Cereales

Los cereales constituyeron y constituyen parte esencial de la dieta humana. En toda la Llanada Alavesa, la Rioja Alavesa, la Navarra Media y la Ribera del Ebro predominan las tierras blancas[1] dedicadas a cereales y en primer lugar el trigo. Según Urabayen, ateniéndose a datos de 1926, los cereales se extendían por toda la provincia de Navarra, estando muy a la cabeza sobre los demás el trigo (100 000 ha en cultivos de secano y 8600 en regadío), mientras que la cebada contaba con 17 700 y 2700 ha respectivamente, la avena 14 000 y 1000, el maíz 3700 y 200, el centeno 1000 en secano y escandia[2] 60 en secano[3].

En la vertiente atlántica fueron abandonándose paulatinamente a lo largo del siglo XX siendo el último en desaparecer el más utilizado de todos ellos, el trigo. Otro cereal, el maíz, mejor adaptado a las condiciones de humedad de esta parte del territorio adquirió notable importancia, aunque en las últimas décadas, ya destinado preferentemente a la alimentación animal, ha quedado también arrinconado.

Comenzamos por dar unas ideas generales del área mediterránea, la cerealística por antonomasia.

En Moreda (A) los cultivos más frecuentes son el trigo y la cebada. Antaño también la avena, el centeno y dos variedades de trigo: la comuña y la escandia, que era una especie de trigo parecido a la escanda con espigas de dobles filas de grano. La escanda era un trigo de paja dura y corta y grano unido al cascabillo, cáscara.

En Ribera Alta (A) el trigo y la cebada son y han sido los cereales mayormente sembrados. También, en menor grado, la avena.

En Berganzo (A) trigo, sorgo, cebada, avena y centeno. En Bernedo (A) trigo, cebada, avena y centeno, en orden de mayor a menor cantidad.

En Iruña de Oca (A) el cereal se sembraba por octubre o noviembre, primero a voleo y posteriormente a máquina. Para saber por dónde sembrar se marcaba la tierra de la finca con paja (en Trespuentes usaban la de centeno) delimitando unos espacios de unos dieciséis pasos que se llamaban márcenes, márcenas y marcenadoras.

Justo después de sembrar se echaba el abono y luego se pasaba la rastra para tapar el grano y el abono. La rastra era de madera y contaba con unos hierros para desterronar la tierra; era arrastrada por bueyes o caballerías.

Después aparecieron las máquinas sembradoras. Se colocaba esta máquina, que era una especie de rodillo que iba abriendo la tierra, por delante del tractor, con una correa que iba hasta la rueda grande de este, y echaba la simiente que era tapada por la rastra que iba enganchada al tractor por detrás. A veces tras la rastra se colocaba un tablón pesado que servía para igualar la superficie de la tierra.

En Obanos (N) entre las clases de cereal recuerdan el pané, el 101 y el involcable, este último de paja dura, producía menos pero no se caía y, en según qué terrenos, era más aconsejable. El cereal que se siembra es trigo, cebada y en las zonas regables, maíz. Actualmente, nada más segar el cereal se empaca, ya no se recurre al rollo. Son pacas rectangulares de 100 kg aproximadamente, lo que permite apilarlas más fácilmente. Pero se utilizan para biomasa para lo cual se transportan a una fábrica de Sangüesa. Por la mañana se cosecha y por la tarde ya empacan, es decir, las empacadoras van detrás de las cosechadoras y no dejan en el campo ni una brizna de paja, de lo que se quejan pastores y cazadores.

En el Valle de Lónguida y Aoiz (N) el cultivo predominante es el cereal de secano. Entre los agricultores navarros estas zonas son conocidas como las más ricas y con mejor producto de la comunidad. El principal producto fue el trigo, aunque ahora se señala la cebada, seguida por el trigo y después por la avena.

El trigo sembrado era el “blando de invierno” y la cebada la “de primavera”. En la actualidad en esta región se planta un 55 % de trigo blando, 16 % de avena, 15 % de cebada de invierno y 14 % de guisantes, girasol, habas y colza. El trigo es tipo berdún y apache, la cebada opal natural y la avena aintre orblanche.

En Allo (N) la semilla se esparcía a volea, con una capaceta de paja colgada del hombro. Para facilitar la siembra señalizaban la tierra con unos puñados de paja llamados mojones. De igual forma se esparcía el abono cuando era mineral, porque antes era exclusivamente orgánico y se llevaba a cabo tras descargar el fiemo en pequeños montones que después se esparcían con unos avientos de hierro. Esta operación se siembra se realizaba en noviembre y diciembre; hoy se prolonga hasta el mes de marzo en el caso de las cebadas cerveceras.

En Viana (N) a veces se sembraban en la misma pieza distintos cereales en función de las características de la tierra: en la hondonada el trigo, en la zona media cebada y en la cabezada, lo más alto y pobre, la avena.

Para preparar las tierras llamadas blancas o dedicadas a cereal para la futura siembra, en primer lugar ha sido costumbre generalizada quemar los rastrojos, pues así desaparecen las malas hierbas y además se asegura que la ceniza ahueque la tierra y la abone. Hoy cada día se queman menos por varias razones: porque la paja es un buen abono, por los peligros de incendios, por la legislación estricta en piezas junto a carreteras y por otras disposiciones.

La operación del labrado se verificaba a partir de agosto y septiembre si se iba a sembrar ese año la pieza. Si la heredad se iba a dejar descansando en barbecho se labraba en enero. Los métodos de labrado han variado: con arado antiguo, con forcate, con brabán y rastra tirados por caballerías. La utilización de tractores con trisurcos y cuatrisurcos supuso una mayor profundización de la tierra, pero hoy se profundiza menos y tan solo pasan con el tractor un cultivador. Si se quiere allanar mejor el terreno para deshacer aún más la tierra y para que guarde mejor la humedad, pasan un pesado rulo o molón, rodillo giratorio de piedra o de cemento, para destormonar, y una rastra rectangular de alargadas púas metálicas.

