas ordenadamente. En el fondo de la tina se ponían manojos de paja para que las madejas no tocaran la madera. Una vez llena la tina se colocaba un lienzo de lino, “ehunezko haus-trapue”, que solía ser un trozo de sábana rota.

Sobre este lienzo se ponía una capa gruesa de ceniza limpia del hogar, “surteko hauts garbia” que se solía guardar en el cenicero, hautsontzie, de la cocina, bajo el fregadero, harripean.

Se calentaba agua en las llamas del hogar, supuruen, y se comenzaba a derramarla por encima de la capa de ceniza. Primeramente el agua era templada. Cuando esta salía por el orificio de la base de la tina se llevaba al fuego a calentarla y se vertía de nuevo sobre la capa de ceniza. Se repetía esta operación varias veces, con el agua cada vez más caliente. Al final se vertía sobre la colada el agua hirviendo, ura irikiten, de modo que la colada se cocía, egosi. En esta agua caliente se introducían hojas de laurel, ereiñotza, para perfumar la ropa. El agua resultante del proceso de la colada se llamaba lexia, (lejía) y se utilizaba para hacer una limpieza general garbi-ikuzia de los suelos y muebles de la casa.

Una vez enfriadas las madejas, se aclaraban en agua y se extendían o se colgaban al sol para que se secaran y se blanquearan.

Esta operación de colar, aclarar y secar se repetía cuantas veces fuera necesaria, “zelan zurituez, halan barriro”, hasta que las madejas adquirieran la blandura y la blancura deseadas. En Ataun (G) el blanqueo del hilo recogido en madejas, matazak, se efectuaba mediante coladas. Para la colada utilizaban dos tinajas: arra tzalde y tiña. La tinaja, arratzalde, era construida con corteza de árboles, ordinariamente de tilos jóvenes descortezados a fines de junio. En un documento del año 1659 se dice: “sacar en fresnos y en otros árboles cortezas para hacer coladeras de legía”. La tina se hacía con troncos de roble o haya. En el fondo de la tinaja superior colocaban una capa de paja o de helecho y sobre ella las madejas de lino. Colocaban luego un lienzo, hauts-trapua, y sobre él ceniza del hogar, “sukaldeko hauts gordiñe”, y una ramita de laurel para perfumar la colada. Cuando no había suficiente cantidad de ceniza en casa, caso muy frecuente, se solía pedir en la vecindad con frases casi formularias. Se daba la ceniza sin excusa.

La ceniza se medía por paladas, talaburnikadak, y se acostumbraba llevar en caldera de cobre colocada sobre la cabeza. La casa más nombrada solía ser la que tuviese más madejas. La colada recibía el nombre de lixubea, palabra derivada de la latina lixivia. Al agua de la colada la llamaban erraure (erre-auts-ure = agua de cenizas). Se comenzaba echando agua templada y, poco a poco, cada vez más caliente, hasta llegar casi a hervir. El agua, filtrándose por la ceniza, descendía a la capa de madejas y, atravesándola, corría al fondo, donde era recogida para ser calentada y utilizada de nuevo. En cada colada solían echar unos 45 baldes de agua. Después de la primera colada se secaban las madejas y volvían a ser colocadas en la tinaja con ceniza nueva, y tenía lugar la segunda colada. Y se repetía la tercera.

En Urdiain (N) a la colada la denominaban lixiba. Las madejas se cocían filtrando el agua caliente entre la ceniza, que actuaba de detergente. Se sometía a tres coladas, al cabo de las cuales se aclaraba con agua. Si todavía persistía el tono crudo, se corregía en sucesivas lavadas. Una vez cocidas y lavadas las madejas con agua limpia se procedía al secado del hilo en los prados o en las eras con el fin de conseguir mayor blancura[1].

En el Valle de Carranza (B) una vez hilado el lino y formadas las madejas, las hervían en una caldera para limpiar y decolorar el hilo; después de hervidas, lavadas y secas se llevaban a casa del tejedor.


 
  1. ETNIKER EUSKALERRIA. “Lavado de la ropa” in Casa y Familia en Vasconia. Bilbao: 2011, pp. 653-664.