Cautelas durante la menstruación

Durante los días del periodo la mujer debía guardar una serie de precauciones entre las que destacamos las que han sido más comunes.

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Referidas a la propia mujer

Algunas mujeres, si la regla les afectaba mucho, guardaban cama, no realizaban excesivos esfuerzos y comían más de lo habitual, sobre todo si eran jóvenes. Esta actuación ocultaba el temor a padecer anemia a causa de la pérdida de sangre, lo que además podía tener una influencia perniciosa en los futuros embarazos. Se decía que las mujeres con una regla duradera y abundante tendían a ser más delicadas y en consecuencia a parir niños también débiles (Carranza-B). La recomendación de no hacer esfuerzos físicos estuvo extendida (Bermeo-B, Oñati-G, Aoiz-N). En zonas rurales no se les permitía que anduvieran en la cuadra con la basura de las vacas ni que la extendieran en el campo por considerarlo peligroso para ellas (Ezkio-G).

En numerosas localidades se recuerdan tabúes asociados a la menstruación. Así por ejemplo mientras se tuviera la regla estaba prohibido mojarse el cuerpo, bañarse o ducharse y sobre todo hacerlo con agua fría (Amézaga de Zuya, Artziniega, Ribera Alta-A; Bedarona, Bermeo, Durango, Lezama, Muskiz, Nabarniz-B; Astigarraga, Ezkio, Oñati-G; Obanos, San Martín de Unx, Sangüesa, Viana-N). En algunas localidades ofrecen datos más precisos sobre las precauciones a adoptar. Señalan que no debían salir a la calle los días de lluvia por temor a mojarse los pies (Hondarribia-G) ni refrescárselos en la fuente al regresar de realizar las labores del campo (Ribera Alta-A); tampoco era conveniente lavarse las piernas ni la cabeza (Carranza, Orozko-B; Elgoibar-G; Aoiz, Obanos, Viana-N); no se podían bañar en la mar ni hacer el fregado (Bermeo-B); en suma no había que tocar el agua (Pipaón-A, Orozko-B) ya que de hacerlo “se retiraba o se cortaba la regla” (Carranza, Orozko) lo que además de peligroso provocaba dolores de ovarios (Amézaga de Zuya-A). Tampoco había que cortarse el pelo (Pipaón-A, Orozko-B).

Había que evitar tomar helados o bebidas frías (Durango, Lezama, Muskiz, Orozko-B; Izurdiaga, San Martín de Unx, Viana-N), recomendación que en ciertos lugares todavía se mantiene (Abadiano-B). En algunas localidades no tomaban vinagre (Artziniega-A, Bermeo-B, Viana-N); tampoco naranjas, limones ni tomates (Bermeo-B, Artziniega-A) porque les cortaba la regla.

Se aconsejaba también evitar los disgustos (Carranza-B, Hondarribia-G) y los sustos (Carranza-B, Viana-N) por la misma razón.

De incumplir estas recomendaciones podía alterarse seriamente la salud ya que la sangre tendería a “subir a la cabeza” llegando a ocasionar locura o la posibilidad de quedar tonta (Carranza, Orozko-B; Pipaón-A).

Las precauciones para no mojarse durante los días de la menstruación se han ido abandonando a partir de los años setenta debido a la importancia que ha adquirido la higiene personal (Monreal-N). Se puede afirmar por tanto que las creencias relacionadas con el aseo no se guardan actualmente, pero sigue habiendo mujeres que tienen cierta precaución a bañarse.

También hoy día, a diferencia de antaño, se piensa que el ejercicio es bueno para ayudar a que baje el flujo menstrual (Oñati-G, Aoiz-N).

En Bermeo (B) se ha recogido que hasta los años ochenta algunas mujeres se vendaban el tobillo derecho en la creencia de que esos días se torcía, trokatu, más fácilmente. Otras se lo vendaban si pasado el cuarto o quinto día la regla persistía. A la mujer se le puede notar que está menstruante porque le aparece una vena en la corva de la pierna derecha.

Referidas a tocar alimentos y plantas

Existen varias creencias, todas ellas muy extendidas, referentes a las prohibiciones que pesan sobre la mujer durante los días del período.