El sembrado de cereales se lleva a cabo así: el trigo a partir de octubre y poco después la cebada temprana, en cambio la cebada de ciclo corto o cervecera se puede sembrar hasta finales de febrero. La simiente, una vez tratada con cal, azufre o sulfato, era transportada a la cintura en una capacilla de esparto con una capacidad de algo más de 16 kilogramos y la esparcían por la pieza a mano, “a voleo”. Después de sembrar pasaban por la finca la grada, tirada por animales, instrumento de hierro rectangular con ganchos curvos que envolvía la tierra y la allanaba. Hoy utilizan para esta operación las sembradoras añadidas al tractor, algunas tan informatizadas que permiten al agricultor ordenar la cantidad de simiente que quiera sembrar.

En general, en el pasado las tierras cerealistas se abonaban muy poco, todo lo más con los fiemos de las cuadras. Al principio se empezó a echar en abril y mayo nitrato de Chile, ahora abundante amonitro. Las sembradoras actuales tiradas por tractor a la vez que siembran echan los herbicidas necesarios.

La escarda de abril en adelante movilizaba buen número de gente y tomaban parte, además de los hombres, las mujeres e incluso los niños con zadonillo o con un casco de hoz con dientes en la punta y eliminaban “aleznas, cardos, ababoles, lechacinos” y otras plantas dañinas.

Lo normal era que los cereales fueran sembrados en secano, a veces en regadíos ocasionales llamados de primavera, en los que se podía regar desde abril en adelante, pero “antes de encañarse el trigo y ponerse duro”, pues después le perjudicaba.

* * *
 

En la vertiente atlántica también se cultivaron cereales en tiempos pasados siendo después el maíz el que ganó en importancia.

En Elgoibar (G) los encuestados saben, porque se lo contaron sus mayores, que se sembraba mijo, pero ellos no lo han conocido. Sin embargo lo que más se sembró fue el trigo, que se convertía en harina en los molinos de la villa. Este cultivo se abandonó a lo largo de la década de los cincuenta del pasado siglo XX. Lo mismo que el maíz que hecho harina también en los molinos, se empleó para hacer tortas; en este caso todavía se sigue sembrando.

En Amorebieta-Etxano (B) entre los cereales, los más conocidos fueron el trigo y el maíz y también algo la avena.

Contenido de esta página

Trigo, garia

Como ya indicamos en el apartado anterior, el cultivo más destacado fue el del trigo. El incremento del cultivo de este cereal a principios del siglo XX fue a costa de la viticultura, en retroceso entonces por la plaga de la filoxera sucedido entre 1892 y 1900.

La gran producción de trigo, en el caso de Navarra, llevó emparejada la creación de una industria harinera muy potente, ya a comienzos del siglo XX, como lo demuestra la existencia de 24 fábricas y 342 molinos en esa época, con Pamplona a la cabeza, seguida de Aoiz, Estella, Tafalla y Tudela[4]. Paralelamente y en el mismo territorio la labor de la Dirección de Agricultura y Ganadería de la Diputación Foral, a través del Servicio de Selección de Semillas, creado en 1924, se hizo notar en cuanto a la selección de semillas de trigo resistentes a las enfermedades y plagas. Cabe recordar aquí a la familia de los trigos navarro y entre ellos el 101, un trigo precoz, muy resistente a la roya y de caña fuerte aunque larga, especialmente recomendado para los terrenos fértiles de la zona media y en los regadíos. Otros trigos sobresalientes fueron el navarro 105 (enano) y el navarro 122, también resistente al encamado[5]. Nuestros informantes, sin embargo, no denominan las variedades de trigo con su nombre científico sino que usan otras de tipo corriente, para entenderse mejor. Tal es el caso del “trigo blando de invierno”, técnicamente la variedad berdún, sembrado en la comarca de Aoiz (N), la más septentrional de Navarra donde se da este cereal, que alcanza a ser el 55 % del que se cultiva; el toseta (trigo chamorro) (Valle de Roncal-N), el reti o barbudo (Abezia-A), etc.

En la vertiente septentrional la superficie destinada a trigo era considerablemente inferior y en general dejó de cultivarse a mediados del siglo pasado. Su producción era un tanto incierta debido a las condiciones meteorológicas de esta vertiente. La mayor fertilidad de las tierras y el exceso de humedad favorecían un crecimiento en altura excesivo. Como consecuencia de ello tendía a inclinarse o acostarse impidiendo la aireación lo que traía como consecuencia el desarrollo de enfermedades fúngicas, mermando la cosecha.

Vertiente mediterránea

En Viana (N) el trigo fue muy importante en tiempos pasados para alimentar a la población, constituyendo el cereal más sembrado. El ayuntamiento debía garantizar el abasto del trigo en la localidad y dispuso de un gran almacén municipal: “El Vínculo”. Existió igualmente, por lo menos desde el siglo XVII, la llamada “Arca de Misericordia”, institución religiosa que prestaba trigo a los pobres para que pudiesen sembrar y así se evitaba la usura de los ricos.

Antes no había más que dos clases de trigo: el mocho y el raspudo. Con el tiempo se han introducido numerosas variedades: catalán, california, pané y otras más. En 1984 se cultivaba en 1000 ha de secano y en 90 de regadío; en 2003 tan solo 147 ha de secano y 47 de regadío, con una producción de 400 000 kilos. Este declive se explica por el auge de la cebada.

En Cárcar (N) el trigo que se sembraba hasta los años sesenta del pasado siglo fue el catalán. Era un trigo con gran riqueza en harina. Aparte de esta variedad existían el navarro, el moro, el riete, etc. En los años del racionamiento, época comprendida entre 1940 y 1952, para poder comer pan, los agricultores tenían que sembrar un mínimo de terreno.

En el Valle de Améscoa (N) preparaban la siembra labrando el terreno dos veces con el arado, abriendo surcos vertical y diagonalmente, que se cruzaban, según la configuración del terreno. Lo más conveniente era hacer la primera arada en el mes de agosto y la segunda al tiempo de sembrar. Una vez removida la tierra con el arado se esparcía la semilla y a continuación se pasaba la narria para igualar el terreno y tapar la simiente. El trigo, al igual que la alholva y el yero, se sembraban a pedrada (a voleo). Casi la mitad del terreno cultivado se destinaba a trigo. Decían que la mejor siembra de este cereal era la que se hacía de Todos los Santos a san Martín y que debía sembrarse en creciente. Solo se conocía una variedad llamada rieti, que era de ciclo largo y daba plantas muy frondosas que producían mucha paja pero poco grano. Con el tiempo se introdujeron variedades de ciclo corto que producían poca paja y mucho grano.

