Casas de pescadores

En el segundo decenio del siglo XX, Joaquín de Yrizar señalaba que las casas vascas de pescadores eran inconfundibles. Podían ser bajas, para una sola familia, o de varios pisos, siempre con grandes balcones que ocupaban toda la anchura de la fachada y de los que colgaban sus inmensas redes. El tejado a dos aguas, prolongando a veces uno de los faldones para cubrir los pintorescos agregados[1]. Esta sucinta descripción sigue siendo válida porque las casas son las mismas si bien ya no cuelgan las redes de los balcones y las viviendas han sido reformadas internamente.

La descripción más detallada de los pueblos costeros guipuzcoanos que se ha realizado en nuestros días no difiere del modelo de Yrizar. La escasa superficie y lo accidentado del terreno obligó a la disposición de casas en hileras con una o dos calles paralelas a la orilla del mar, siguiendo las curvas de nivel de las laderas de los acantilados o bien obrándose en planos de diversas alturas. No obstante en algunas localidades que cuentan con superficies más amplias las viviendas de los pescadores están diseminadas entre las restantes del núcleo urbano.

El tipo de vivienda más frecuente lo constituyen casas de mampostería altas y estrechas, con entramados de madera y vistas al puerto. Los pisos están separados por escaleras de madera de un solo tramo, apoyadas en las medianerías laterales, de modo que cada piso empieza en la crujía delantera y termina en la fachada posterior recorrida por una balconada cerrada de madera o mirador. Las plantas son rectangulares y muy desarrolladas en profundidad, y en ellas se disponen las estancias que podemos encontrar en cualquier otro tipo de vivienda. El tejado es a dos aguas y, generalmente, con el caballete paralelo a la fachada. Tejas tumbadas en hileras horizontales en los muros o medianeras para protegerse de la lluvia. Las fachadas son recorridas por balcones, miradores o galerías de madera, pintadas con colores vivos que les dan un aspecto pintoresco. Hay otro tipo de casas de parecidas características pero de menor altura. Cuentan con dos o tres plantas y casi siempre son de carácter unifamiliar, habitadas por armadores o arrantzales. La planta baja está destinada a almacén y la segunda y tercera a vivienda[2].

En Lekeitio (B) las casas de pescadores están apretujadas unas contra otras y son, por regla general, más altas que anchas, estando la fachada principal, sobre todo, provista de numerosas ventanas y balcones. En las que dan al muelle se han sustituido los balcones por miradores con merma de su sabor tradicional. El tejado suele ser a dos vertientes en situación anteroposterior. Las escaleras que dan acceso a las viviendas son de madera y muy empinadas, en los años sesenta había un caso de escalera exterior de piedra.

En estas casas lekeitiarras de pescadores cada piso consta generalmente de un pasillo que va desde la puerta de entrada hasta una amplia habitación situada al lado opuesto de la casa y donde nunca falta un balcón con magníficas vistas al exterior. A ambos lados de dicho pasillo se hallan los restantes huecos de la vivienda en los que muchas veces hacen de puerta blanquísimas cortinas de tela. Arranegi es la médula del barrio de pescadores y se sitúa en un plano más elevado que el del muelle, quedan a este lado sótanos situados bajo la planta baja de las casas –al nivel de la calle– que suelen estar destinados a bodegas o almacenes de útiles para la pesca, tabernas, etc.[3]

Casas de pescadores. Ondarroa, 1950. Fuente: Archivo Fotográfico Labayru Fundazioa.

En Hondarribia (G) las casas de dos plantas se presentan alineadas en tres hileras paralelas al malecón que bordea la ría. En Pasai Donibane y Pasai San Pedro (G) alternan casas bajas y altas, dispuestas en dos hileras paralelas, entre las que discurre una calle. En el pequeño puerto pesquero de Donostia existe una muestra de arquitectura popular con sus blancas casas de dos pisos sobre una galería que transcurre debajo de ellas. En Orio, Zarautz y Getaria (G) sus mejores condiciones naturales permitieron que las casas pudieran expandirse en otras direcciones. En Getaria son casas de tres plantas, de estrechas fachadas y alero de bastante vuelo, se caracterizan porque sus pisos van escalonados, volando un palmo sobre las inferiores. De Deba, Zumaia y Mutriku (G) los ejemplares más puros de arquitectura popular se encuentran en Mutriku[4].

