Castración

De Atlas Etnográfico de Vasconia
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Ha sido costumbre tradicional castrar los machos con dos finalidades principales que a veces se complementaban: por un lado, en el caso de los destinados a cebo, para que engordasen rápidamente y, en el caso de algunas especies, evitar el mal sabor que adquiría la carne de mantenerlos enteros; por otro lado, en los destinados a realizar tareas agrícolas, para amansarlos y conseguir controlarlos con más facilidad. Se recoge asimismo el caso particular de las cerdas que también se castraban por las razones que se recogen más adelante.

Había personas entendidas en este menester que prestaban sus servicios a los vecinos. También las había que se dedicaban a esta tarea cobrando por su trabajo y que se desplazaban de pueblo en pueblo. En el caso de las intervenciones que entrañaban peligro para la vida del animal era frecuente que se ocupasen de éstas veterinarios. Hoy en día esta actividad ha quedado circunscrita al ámbito laboral de estos últimos profesionales.

En Agurain (A) eran capadores de oficio los que hasta los años sesenta recorrían las localidades en que había ganado. Al hacer su entrada en la población tocaban con un silbo del mismo tipo que el usado por los afiladores. Hacían sonar una melodía especial que permitía al vecindario distinguirlo de los demás que utilizaban este artilugio. El concejo del pueblo les abonaba con motivo de la visita la cantidad que tenían acordada por pasar por el lugar.

En Apodaca (A) también se conocía la figura del capador. El día que llegaba al pueblo tocaba un silbato especial de tres tubos. Los capadores de cerdos venían en tiempos pasados de Vitoria y en la actualidad de Eskoriatza. Los informantes los consideran mejores que la mayoría de los veterinarios. Los capadores de novillos y potros eran de la zona: cigoitianos y zuyanos.

En Moreda (A) además de un vecino entendido en la labor de capar cerdos, también se recurría a forasteros que se dedicaban a este oficio. Recorrían las calles de la localidad haciendo sonar una flauta o armónica y gritando de vez en cuando: «el capador». Además de cerdos también castraban otros animales como burros y caballos.

En Valderejo (A) la capa se llevaba a cabo en los cerdos de engorde así como en los potros destinados a trabajar y en los novillos que se iban a emplear en las tareas del campo. Se ocupaba de ello el capador, que normalmente efectuaba dos visitas al año, por primavera y por otoño. Previamente avisaba a los alcaldes de barrio y éstos lo hacían saber a los vecinos del pueblo. El día que acudía a la localidad se anunciaba mediante un instrumento musical similar al que utilizaban los afiladores.

En Ayala (A) avisaban a un capador que procedía de Gipuzkoa, aunque entre los vecinos siempre había alguno que sabía capar cerdos. El alcalde del pueblo daba noticia del día y hora en que llegaría y los interesados acudían con el ganado que quisieran someter a dicha operación, como maqueras y novillos. Hoy esta tarea es propia de veterinarios aunque existen particulares que son capaces de efectuar estas operaciones.

En Treviño (A) el castrador llegaba de fuera del pueblo y lo hacía en dos ocasiones, en marzo y en octubre. Acudía cuando era solicitado por los ganaderos. Algunos animales eran castrados por sus dueños, de hecho, en esta población se recoge el siguiente dicho popular: «cortando cojones se aprende a capar».

En Araia (A) ya no hay capador como tal. En tiempos pasados llegaba uno procedente del cercano pueblo de Andoín, que realizaba todas las tareas propias de su oficio.

En Valdegovía (A) los capadores de fuera de la localidad se ocupaban de realizar su labor con los cerdos mayores, y también con los potros y los novillos para convertirlos en bueyes. En Urkabustaiz (A) hay un capador que se encarga de castrar todos los animales y que va de pueblo en pueblo ofreciendo sus servicios. En esta población consideran que septiembre es el mes adecuado para esta labor. En tiempos pasados era un personaje que llamaba la atención porque disponía de coche, algo inusual en aquella época. Los vecinos le pagaban una determinada cantidad al año, previamente concertada. Es lo que denominaban «estar ajustado con él».