En San Martín de Unx (N) el trigo se siembra a finales de octubre o principios de noviembre y se recoge para san Fermín (7 de julio).

En Berganzo (A) las clases de trigo que se sembraban eran: rampudo, marzal, mocho, siete cerros, que producía mucho el primer año pero el segundo nada, y lanza, que se sembraba a últimos de enero y producía bastante pero era muy inseguro. Actualmente las variedades a las que se recurre son rampudo, sason y catón.

En Agurain (A) el trigo temprano se siembra en noviembre y diciembre y el tardío en enero y febrero, dependiendo del tiempo. Antiguamente se sembraba trigo de las variedades reti, arlante, dimas, virgilio (este último no resultó) y de la tierra.

En Apellániz (A) la semencia del trigo era por Todos los Santos, Navidad o primeros de enero. Se sembraba trigo mocho, sin barbas, o gaspuro, con rampla.

En Moreda (A) el trigo se comienza a sembrar para la fiesta del Pilar (12 de octubre). Se hace una siembra temprana y rápida. Dura parte del mes de octubre y de noviembre. Las semillas se compran y se siembran en tierras de barbecho que el año anterior hayan sido labradas y no sembradas. Antes de la siembra se echa el abono.

Los tipos de trigo que se conocen son: mochillo o mocho rioja: produce poco, es de buena calidad y se lo comen los gorriones; pané: muy productivo, sin gaspas, necesita tierra buena, exigente; gaspudo o embrillo: da buena harina para el pan; california: trigo gaspudo; mentana: gaspudo (echa gaspa como la cebada), no lo comen los gorriones; florencio aurora; san rafael; aragón: gaspudo; marius: muy popular, se adapta a la tierra y es muy productivo; catón: similar al pané, muy productivo, exigente, grana mal si no tiene condiciones adecuadas de terreno o de lluvia.

Por robada (mil metros cuadrados) se echan de 18 a 22 kg de trigo, es decir, un robo (22 kg), de ahí que esta unidad de superficie corresponda al terreno sembrado con un robo de trigo. En cuanto al abonado se considera apropiado echarle a razón de 40 kg por robada.

En Abezia (A) se cultivan dos variedades: el reti, que tiene barba, y el mocho. Se siembra en noviembre o diciembre.

Máquina sembradora de cereal. Argandoña (A), 2003. Fuente: Juan José Galdos, Grupos Etniker Euskalerria.

Vertiente atlántica

En Carranza (B) el trigo se sembraba en el mes de noviembre pudiendo prolongarse este tiempo hasta primeros de diciembre. En cuanto a la preparación de la tierra, los informantes dicen que este cereal era poco exigente y además muy resistente por lo que su siembra se podía realizar incluso en condiciones climáticas precarias, lo que era importante teniendo en cuenta que noviembre es un mes ya casi invernal.

A pesar de lo dicho, se intentaba aprovechar un período de buen tiempo para realizar estas labores preparatorias, ya que resultaban menos costosas y además si se llevaban a cabo lloviendo se sabía que la tierra quedaría durísima para el trabajo posterior de zarcillarla.

Donde se sembraba trigo no se solía abonar previamente la tierra. Eso no quiere decir que esa heredad no se abonase sino que tal labor se había realizado por lo regular anteriormente con alguno de los cultivos previos. La razón de no abonar previamente a la siembra del trigo era para evitar que creciese en exceso. Ese era el principal problema de este cultivo, ese sumado a las condiciones atmosféricas demasiado húmedas. Al crecer en exceso, si llegaba un período muy húmedo el peso de las espigas cargadas de humedad sumado a los largos tallos provocaba que se doblasen; se decía entonces que el trigo hacía camadas y así acostado al no poder airearse y secarse adecuadamente era pasto de las enfermedades fúngicas.

Las camadas se hacían no tanto cuando llovía, aunque fuese con fuerza, sino cuando en el mes de san Juan (junio), que las espigas ya han engordado y ganado peso, venían nieblas o chuvias (lluvias finas) y empapaban la espiga que se hacía por ello más pesada, lo que combinado con la excesiva largura del tallo favorecía que se acostase. Todas las espigas lo hacían hacia el mismo lado, formando una camada. El efecto del viento no era tan acusado, salvo que las espigas estuviesen muy húmedas y tumbase las plantas, ya que al salir el sol tendían a levantarse.

Por la misma razón, para evitar que creciese en exceso, se procuraba sembrar en los trozos de tierra más pobres, y en una misma pieza se prefería la cabecera o parte más alta a la hondera o parte más baja por la razón de que la primera cuenta con menos tierra que la segunda y por lo tanto se dificulta el crecimiento de la planta. Conviene precisar para entender adecuadamente lo anterior que en Carranza prácticamente no hay terreno llano, por lo que ha sido necesario realizar los cultivos en piezas más o menos inclinadas, por lo que a pesar de todos los cuidados la tierra tiende a acumularse en la parte más baja. Como dice un informante: “El trigo nace encima de las piedras”. Las honderas se sembraban a otro cultivo que fuese más exigente.

La primera labor consistía en maquinar la tierra utilizando la pareja y el brabán. Este trabajo se procuraba realizar cuando, tras haber retirado el cultivo anterior, el tiempo lo permitiese.

La tierra se preparaba a veces utilizando el arao en vez del brabán, pero para poder utilizar el primero tenía que estar en buenas condiciones. El trabajo con el arado resultaba más pesado porque era necesario guiarlo continuamente para que no se desviase y si la tierra estaba dura resultaba difícil conseguirlo. Además, a diferencia del brabán, vertía la tierra a ambos lados y normalmente no profundizaba tanto. El brabán resultaba más cómodo y además como volteaba la tierra hacia un lado cubría la hierba y las plantas adventicias que crecían sobre ella, favoreciendo así que muriesen. Después cuando al cabo de unas semanas se iba a sembrar el trigo, la tierra maquinada aparecía libre de hierbas.