Por lo que respecta más propiamente, aunque no exclusivamente, a las casas de los pescadores vizcaínos, no se puede hablar de un tipo de casa específico de los pescadores vascos pues sus casas son similares a las del resto de la población, únicamente se puede subrayar que son humildes. Estas casas se encuadran en la tipología general de los edificios de las villas costeras. Ubicadas en calles estrechas o en los acantilados que dan al puerto, apretadas unas contra otras, son altas y estrechas. El tejado a dos aguas, con caballete en general paralelo a la fachada. Planta baja de sillería, con muchas ventanas y balcones, sustituidos hoy día por miradores, en la fachada principal. La parte zaguera también dispone de ventanas e incluso de balcones. Los bajos están ocupados por bodegas de almacenamiento de pertrechos de pesca. El acceso a las viviendas suele consistir en una escalera empinada, de un solo tramo o en zigzag. Las fachadas suelen estar pintadas de blanco y colores vivos como azul, rojo y verde. La distribución del interior de la casa es similar al de otras casas, si bien son pequeñas, de techos bajos y poco ventiladas. En otro tiempo, no era frecuente que dispusieran de retrete y había uno colectivo para toda la vecindad del inmueble en el vestíbulo del edificio[5].

Barrio de pescadores. Hondarribia, principios del s. XX. Fuente: Archivo Fotográfico Labayru Fundazioa.

En nuestra actual encuesta de Hondarribia (G) se ha recogido que las casas de los pescadores de esta localidad son de planta cuadrada o rectangular, fabricadas en estructura de madera y mampuesto y con cubierta a dos aguas (la viga central generalmente perpendicular a la fachada) que vierten en unos callizos que hay entre ellas. Son de dos o tres alturas y con balcón corrido en todas las plantas. Las paredes revocadas en blanco, la madera de los postes y vigas a la vista, y los balcones pintados de vivos colores. Dicen que los pescadores aprovechaban para este menester la misma pintura de los barcos con lo que la embarcación y el balcón doméstico presentaban idéntico color. Como carecen de patio interior la ropa suele estar tendida en los balcones lo que unido a las macetas de flores que lucen da a las casas un aspecto pintoresco[6].

La casa del pescador hondarribiarra tenía la siguiente distribución: en el primer piso una cocina de pequeñas dimensiones con la “cocina económica”, la fregadera “de piedra artificial”, la fresquera, la mesa, un armario y unas banquetas. Cada unidad familiar estaba compuesta, normalmente, de entre ocho a diez personas por lo que vivían bastante hacinados. Las camas, por ejemplo, eran para dos, tres y hasta cuatro individuos por lo que a veces dormían de forma que donde uno ponía los pies otro situaba la cabeza. Cuando subían las escaleras de madera de las casas causaban gran ruido con los zuecos de madera, eskapronak, que colocaban sobre las albarcas hechas con neumáticos de goma, de manera que era muy reconocible si salían o regresaban de la mar. En el bajo de las casas solían tener algunas gallinas o conejos, incluso cerdos y vacas.

En la encuesta de Bermeo (B) se ha consignado que los dueños de las embarcaciones disponen de un local, loijjie, situado en el bajo de una casa del pueblo o, más recientemente, en un pabellón, donde se guardan las redes, cajas, carros y todos los aparejos de la embarcaciones y donde se reúnen los tripulantes de las mismas.


 
  1. Joaquín de YRIZAR. Las casas vascas. San Sebastián: 1929, p. 69.
  2. M.ª Aranzazu EGUITEGI. “Las casas de los pescadores en el litoral guipuzcoano” in Narria. Núm. 55-56 (1991) pp. 12-13.
  3. C. CRESPO y J. M. UGARTECHEA. “De la pesca tradicional en Lequeitio” in AEF, XVII (1957-60) pp. 11-12.
  4. M.ª Aranzazu EGUITEGI. “Las casas de los pescadores en el litoral guipuzcoano” in Narria. Núm. 55-56 (1991) pp. 14-15.
  5. Aingeru ASTUI. “La casa del pescador” in Etxea. Bilbao: Diputación Foral de Bizkaia, 2002, p. 39
  6. Existió la costumbre de que, cuando tocaba embarcar, el patrón se acercaba a la casa de cada miembro de la tripulación y le llamaba desde la calle hasta que respondía, así que diariamente, al amacecer, en el puerto podía escucharse una sinfonía de gritos. Algunos informantes señalan haber oído a sus mayores que antiguamente los patrones para hacer este llamamiento a los labradores que cuando había faena salían a la mar, usaban la txalaparta. Un informante recuerda que algunos caseros inquilinos pagaban la renta del caserío con lo que sacaban de la pesca.