Toros

En Abanto (B) a los toros se les capaba de pie. Se inmovilizaban sujetándoles la cabeza a una verja. Se les presionaban los testículos hasta que se le introdujesen en el abdomen y con un cordel se le ataba la bolsa o escroto por la parte superior de modo que no pudiesen volver a descender. En unas semanas se les secaban y de este modo quedaban estériles. Esta operación se efectuaba con la finalidad de domarles mejor para destinarlos al trabajo, pues se amansaban y perdían ímpetu, haciéndose más dóciles.

En Pipaón (A) a los novillos se les rompen los tendones de los testículos y tras presionar éstos para que asciendan se le ata la bolsa con un hiladillo. Se mantiene así durante tres o cuatro días.

En Urkabustaiz (A) los novillos se capaban cuando tenían siete u ocho meses. Vecinos de la zona de Unza y Oiardo recuerdan algún procedimiento de castración. Se le anudaba una cuerda alrededor de los testículos atada bien fuerte para cortar la circulación sanguínea de la zona. A continuación se colocaba un tocho de madera a la altura de los genitales, se apoyaban sobre éste y con una maza de madera se golpeaban. Dicen los informantes que si la cuerda estaba bien anudada, el animal no notaba el golpe. Otro sistema consistía en sobarle los testículos con la mano y luego rodeárselos varias veces con una tralla, esto es, la cuerda utilizada para atar las albarcas. Se dejaba un tiempo así y al final los testículos se caían por sí solos.

En Apodaca (A) los novillos cuando eran pequeños se castraban atándoles una cuerda de tripa muy fina. Se dejaban para bueyes.

En Agurain (A) para capar a los novillos se les retorcían los testículos hasta conseguir la rotura del «nervio»; de este modo quedaban estériles.

En Treviño (A) se suelen castrar cuando tienen aproximadamente dos años de edad y el método más utilizado es el del retortijón. Consiste en cortar las venas y nervios, atar con una cuerda y retorcer.

En la comarca de Gernika (B) el método tradicional de capar los novillos se denominaba «a la astilla», astillara. Consistía en introducir una astilla por medio del nervio de la bolsa de los genitales y atársela mediante un hilo de lana. Hoy en día se utilizan una especie de tenazas grandes con las que se oprime la bolsa durante unos cuatro minutos.

En Lezaun (N), también cuando tenían dos años y consistía en cortar la bolsa con una cuchilla y extraer los testículos «a retorcijón».

En Valderejo (A) a los novillos se les hacía una incisión en el escroto para acceder a los testículos, a los que se efectuaba un giro de tal modo que los conductos seminales quedasen estrangulados. Posteriormente se ataban con hilo fuerte que se retiraba a los dos o tres días. Después de la capa se colocaba al animal una manta y se le paseaba durante una hora.

En Amorebieta-Etxano (B), en tiempos pasados, capaban los terneros extirpándoles los testículos. Les cortaban el escroto con una hoja de afeitar y se los extraían. Ahora se utilizan unas tenazas especiales con las que por presión se obstruyen los vasos sanguíneos y al no recibir sangre quedan inutilizados.

Burros y ganado equino

En Lezaun (N) se capa a los caballos al año de edad.

En Urkabustaiz (A) a los caballos, al año y medio, y a los burros, también. En Treviño (A) a los caballos cuando cuentan con dos años.

En Moreda (A) los capadores que llegaban de fuera de la localidad castraban burros y caballos. Para ello había que atarles de patas y manos y tumbarlos en el suelo. Se necesitaba un buen número de personas para sujetar estos animales.

En Pipaón (A) a los muletos había que tumbarlos para caparlos. Se les practicaba la misma operación que a los novillos, descrita anteriormente, sólo que en estos animales se consideraba más delicada. Se ocupaba de ello un capador de oficio.