En esa época la tierra que se maquinaba en otoño iba destinada a sembrar trigo porque la restante estaba ocupada por nabos y algo de vallico. El trigo se sementaba a mano directamente sobre la maquinada. Era conveniente marcar el terreno con márcenas, en este caso determinando duchas o calles anchas, ya que es una semilla lo suficientemente grande como para ver dónde cae. Después se procedía a pasarle el rastro, pero cargado con poco peso, ya que no era necesario dejar la tierra fina como cuando, por ejemplo, se iba a sembrar borona.

Por ejemplo para preparar la tierra para maíz se comenzaba a rastrar por la cabecera de la pieza y no importaba que los bueyes pisasen la tierra que poco a poco se iba desmenuzando porque después se realizaba la tarea de correrla y para conseguir que quedase sin pisadas se iniciaba por la hondera. En el caso del trigo se rastraba comenzando directamente por la hondera. Aprovechando la pendiente del terreno se colocaba la cadena que unía la pareja al rastro en el lado más bajo del hierro delantero al que se fijaba. De ese modo el rastro iba ladeado hacia abajo sobresaliendo de la línea de pisadas que dejaba el buey que caminaba por el lado inferior y cubriéndolas de este modo.

Se rastraba para tapar la semilla pero no era necesario afinar la tierra, solo alisarla un poco, porque como esta labor se realizaba al inicio del período invernal, la tierra, en todo el invierno, se allanaba ella sola quedando en debidas condiciones para cuando en la primavera había que zarcillarla.

Una vez efectuada la siembra, la semilla germinaba en un tiempo variable dependiendo de las condiciones atmosféricas. Que creciese más o menos durante el invierno dependía a su vez de cómo transcurriese el mismo. Los informantes recuerdan que a pesar de las nevadas y heladas no se maladaba.

Trigo. Zeanuri (B), 1981. Fuente: Ander Manterola, Grupos Etniker Euskalerria.

En Abadiño (B) hasta 1950, aproximadamente, el cultivo principal de los caseríos era el trigo junto con el maíz. El trigo era la forma de pago principal de la renta. Se dejó de producir hacia 1960.

Se sembraba a partir de Todos los Santos. Los trabajos comenzaban el 2 de noviembre y se prolongaban durante todo el mes. Primero se abonaban las tierras y luego se araban. Antiguamente se usaban las layas, laiak, pero después se pasaron a utilizar solo en parcelas pequeñas. Había unos arados pequeños, goldak, de una sola hoja que se empleaban para esta labor. Como solo tenían una hoja, había que dar dos pasadas, una en cada sentido. También se recurría al arado de doble hoja. Era un trabajo duro y se necesitaba buen ganado para tirar del arado. Cuando no se disponía de bueyes y había que utilizar vacas, se hacía con dos parejas a la vez. Alguien tenía que dirigir el arado y ayudar a girarlo al terminar la fila; a esto se dedicaban principalmente los hombres ya que hacía falta fuerza. Guiar los animales tampoco era una labor fácil cuando se utilizaban dos parejas de vacas; se denominaba itaurren (delante de los bueyes).

Una vez arado el terreno, y si había quién lo hiciera, se igualaba con la azada para que los granos de trigo no se hundieran en los surcos del arado. Cuando en la casa había mucha gente se repartía el trabajo: mientras unos araban, los demás pasaban la azada; en caso contrario se alternaba el trabajo: una vez arado un trozo, y mientras el ganado descansaba, se pasaba la azada. Otras veces se recurría a la rastra, arie. Una vez terminada esta fase se sembraba el grano y una vez sembrado el terreno se volvía a pasar la rastra.

En Elorrio (B) para sembrar el trigo, garije, se roturaba la tierra con arado, goldea, y azada, atxurra. Después se le echaba cal, estiércol o sulfato[6].

En Bedarona (B) el trigo, garia, se sembraba en noviembre, después de recoger el maíz. Se labraba el terreno con el arado, golde nagusia, y en zonas de pendiente con golde txikia, y se sembraba.

En Ajangiz y Ajuria (B) las principales tierras de labor estaban dedicadas al cereal, principalmente el trigo. El trigo se sembraba en noviembre y la semilla de trigo, garije, solía ser de casa. Antes de la siembra había que preparar el terreno, labreu, pasando la grada, arietu, para quitar las hierbas, gorrittu. Se sembraba en la superficie, azalera, sin arar, goldatu. La tierra de la heredad donde se iba a sembrar había que mezclarla con cal para que prendiese la raíz, sustraije hartu, y la semilla se lanzaba al viento.

En Gautegiz Arteaga (B) el trigo se sembraba en noviembre en las heredades en las que se había recolectado el maíz. En primavera había que escardar a mano, eskurterije. Fue hacia 1950 cuando se dejó de sembrar.

En Zamudio (B) la semilla de trigo se solía intercambiar con vecinos de otros barrios. Había dos variedades, una lisa y otra bizerdune, que era mejor. Se sembraba una vez la tierra estaba bien labrada, makinetute, y una vez se había tapado la simiente se esparcía encima cal.

En Ataun (G) para preparar la siembra layaban la tierra y la cavaban con la azada o pasaban el arado, a lo que llamaban “zotalak atxurtu ta zohie zokaindu”. Echaban la semilla a mano y para cubrirla volvían a pasar el arado. A la siembra del trigo la denominaban gari-eittea y se efectuaba por san Martín, después de haber recogido la cosecha del maíz. A veces se retrasaba debido al mal tiempo. Se solía decir del trigo: “Haundie banintzen, txikie banintzen, maiatzen burutu nintzen” (Si fui grande, si fue pequeño, me espigué en mayo). En algunas tierras fértiles, por temor a que la paja se hiciese demasiado lozana, solían pasar el arado después de nacido el trigo.

En Telleriarte (G) la tierra en la que se sembraba el trigo, garie, se araba, se desmenuzaba un poco con la azada, se igualaba y a continuación se esparcía la semilla; después mientras se desmenuzaba la tierra pasando por encima el rastrillo/grada se iba tapando la simiente.

