Camino del baptisterio

De Atlas Etnográfico de Vasconia
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El sacerdote poniendo la extremidad de la estola sobre el niño en señal de aceptación lo introducía en la iglesia diciendo:

N., Entra en la casa de Dios, para que tengas parte con Cristo en la vida eterna.

Una vez dentro de la iglesia el sacerdote y los padrinos en nombre del niño recitaban el credo y el padrenuestro. Este rito se llamó antiguamente "entrega del símbolo (de la fe)"y venía a ser el resumen de las enseñanzas (catequesis) que había recibido el catecúmeno sobre el credo; otro tanto significaba la "entrega de la oración dominical" o del padrenuestro. Mediante estas entregas se expresaba que la Iglesia es una comunidad de creyentes y una familia que invoca a Dios como a padre.

En la cultura popular se creía que uno de los cometidos más importantes del padrino era esta recitación del credo: tenía que recitarlo correcta e íntegramente para que el niño no saliera travieso o defectuoso. Al hablar más adelante del padrinazgo se recogerán las creencias sobre este punto.

Tras estas recitaciones venía un tercer exorcismo al que seguía la apertura de sentidos.

Este rito evocaba el gesto de Jesús cuando curó al sordomudo. El sacerdote con el dedo pulgar humedecido con un poco de saliva tocaba las orejas y la nariz del niño para que sus oídos se abrieran a la palabra de Dios y pudiera percibir el buen olor de Cristo.

Mientras hacía esto decía: Ephpheta, esto es Abríos. Y al tocar la nariz: En olor de suavidad.

Venían a continuación las renuncias del catecúmeno. El sacerdote dirigiéndose al diablo le increpaba:

Tú demonio huye pues se acerca el juicio de Dios

A continuación preguntaba nominalmente al catecúmeno:

N., ¿Renuncias a Satanás?

Los padrinos en nombre del niño respondían:

Sí renuncio.

El sacerdote:

¿Ya todas sus obras?

Los padrinos:

Sí renuncio.

El sacerdote:

¿Y a todas sus seducciones?

Los padrinos:

Sí renuncio.

Tras esto el sacerdote ungía al niño con el óleo de los catecúmenos que el obispo bendecía en la catedral el Jueves Santo. Esta unción se aplicaba sobre el pecho y la espalda significando que el catecúmeno venía a ser un atleta que había de alcanzar la victoria mediante la cruz.

En este momento solía intervenir la comadrona o la mujer que había llevado al niño; lo tomaba de nuevo en sus brazos y sentada en una silla le aligeraba sus ropitas de modo que pudiera recibir esta unción (Bernedo-A; Durango, Orozko, Zeanuri-B; Donostia-G; Lezaun-N). El sacerdote untaba con el óleo santo su dedo índice y trazaba con él el signo de la cruz sobre el pecho y la espalda del niño diciendo: Yo te unjo + con el óleo de la salva-

en Jesucristo, Señor Nuestro + para

que poseas la vida eterna.

Aquí terminaba la parte que significaba el periodo catecumenal. El sacerdote dejaba la estola morada, se colocaba la estola blanca y todos accedían al baptisterio.