En Apodaca (A) los potrillos se esterilizaban como los novillos, atándoles una cuerda de tripa muy fina.

En Agurain (A) el ganado equino se capaba de manera idéntica al bovino, esto es, retorciendo los testículos.

En Treviño, utilizaban para los caballos el mismo método que para los novillos conocido como el retortijón y también el de la caña. Este último consistía en aplicar sobre la base de los testículos un trozo de caña partido por la mitad, de tal modo que las dos medias partes estrangulasen tanto las venas como los canales seminíferos hasta que se secaban los testículos y se desprendían ellos solos. Mientras se realizaba esta operación se les ponía una especie de collar de púas alrededor del cuello para que no pudiesen entorpecerla.

En Valderejo (A) a los potros se les aplicaba el mismo procedimiento descrito antes para los novillos.

Existieron capadores especializados en castrar burros, como uno de Sopuerta (B). Para capar el ganado equino les ataban las patas hasta juntar los cuatro cascos, lo que provocaba que el animal cayese al suelo. Se le hacía un corte en la bolsa por donde se le extraían los testículos y se le extirpaban. La finalidad de esta operación era amansarlos para el trabajo. En Roncal (N) castraban los burros para hacerlos más tratables. Utilizaban dos palos con los que, puestos en paralelo, le apretaban los testículos. Se le caían a las 48 horas.

Carneros y chivos

En Amorebieta-Etxano (B) castran a los cabritos cuando son pequeños, con 15 ó 20 días. Se les capa cuando se van a sacrificar un poco crecidos, de unos seis meses, ya que de no hacerlo la carne adquiere un olor fuerte y desagradable.

En Urkabustaiz (A), según unos vecinos de la zona de Unza y Oiardo, para capar los carneros o chivos es habitual colocar dos piedras con un palo cruzado. Se sienta al animal de forma que los testículos caigan sobre la tabla, se soban y después con una porra de madera se machacan los nervios. Por último se vierte sal y vinagre para evitar que se produzcan hinchazones. También pueden utilizarse unas tenazas. En Treviño (A) a los corderos se les castra con una cuchilla.

En Roncal (N) al mardano o macho de la oveja se le capaba cuando ya no servía como semental y se destinaba al consumo humano. Lo hacían con una tenaza con la que le cortaban las venas de los testículos; también con una goma, mordaza, apretando el escroto hasta que se secaba y caía. El boque o macho cabrío se castraba para que sirviera de guía al ganado cuando iban de cañada a la Ribera o de vuelta. El método utilizado era el mismo y el animal pasaba a llamarse choto. Los corderos y cabritos se capaban cuando iban a destinarse al sacrificio porque engordaban mejor y la carne resultaba más sabrosa. Utilizaban para ello una tenaza articulada.

En Muskildi (Z) se castraban los corderos hacia los seis meses. Se ocupaba de ello el veterinario, beiterinaria, que se desplazaba por las casas para realizar la ablación con ayuda de un bisturí. Por el contrario la gente utilizaba un método distinto: con una cuerda fina ataba el escroto fuertemente por encima de los testícu- los, con lo cual se atrofiaban y terminaban por desaparecer. Se constata el recuerdo de que los testículos extirpados se comían.

En la comarca de Gernika (B) se le introducía un hilo de lana por la bolsa de los testículos, koskobilloak, se cortaba por los extremos y se dejaba el hilo dentro. De este modo el animal aunque montase a las hembras no podía fecundarlas.

Cerdos y cerdas

En Carranza (B) a los chones o cerdos se les capaba con el fin de que engordasen y para que su carne supiese mejor. Además, el celo de las cerdas duraba varios días durante los cuales apenas comían, por lo que se enflaquecían demasiado. A esto ha de añadirse que si se sacrificaba una hembra en celo, la carne «no cogía sal» y se estropeaba, al igual que los jamones y los chorizos. Éstas son las razones por las que se castraban tanto machos como hembras.