En Mendaro (G) la siembra del trigo se iniciaba a mediados de noviembre y duraba hasta finales de diciembre. La tierra se limpiaba con un arado llano de 24 puntas. Después con el arado arrastrado por bueyes se hacían surcos de unos dos pies de hondura, pudiéndose realizar este trabajo también con laya, en este caso alcanzando una profundidad de pie y medio. Tras la siembra se volvía a pasar de nuevo el arado llano.

En Hondarribia (G) antaño el trigo ocupaba buena parte de las tierras. Luego se sustituyó por el maíz, al aumentar el poder adquisitivo y la posibilidad de comprar pan elaborado. Por otra parte, el cultivo del trigo siempre fue problemático en Hondarribia mientras que el maíz era más resistente al viento, uno de los meteoros dominantes en la zona.

A mediados de los años cincuenta del pasado siglo XX aún había trigo, garia o garija. Según un informante no era buena zona para este cereal, pues como los campos estaban bien abonados gracias al limo que se sacaba del río, el trigo crecía alto y al ser zona de mucho viento, dañaba mucho las cosechas. Cuando fue abandonándose su cultivo, en los lugares en los que aún se mantenía los pájaros causaban muchos daños.

En Beasain (G) el trigo se sembraba generalmente en la pieza en que se había cosechado el maíz. Para ello primero se le daba vuelta a la tierra con el pequeño brabán llamado golda txikie. Luego dos o tres personas provistas de azadas rompían los tepes e igualaban el terreno labrado. Después se sembraba el trigo, esparciendo la semilla a mano según se iba andando. Por fin se pasaba la grada, area, para tapar el grano al revolver un poco la tierra.

No importaba que se echara la simiente sobre el campo embarrado si es que llovía, ya que el mes de noviembre, hacia la segunda mitad, era época propicia para lluvias. No se solía esperar a completar toda la heredad con cada operación, sino que a medida que se preparaba un trozo de tierra se iba sembrando.

En Elgoibar (G) las operaciones que se efectuaban para sembrar el trigo, que se llevaban a cabo tras cosechar el maíz, comenzaban por quitar las mayores hierbas con la azada para luego pasar el arado. Con este apero se dejaba el terreno muy desigual, por lo que era necesario utilizar azadas para romper los terrones y dejarlo igualado. Una vez realizada esta labor se sembraba el trigo. Luego se pasaba otro apero, aria, y ya quedaba listo. Más tarde, hacia la primavera y cuando el trigo había crecido entre cinco y ocho centímetros, se pasaba el rodillo, alperra. A su paso dejaba la planta tumbada, motivo por el cual acostumbraban poner unas ramas en la parte trasera del rodillo para así levantar lo que pisaba.

En Bera (N) el trigo, garija, se sembraba en poca cantidad hacia 1940 aunque antes parece que tuvo mucha más extensión. Las labores de preparación de la tierra eran similares a las que se llevaban a cabo para el maíz, con la salvedad de que la siembra del trigo tenía lugar en noviembre y a veces hasta comienzos de enero. Se empleaban las variedades: garigorrija, rojo; ogibizarduna, barbudo; y hiruhillebateoguija o tremesino, este en menor cantidad[7].

En Sara (L) el cultivo del trigo comprendía estas operaciones: irauli, arar con arado; hazia erein, sembrar la semilla; arratu o taparla con grada; por mayo arrancar a mano las malas hierbas, principalmente la neguilla, suilorra, y el guisante salvaje, basetxilarra. En el siglo XIX se escardaba el trigo con zarcillo por mayo.

En Donazaharre (BN) el trigo se sembraba a voleo y la época más apropiada era en torno al 11 de noviembre. Era necesario, sobre todo, que la tierra no estuviera seca. Se decía que el trigo se podía sembrar “behiek errekan edaten ahal duteno ereizak ogia” (cuando los bueyes pueden beber en el surco). En los años 1960 comenzó la depresión agrícola y el trigo se abandonó en apenas unos años. Se pasó a comprar pan al panadero pero recuerdan los informantes que el cambio fue decepcionante pues su pan, a diferencia del de casa (etxeko ogia) no tenía fuerza y tras comerlo se seguía con hambre.

Maíz, artoa

El maíz procede de América y su introducción fue de suma importancia. Posiblemente se empezó a cultivar ya en el siglo XVI y con los años se fueron configurando distintas variedades adaptadas a las diferentes comarcas.

El maíz supuso una pequeña revolución agrícola en la zona atlántica pues se adaptaba mejor que otros cereales a las condiciones climáticas de humedad, tenía un rendimiento dos o tres veces superior al del trigo, agotaba menos la tierra y tenía un doble uso, para alimento humano y animal. Su uso era bien aceptado: su harina era apropiada para la elaboración de panes y de tortas o talos que resultaban de buen gusto, y al ser alimento recio y fuerte, unido al haba cocida y al tocino, permitía a gentes como hombres de monte (carboneros, leñadores y otros), aguantar mejor el trabajo y los crudos temporales que con el pan de trigo. El maíz fue uno de los cereales que más contribuyeron a elevar el nivel de vida de los vascos montañeses desde el siglo XVI en que, según el Padre Larramendi en su Corografía General de Guipúzcoa, fuera introducido por el hernaniarra Gonzalo Perkaiztegi[8].

Uno de los fenómenos más notables verificado entre 1880 y 1940, aproximadamente, según observación de Caro Baroja, es el de la sustitución del cultivo del trigo por el del maíz debido en su opinión a causas económicas más que a un cambio climático:

“Si examinamos las cuentas parroquiales de los siglos XVI y XVII vemos que en aquella época se cultivaban, en orden de intensidad, el trigo, el centeno y el mijo. Poco a poco el centeno, y el mijo especialmente, van perdiéndose, quedando el trigo como cereal principal. El maíz se generaliza mucho a comienzos del siglo XVIII, pero el trigo continúa siendo de primera necesidad. Sólo hacia 1850 su cultivo va perdiendo también importancia”.

Según testimonios por él recogidos en la bibliografía, en 1878 el cultivo del trigo se reducía a las zonas más calientes y apacibles protegidas del viento norte por las estribaciones de los montes[9].

La primera vez que se documenta en Viana (N) es en 1825, con motivo de la entrega de los diezmos a la iglesia[10].

