CAMINOS MORTUORIOS. HILBIDEAK/eu

De Atlas Etnográfico de Vasconia
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Su arreglo estaba al cuidado del vecindario que los reparaba periódicamente o cuando se producía una defunción, en régimen de trabajo vecinal, auzolana.

Se desconoce el origen exacto de la costumbre de utilizar los caminos funerarios que ha estado extendida en otros países y lugares[1]. Bonifacio de Echegaray[2] enunció una hipótesis que se podía establecer por analogía con otros pueblos. Cuando se hizo preciso inhumar los cadáveres en lugar común para todos, alejado del suelo doméstico, la ruta trazada por los difuntos en su viaje postrero marcó la senda que mantenía el enlace de los vivos con los difuntos y así se supuso que se prestaba el acatamiento debido al precepto que exigía la proximidad del hogar y del sepulcro.

José Miguel de Barandiarán[3] enunció una teoría semejante. En tiempos pasados la tumba estuvo unida a la casa pero con el cristianismo el panteón se separa del hogar para ocupar un lugar junto a las de otras casas en el templo común o en su derredor. La sepultura continuó adscrita a la casa y ligada con ella también por el camino de conducción, elizbidea, hilbidea o zurrunbidea.

Cada casa o caserío tenía su camino de conducción porque, según se dice, por él antiguamente fue llevado el primer difunto de la casa.

  1. H. POLGE. “Andabidia” in CEEN, X (1978) pp. 17-19. Citando a C. Dangé aporta los nombres recogidos en Gascogne de “camín iglesian”, camino de la iglesia, y “camín mortau”, camino mortuorio. En el siglo XIX en los catastros de Gascuña central figura “chemin des morts”, camino de los muertos. En Alta-Garona está atestiguado “camín mourtau”; en Périgord “camí dei morts”; en Bretaña, Charente, Gironde, Pirineos Orientales, etc., “vieux chemin”.
  2. Bonifacio de ECHEGARAY. “Significación jurídica de algunos ritos funerarios del País Vasco” in RIEV, XVI (1925) p. 220.
  3. José Miguel de BARANDIARAN. Estelas Funerarias del País Vasco. San Sebastián, 1970, pp. 45 y 47.