Esta operación se realizaba a diferentes edades. En los machos durante el primer o segundo mes de vida, cuando aún eran gorrines. Se dice que si se aguardaba a que fuesen más viejos resultaba peligroso; en las hembras, después de haber parido al menos una vez y frecuentemente tras varios partos.

La castración de los machos era sencilla por lo que tradicionalmente la realizaba algún vecino experto en este menester. La herida causada se curaba con una decocción de malvas y hojas de lobo. El producto obtenido de ésta se vertía en una palangana de porcelana y con la ayuda de una pera o enema se lavaba la herida. A continuación se impregnaba con aceite con el fin de evitar que las moscas depositasen sus huevos. El aceite se calentaba previamente, a la vez que se batía para conseguir que espesase. Una vez preparado se echaba en una taza y se aplicaba con la ayuda de una pluma de gallina. Más tarde algunos comenzaron a emplear polvos secantes adquiridos en la botica.

La castración de las cerdas resultaba más compleja por lo que había que recurrir a los servicios de un veterinario. Antaño las gentes acudían con las chonas a un punto establecido, donde este profesional las intervenía. Tras coserles la herida les aplicaba un antiséptico sobre la sutura y recomendaba a sus dueños que les mantuviesen limpias las camas de los borciles o pocilgas. Ya en casa, la cerda se curaba con aceite. La herida no se lavaba con la ayuda de una pera, tal como se ha descrito antes, porque se pensaba que le podía entrar agua en el vientre y causarle la muerte. Para curar este tipo de heridas también se empleó el yodo y más tarde la mercromina.

Debido a la seriedad de la intervención, las cerdas morían a causa de infecciones con más frecuencia que los gorrines. Por esta razón se preferían los machos para el engorde, estando menos cotizadas en el mercado las primeras. Además los cerdos tenían la ventaja adicional de proporcionar más carne que las hembras a partir de una misma cantidad de alimento.

Cuando se deseaba sacrificar una cerda joven no era necesario castrarla, sencillamente se le «guardaba el contuero», es decir, se calculaba que no estuviese en celo.

En Amorebieta-Etxano (B) a los cerdos les hacían un pequeño corte en el escroto y les sa- caban los testículos. Ahora se utiliza el mismo sistema de las tenazas descrito en la castración de terneros.

En Oñati (G) a los cerdos se les capaba cortando la bolsa y extrayendo los testículos.

En Telleriarte (G) los machos se castraban, kapau o irendu, cuando tenían dos o tres semanas. El capador apretaba el escroto con las manos y con una afilada cuchilla hacía un pequeño corte, tras apretar de nuevo extraía los testículos por la abertura. En el caso de la hembra se le hacía la incisión en un costado e introduciendo los dedos se extraían y buscaban los ovarios, se cortaban y, finalmente, se volvía a coser la piel. Para poder encontrarlos tenía que estar flaca.

En Agurain (A) al macho porcino se le extraían los testículos, para lo cual se le cortaba la piel, y una vez extraídos se cosían las heridas para que cicatrizasen. A la hembra se le hacía un corte en el costado para extirparle los ovarios. A estas últimas se le practicaba esta operación sólo en ocasiones y siempre después de haber criado, cuando dejaban de ser interesantes para la reproducción. Las crías destinadas al engorde se capaban a los cinco o seis meses.

En Apodaca (A) a los cerdos les extraían los testículos. Las cerdas que se engordaban también se capaban para que no saliesen vueltas. Se dice que los cerdos destinados al engorde se deben capar para que la carne no se rancie, además si las hembras salen vueltas al sacrificarlas se puede perder la carne.