El maíz usado hasta nuestro siglo era de dos clases: rojo (artogorrija), para tierra seca; y blanco (artoxurija), para tierra húmeda. Hoy existen más clases, incluso híbridos de maíz cuyo interés fue en aumento desde la década de 1950[11].

En Álava se cultivaba poco maíz, al estar siempre expuesto a heladas prematuras. Se sembraba maicillo, que se recogía verde y se picaba como forraje para el ganado y demás animales de la casa (gallinas y capones principalmente).

El maíz vino a sustituir a un cereal anterior, el mijo. El mijo con el que se elaboraba el alimento llamado borona o artoa figuraba en Ataun (G) desde tiempos antiguos. Así, en 1408 se constata la construcción de molinos para moler trigo y mijo. El maíz importado de América se conoció como mijo mayor, mijo de las Indias o simplemente maíz y en euskera arto haundie (mijo grande) quedando el de arto txikie (mijo pequeño) para el mijo del país de grano pequeño. La planta del primitivo maíz o mijo tenía caña más corta que el trigo y el grano intermedio entre el trigo moscatel o galaundie y el maíz de las Indias o indi-artoa. Asimismo se diferenciaba del zikirio, centeno, de espiga más larga y de cuya harina se hizo uso en un tiempo para elaborar pan. Desde que apareció el maíz de América, más rico que el del país, el mijo pequeño fue desapareciendo poco a poco. En el año 1880 aún se consumía algo y los más ancianos de la localidad, cuando se realizó esta encuesta a mediados de los años cincuenta del pasado siglo XX aún recordaba: “Arto txikikin eindako taloa jan ohi zan lenao. Orrea etzan ondo unitzen eta okalbekoa jarri okozpeen eta jan ohi zoen” (Antiguamente se solía comer borona elaborada con mijo pequeño. No hacía la masa compacta y la solían comer poniendo el babero debajo de la barbilla). A finales del siglo XIX el beneficiado de Ataun escribía: “De mijo y panizo se coge medianamente y de poco tiempo a esta parte se hace pan de maíz que llaman mijo de India que se da muy bien en los valles y lugares húmedos y comido fresco es de buen gusto y engorda”.

Enganchando la máquina sembradora a la yegua. Carranza (B), 1965. Fuente: Díaz, Miguel Sabino. Karrantza. Visión gráfica 1880-1980. Tomo I. Karrantza: 2008, p. 41.

El cultivo del maíz fue incrementándose durante el siglo XVIII y el año 1770 se recogieron en Ataun 4320 fanegas de trigo y 5600 fanegas de maíz. Cada celemín de maíz que se sembrabaproducía por esas fechas y en esta localidad cincofanegas y cada celemín de trigo ocho celemines[12].

En Bedarona (B) el maíz, artoa, se sembraba en marzo o abril dependiendo del tiempo atmosférico. De la siembra a la recolección eran mínimos los cuidados que necesitaba este cultivo y los realizaban los miembros de la propia familia.

Se araba el terreno, goldatu, y se dejaba reposar. Se abonaba con estiércol y cal que se extendía con el bieldo y se pasaba la grada para mezclarlo. Después se sembraba de dos maneras:

Markara. Se marcaba una línea con el marcador tirado por una vaca y en esa línea se echaba la semilla con la mano. Hacía de boyero guiando los bueyes, itaurren, un niño. Después se tapaba con la grada.

Potxire. En hoyos. Se sembraba entre dos personas, una hacía un hoyo en la tierra con la azada y la otra echaba unos cuantos granos de maíz; después la primera los tapaba con la azada cubriéndolos con tierra. Los hoyos se abrían siguiendo una línea de extremo a extremo de la heredad, soloa.

Cuando nacía la planta, se sembraba junto a ella, también en hoyos, la alubia, que así crecía ensortijada al tallo del maíz.

Hoy en día se siembra poco maíz, a lo sumo una parcela. Se prepara el terreno arándolo con anterioridad. Antes de la siembra se abona con estiércol y se pasa la grada con el tractor. Se siembra en hoyos y cuando nace se pone junto a él la alubia.

En Abadiño (B) cuando se vacía el terreno dedicado al nabo comienzan las labores del maíz. Las heredades deben estar listas para el 8 de mayo, ya que se siembra por san Torkaz (15 de mayo). En la parte más baja del pueblo se puede empezar a sembrar en abril, como reza el dicho:

San Jurgi artoak ereiteko goizegi,
san Markos artoak ereinde balegoz.
(San Jorge temprano para sembrar el maíz,
san Marcos ojalá estuviera sembrado).

Estos dos santos se celebran el 23 y el 25 de abril, pero en las zonas más altas el terreno no estaba acondicionado hasta mayo.

La tierra se preparaba con el arado, goldie, arrastrado por dos parejas de vacas a la vez. Se reunían los vecinos de dos o tres viviendas y lo hacían entre todos, primero el terreno correspondiente a uno y más tarde el de los otros. Antiguamente esta tarea se realizaba con layas, laiak. Luego se pasaba la narra para deshacer los trozos de tierra, mokilek. Sobre ella se depositaba algo pesado o bien se subían unos niños que hacían esa función de contrapeso y de paso se divertían. Luego había que pasar la rastra y después con el marco pequeño de mano se señalaban los puntos de siembra. Por último se volvía a pasar la rastra para tapar la simiente. A los ocho días germinaba y entonces se hacían los hoyos para sembrar las alubias. Si las alubias eran trepadoras, se colocaban al lado del maíz para que ascendiesen por él, si no, en medio de cada dos plantas de maíz.

En Amorebieta-Etxano (B) una vez bien preparada la tierra, se pasaba el marcador que dejaba un surco y un montículo. En ese montículo se hacían cortes con una azada pequeña distantes 15 o 20 cm unos de otros y se depositaban las simientes: tres granos de maíz y dos de alubia en cada hoyo y se tapaban con la misma azada.

En Ajangiz y Ajuria (B) el maíz, artoa, se siembra en los meses de abril/mayo. Le conviene una tierra dura, lur gogorra. Primeramente hay que realizar las operaciones habituales de preparación de la heredad, soloa presteu, consistentes en: “gorrittu, satsak atara eta zabaldu, goldatu, itxi egun batzuk azala egin arte lurreri, lisutu ariegaz, markeu eta erein”; es decir, pasar la grada para quitar las hierbas, sacar y esparcir el abono, arar, darle unos días de descanso a la tierra para que “le salga la piel”, volver a pasar la grada para alisar, marcar el terreno y sembrar.