Tras la matanza del cerdo o de cualquier otro animal, las mujeres con la regla no pueden tocar las carnes que se vayan a conservar porque se pierden o estropean y mucho menos intervenir en la fabricación de los embutidos (Amézaga de Zuya, Mendiola, Pipaón, Ribera Alta, Valdegovía-A; Abadiano, Bedarona, Carranza, Durango, Lezama, Muskiz, Nabarniz, Orozko-B; Oñati-G; Aoiz, Lezaun, Monreal, Viana, Valle de Erro-N). En Monreal la creencia, que se ha mantenido hasta nuestros días, iba más lejos pues se decía que no debía tocar los alimentos con las manos porque se perdían. Cuando las mujeres debían tomar parte en las labores de matanza del cerdo se acostumbraba preguntarles “si estaban en condiciones”, es decir, si no se encontraban menstruando.

El tabú de la menstruante en la matanza del cerdo se mantiene. Fuente: Luis Manuel Peña, Grupos Etniker Euskalerria.

Algunas encuestas han aportado datos descendiendo a labores más concretas como que no podían revolver la sangre en la matanza porque se cortaba y se perdían la longaniza y chorizos y tampoco podían salar los jamones (Lezaun-N); no debían intervenir en el mondongo de la matanza del cuto porque se perdía (Sangüesa, Viana-N); se evitaba incluso que la menstruante estuviese presente en la matanza porque los chorizos podían coger aire y no se curaban los embutidos (Apodaca-A). Por ello, el ama de casa adelantaba o retrasaba la matanza en función de las fechas previstas de su regla (Artziniega, Bernedo-A).

Las informantes de Carranza (B) no aciertan a ver con claridad la conexión que pueda existir entre tener la regla y el estropearse la carne, aunque piensan que quizá influya la mayor temperatura corporal durante el periodo. Tendría relación entonces con la suposición de que las mujeres con manos calientes no son aptas para preparar la matanza ya que la echan a perder. Esta creencia sigue vigente. La convicción de que tener las manos calientes perjudica las carnes de las matanzas y que por ello se prefería que las manipulasen quienes las tuvieran frías ha estado muy extendida (Orozko-B).

La mahonesa se cortaba y las claras a punto de nieve no se esponjaban si durante los días de la menstruación la mujer se ponía a hacerlas (Mendiola-A; Bermeo, Durango, Muskiz-B; Oñati-G; Aoiz, Izurdiaga, Lezaun, Obanos-N). Tampoco debía realizar conservas de frutas o verduras porque fermentarían (Mendiola, Pipaón, Ribera Alta-A; Bermeo-B; Oñati-G); es más si durante esos días metía las manos en la tinaja de las aceitunas, éstas se ponían negras (Pipaón). Mientras permaneciera la mujer en esas condiciones no se horneaba el pan ni los pasteles porque la masa no subía y se estropeaba (Apodaca-A; Aoiz, Valle de Erro-N), ni se hacían rosquillas (Bernedo-A).

La mujer no debía acercarse a plantas y flores en esos días porque las debilitaría llegando incluso a secarlas (Bermeo, Durango, Muskiz-B; Oñati-G; Aoiz, Izurdiaga-N), ni siquiera era conveniente que las regase (Mendiola-A). La mujer con la regla no debía entrar en una champiñonera porque “estropeaba la florada” (Obanos, San Martín de Unx, Viana-N). Las plantas se marchitaban y los árboles se resentían cuando los tocaba una mujer con la regla (Amézaga de Zuya-A, Abadiano-B), algunos aseguraban que tampoco podían podarlos pues se morirían (Ribera Alta-A). Hasta hace unos pocos años también se decía que las mujeres con la regla secaban los árboles si se subían a ellos, especialmente los más blandos como las higueras, breveras y ciruelos (Carranza-B). Una informante de este valle encartado cuenta que a su padre se le secó en una ocasión una higuera y lo atribuyó a que poco antes, unas sobrinas que le visitaron se entretuvieron resquilando o trepando a los árboles frutales de la huerta. De ahí colegía que alguna de ellas se había subido a la higuera teniendo la regla.

En Aoiz (N) achacan que las consecuencias derivadas de la manipulación de plantas y alimentos por parte de la mujer que tiene la regla se deben a que expulsa un aliento muy fuerte que afecta a su composición y hace que las plantas marchiten, los árboles se sequen y los alimentos fermenten. Quizá por una razón parecida en Mendiola (A) las chicas evitaban bailar con chicos los días de la regla porque creían que éstos podían notárselo en el aliento. En Bermeo (B) se ha recogido que en el baile los muchachos tomándoles el pulso a las chicas podían llegar a saber quiénes tenían la regla y ello era motivo de gran vergüenza. Tampoco estando con la regla debían practicar ningún ejercicio físico.

Aunque la mayor parte de las creencias relacionadas con la mujer para los días en que está menstruando se han ido desvaneciendo, la no manipulación de las carnes de la matanza sigue vigente en algunos lugares.