Bueyes

La alimentación de los bueyes ha tenido algunas particularidades dentro del ganado vacuno. Al tratarse de animales empleados como fuerza de tiro en las labores del campo se ha esmerado su alimentación al objeto de que resistiesen su dura labor y no enfermasen. Además ha sido habitual que las parejas de bueyes de buena estampa fuesen motivo de orgullo de sus propietarios por lo que algunos, sobre todo si disponían de recursos económicos, sobrealimentaban a estos animales con el fin de producir admiración y envidia entre sus vecinos.

En Apodaca (A) a los bueyes se les daba de comer pronto por la mañana, antes de que amaneciese en tiempos de siembra o de cosecha. Procuraban piensarlos una hora antes de juncirlos para que les diera tiempo a rumiarlo bien. Se les suministraba paja con harina de menuncias; primero se ponía la paja en el pesebre con la ayuda de un cesto, luego con un cubo de agua se mojaba un poco salpicando con la mano. A continuación se vertía la lata de harina como de dos o tres kilos y se revolvía con las manos. Por el mediodía y por la noche se hacía lo mismo. Si la pareja no tenía que trabajar, al mediodía se les proporcionaba hierba seca. En invierno, como muchos días no salían de la cuadra, se les daba remoyuela mezclada con harina.

En Urkabustaiz (A) se les echaba de comer por la mañana antes de comenzar la labor para que pudiesen rumiar. La alimentación era a base de alholva molida, es decir, menuncias, con agua y paja. Se les echaba la paja y se mojaba con un cubo de agua. Luego se vertían las menuncias o harina y se removía todo con la mano. La harina podía hacerse también a base de habas, cebada, etc., todo ello molido. A la paja y la hierba se les denominaba bastimiento. También se les daba alcacer, es decir, alholva en rama sin trillar, que se secaba en verde. Éste era considerado un alimento «fuerte». Al mediodía se les llevaba la hierba en un saco y mientras el amo realizaba otras labores o comía, se soltaba a los animales y se les daba bastimiento. Además se les proporcionaba alfalfa y habas, «para hacer sangre», es decir, coger fuerzas; también menuncias, o sea, cereal de casa y harina; y habas en remojo para los bueyes que tenían que trabajar o padecían de problemas en la dentadura. El centeno que se utilizaba para atar el trigo también era muy bueno para los bueyes. En otoño y primavera había que proporcionarles mucho alimento, por eso había un cerrado reservado para ellos.

En Valderejo (A) se les suministraba empajada, esto es, se colocaba la paja en el pesebre, se humedecía con agua y se le añadía harina por encima. También se les daba menucia: alholva, yeros[1], riclas, hierba, esparceta, habas, etc. En Berganzo (A), para que realizasen los trabajos, se les daba harina de yero o ricas.

En Améscoa (N) estos animales ocupaban el mejor sitio del corral y para ellos se reservaban los mejores alimentos. Comían casi toda la alholva, que se cortaba en verde, se curaba al sol y al aire y se agavillaba. También se les proporcionaba abundante yero molido y mezclado con otras harinas (el zaldane), todo ello revuelto con paja.

En Amorebieta-Etxano, Urduliz y Fruiz (B) se ha constatado que se les daban habas y en Elgoibar (G), de vez en cuando, un poco de hierba verde, puesto que se les alimentaba principalmente con hierba seca, paja y pienso.


 
  1. En esta población alavesa se ha recogido un refrán alusivo a la costumbre de alimentar los bueyes con yeros: «Cada cosa para lo que es y los yeros pa los gües».