El maíz que se ha utilizado para la siembra ha sido el de la propia casa. Hoy día se compra en la cooperativa de la localidad vecina de Gernika un maíz híbrido que se adquiere al kilo; tiene una piel más gruesa, azaltsuagoa, que el antiguo de casa que tenía la corteza más fina, finagoa.

La siembra se efectúa echando la semilla en la heredad de corrido y germina, erne, a los quince días. Luego se siembra la alubia en el mismo terreno, que también tarda unos quince días en brotar, para que crezca abrazada al tallo del maíz, “bera joaten da palure”. Para que el maíz crezca robusto, buru egitekoa, hay que entresacarlo, miheztu, porque si las plantas están demasiado próximas se quedan bajas, txaparroak.

En las heredades en las que se siembra el maíz, cuando germina, antes de la escarda, jorratu, hay que romper los terrones a mano con el mazo, mokile. Los terrones se forman cuando la tierra es áspera, lur ligorra; si es buena, lur arena, no se forman.

En Gautegiz Arteaga (B), en marzo o abril, en los terrenos donde se han recogido la hierba francesa, frantsesa, y los nabos, se pasa la grada, arietu, y a continuación se apilan las hierbas, arabatue, que ha recogido este apero para quemarlas. Luego se ara, goldatu, la tierra y en abril-mayo se siembra el maíz, artoa. Es conocido el refrán, esaldije, que reza que el maíz debe estar sembrado para la festividad de san Marcos (25 de abril): “San Markos artoak ereindde balegoz”.

En Zamudio (B) el maíz, artoa, se sembraba en el mes de mayo. En cada hoyo se depositaban dos o tres granos y cuando crecían las plantas se dejaba una sola. La distancia entre hoyos era de unos cuarenta centímetros. Se cultivaban dos variedades de maíz: arto nausie y arto txikie, el primero destinado a los animales y el segundo que se utilizaba para obtener harina.

En Mendaro (G) en mayo se trabajaba la tierra por medio del arado de cinco dientes o de la laya y se destarronaba con el zokorjaigi. Se echaba el abono y con el arado plano y el rastrillo se igualaba, pudiéndose también esparcir al mismo tiempo la cal. Después de esto se pasaba el arado de cinco dientes para refrescar la cal y la rastra de 24 dientes. Realizados estos trabajos se pasaba el de cuatro dientes y se echaba la simiente cada dos pasos, pasándose de nuevo la rastra de 24 dientes y el zokorjaigi. A mediados de junio y en julio se escardaba la tierra por tercera vez.

En Beasain (G) para la siembra del maíz se empezaba a preparar la tierra en el mes de abril. Primero se layaba, actuando en equipo tres, cuatro o cinco personas. Una vez layada había que dejar envejecer un poco la tierra movida y luego se pasaba la grada, area, para romper los tepes e igualarla; si quedaban trozos sin deshacer, zokorrak, se recurría al rodillo, alperra. Por fin se pasaba el arado llamado bostortza o besarea para hacer la preparación final.

Para la siembra en sí se utilizaba el marcador, markoa, que trazaba las hileras. Se echaba la simiente de maíz en el canal con una separación de un paso, de forma que a cada paso se tapaban con el pie los granos que se habían echado. Juntamente con los de maíz se ponían los de alubia para que crecieran juntos. Esta labor la solían realizar las mujeres llevando las simientes en el delantal. Con otra pasada del bostortza quedaba la simiente tapada por la tierra.

La siembra se solía hacer en los días anteriores a san Marcos (25 de abril), tal como precisa el refrán:

San Markos astea,
atzekoa baiño aurrekoa artoa ereiteko hobea.

En Zerain (G) el maíz se sembraba también por la festividad de san Marcos. Se trabajaba la tierra con el arado llamado nabarra, se ahuecaba, harrotu, con las layas y se deshacían los tepes. Seguidamente se igualaba la tierra con la grada, area, y luego se pasaba el arado de cinco púas, bostortza. Se sembraba el maíz en hileras y de paso en paso se echaban tres alubias. Después se tapaban las simientes con el arado de cuatro púas, lauhortza, y encima se esparcía el estiércol.

En Ataun (G) la siembra del maíz, arto-sartzea, solía tener lugar al brotar la hoja de los árboles: “Orri irteta, arto eittea”. Se solía decir también: “San Marcos astea, atzea baño aurrea hobea” (La semana de san Marcos, mejor antes que después) y “Artoa belea izkutatzeaño hazi behar da sanjoanetaako” (El maíz tiene que crecer para san Juan lo suficiente para ocultar al cuervo).

En Elgoibar (G) la preparación del terreno para la siembra del maíz era laboriosa ya que era necesario acondicionarla bien. Se daba la vuelta a la tierra con las layas y se dejaba reposar para que estuviera seca y de ese modo trabajarla mejor. Algunas tierras se preparaban mejor que otras y además con menos labores, como eran las arenosas y las calizas, pero con las arcillosas, buztiña, había que utilizar en ocasiones hasta doce instrumentos. Reposada la tierra se utilizaba la reja, aria, que era mejor cogerla de lado para que removiera mejor la tierra. El siguiente paso era pasar el rodillo, alperra, para dar paso al bostortza o burdin aria. Se volvía a pasar el rodillo y la reja hasta que la tierra estuviese bien preparada, para luego abonarla y pasarle burdin aria con lo que se conseguía hacer los surcos. Normalmente cada tres surcos destinados al maíz uno se compartía con la alubia. Para la siembra del maíz algunos dejaban los granos al paso y otros seguidos, aunque lo normal era hacerlo al paso; para enterrarlos se volvía a pasar la aria o bien se realizaba a mano con un rastrillo de madera de los de recoger la hierba.

En Hondarribia (G) ya apenas se cultiva el maíz y quien lo hace lo destina a forraje del ganado. Los que siembran alubia ponen también maíz para que los tallos le sirvan de soporte. A mediados del siglo XX desde el monte Jaizkibel se veía la ladera de la montaña llena de maíz.