En Bernedo (A) para cebar los cerdos se capaban de tetones, esto es, cuando contaban con uno o dos meses de edad. Esta operación la efectuaba un vecino con una cuchilla de afeitar. Le cortaba la bolsa y le extraía los testículos, luego le echaba un poco de agua y no cosía la herida, sino que dejaba que cicatrizase sola. De las cerdas se ocupaba un capador que llegaba de Vitoria.

En Urkabustaiz (A) se capaba a las maqueras que se iban a engordar para sacrificarlas porque si andaban al macho la carne adquiría mal olor y se ponía rancia. El capador utilizaba una cuchilla de forma curva. Cortaba la tripa por un costado, sacaba los ovarios con los dedos, los ataba y después cosía la herida. Hoy en día se les pone una inyección. En el caso de los machos se abre el escroto y se sacan los conductos seminíferos, que se seccionan con una cuerda.

En Valdegovía (A) se capaban y capan extrayéndoles los testículos mediante un corte. Se les practica esta operación cuando tienen mes y medio o a lo sumo dos meses. La operación era realizada por el mismo dueño y si se trataba de animales mayores el trabajo era hecho por capadores de fuera o por el veterinario.

En Treviño (A) los cerdos eran castrados por los de casa utilizando para ello una hoja de afeitar.

En Moreda (A) se ocupaba de esta labor un vecino del pueblo. Lo hacía gratis, sólo a cambio de los testículos de los cerdos que quitaba que luego cocinaba y se comían bien condimentados. Utilizaba una navaja, les practicaba un corte y extraía los testículos. Vertía agua sobre la herida y nunca cosía la abertura. Para esta operación había que sujetar fuertemente a los animales de patas y manos. Se realizaba cuando contaban con dos o tres meses de edad. Para castrar las cochas avisaban al veterinario.

En Valderejo (A) a los cerdos se les practicaba una incisión en el escroto y se les extirpaban los testículos. Existía la costumbre de efectuar el almuerzo de ese día con estos órganos retirados a los animales. A las cerdas que se destinaban al engorde se les practicaba una incisión a la altura de la ingle y a traves de ella se accedía a las trompas, que eran inutilizadas.

En Roncal (N) capaban los cerdos «a saca». Les abrían el escroto con una navaja y les sacaban los testículos. Luego les echaban vinagre y sal. Lo hacían para que no olieran y la carne no tuviera olor a macho.

Pollos

En Allo (N) para la operación de caponado del pollo se tomaba a éste en un brazo, le hacían un corte en la piel sirviéndose de una navaja y le extraían los botones, los testículos. Luego le cosían la herida con aguja e hilo corrientes y le ponían ceniza para facilitar la cicatrización y evitar infecciones. No eran pocos los pollos que morían horas después de ser caponados.

En Lezaun (N) siempre había alguna mujer que sabía capar los pollos para convertirlos en capones; tras ello, los empapuzaban obligándoles a comer más a base de meterles habas por la boca. Tras el engorde se vendían o se comían en casa.

En Apodaca (A) hubo una época en que se capaban los pollos para obtener capones. Llegaba a la localidad un vitoriano que con la ayuda de un pequeño bisturí les hacía un corte y les extraía los testículos.

En Agurain (A) se abría, se extraían los testículos y se volvía a coser. De este modo se obtenían los apreciados capones, muy solicitados para comidas importantes.

En Abanto (B) del trabajo de capar los pollos se ocupaba por lo general la mujer veterana del caserío. También se les hacía esta operación a los pavos, si bien no era tan general el consumo de estos animales como el de capones.

En Urkabustaiz (A) dicen los informantes que hoy en día existe la posibilidad de darles una pastilla en el caso de que se quieran engordar para comerlos por Navidad.

También en Roncal (N) se constata que más recientemente se les ha administrado a los pollos una pastilla que se compraba al veterinario y surtía los mismos efectos que la castración pero por un tiempo limitado de tres meses. De esta manera, con buena alimentación, se convertían en capones. Pasado ese tiempo, si no se habían sacrificado, volvían a hacerse gallos.