En Sara (L) el cultivo del maíz comprendía las siguientes operaciones: Ongarria hedatu: esparcir el abono. Irauli: arar con arado. Trunkatu: apisonar con rodillo de madera llamado trunkua, con lo que quedaban borrados los surcos, ildoa, y allanada la tierra. Arratu: remover con grada. Markatu: marcar o hacer surcos con un aparato de madera provisto de cuatro patas. Erein: sembrar maíz y alubias mezclados a lo largo de los surcos. Arratu: remover con grada a fin de tapar la semilla. Trunkatu: apisonar con rodillo de madera para que la tierra quede nivelada.

En Donazaharre (BN) antes de la guerra no se conocía más que una variedad de maíz. Se sembraba con los granos guardados de la cosecha anterior. La productividad era pequeña pero se producía lo suficiente para satisfacer las necesidades de la casa.

Para sembrarlo se araba el campo pasando dos veces, en cruz, y formando ángulos rectos; estos pequeños surcos se trazaban con la marka, que tenía dos o cuatro rejas planas llamadas palotiak. En las intersecciones de los surcos se ponían a mano dos o tres granos y se cubrían con tierra. Después, cuando brotaban, se dejaban crecer solo dos plantas por hoyo, lo que se conseguía mediante aclarado, arto-bekantzia.

La variedad de maíz tradicional, grand roux basque, no daba más que una mazorca por planta. En los años 1950 esta variedad arto gorria fue reemplazada por las híbridas o arto amerikanoa. Su rendimiento era mayor si se le suministraba nitrógeno, hasta entonces el maíz se había abonado tan solo con estiércol. Fue así como poco a poco, durante los años 1970, este tipo de productos químicos, que se adquirían en las cooperativas, se introdujeron ampliamente en los campos. Fue la época en que la agricultura adoptó definitivamente la mecanización y se difundieron las nuevas variedades de maíz, abandonando la autóctona.

Hacia los años 1970-75 se comenzó a plantar el maíz en dos lotes claramente separados el uno del otro: el maíz para semilla, que era castrado (hazitako artoa) y el maíz entero (jateko artoa). El primero servía para sembrar (luego las cooperativas se encargaron de venderlo) mientras que el segundo era para consumo.

En Uhartehiri (BN), las operaciones efectuadas para sembrar el maíz eran las siguientes:

“Uzkaldu brabanarekin”. Roturar la tierra con la ayuda del arado (brabán) tirado por vacas o bueyes que vino a reemplazar al arado llamado xarro, que, a su vez, reemplazó al antiguo goldenabar. La laya no fue conocida.

“Berdindu trunkoarekin”. Nivelar con el trunko o rodillo de madera que sirve para aplastar y allanar la tierra, tirado también por vacas.

“Harrotu taularekin”. Remover con la taula o apero de madera, de forma cuadrada, provista de 40 dientes de hierro, también tirada por vacas.

“Ahatu ahaiarekin”, que viene a ser lo mismo, es decir, desmenuzar la tierra con la ayuda del ahaï o grada, que tiene 20 dientes de hierro más largos que las de la taula; en otro tiempo tenía 16 dientes.

“Lauhorzeko markarekin markatu, artoa ereiteko”. Marcar los surcos con un aparato de cuatro palas para sembrar el maíz. Este aparato todo él es de madera. Una vara horizontal guarnecida de cuatro patas o palas que se apoyan sobre la tierra; en su mitad están fijadas las parihuelas de donde tiran los animales o los hombres. Las cuatro palas colocadas a cierta distancia unas de otras, trazan en la tierra grandes surcos, en los cuales se siembra, a mano, el maíz.

“Erain eskuz”. Sembrar a mano el maíz y las alubias mezclados a lo largo de los surcos.

“Kuku ahaiarekin”. Cubrir con la grada a fin de tapar la semilla.

En el Valle de Carranza (B) el maíz o borona se sembraba preferentemente en el mes de mayo en las piezas que “habían estado a nabos”, aunque se decía que la mejor jornada para efectuar esta labor era el día de san Marcos, 25 de abril. Las piezas que se sembraban para borona se sementaban más ralas para que las plantas quedasen distanciadas entre sí y de este modo pudiesen engordar las mazorcas.

Para facilitar la siembra se solían poner márcenas y no se podía dejar pasar demasiado tiempo entre arrojar la simiente y cubrirla de tierra con el rastro, ya que de lo contrario los pájaros comían demasiados granos. A veces se podía sementar la pieza al anochecer a condición de que al otro día, bien temprano, se rastrase.

Para sembrar la borona la forma más antigua consistió en lanzar los granos a voleo sobre la tierra maquinada y después rastrarla para cubrirlos y de paso afinar la tierra, lo que facilitaba el posterior trabajo de escardado. Esta forma de siembra presentaba el inconveniente de que a la hora de sallar, como las plantitas nacían al azar, era necesario eliminar con la azada las sobrantes, es decir, las que crecían demasiado juntas y eso exigía cierta destreza.

Para aliviar la tarea del sallo y del posterior re-sallo con el tiempo se pasó a sembrar el maíz en hileras, a la raya. Para ello se marcaba la tierra ya rastrada con la azada. Consistía esta labor en abrir surcos en los que se depositaban los granos con la separación adecuada entre ellos. Después se cubrían y se esperaba a que germinasen. Al crecer alineado, la tarea de sallar el maíz se realizaba con mayor rapidez y comodidad. Algunos lo sembraban también en hileras pero a la torca, es decir, abriendo pequeños hoyos alineados (a veces ayudándose de una cuerda como guía) en los que depositaban los granos. El resultado era el mismo, ya que al crecer los panizos quedaban también formando hileras.

Artoa. Gautegiz Arteaga (B), 2016. Fuente: Segundo Oar-Arteta, Grupos Etniker Euskalerria.

Con el burro y la máquina también se marcaba la tierra, es decir, se abrían los surcos en los que depositar el grano. De ese modo al crecer la planta en hileras, el burro apenas la pisaba durante el escardado. Como el burro no contaba con fuerza suficiente para estas tareas fue sustituido por la yegua, con mayor capacidad para arrastrar la máquina.

Con la yegua algunos comenzaron a utilizar un apero que contaba con tres zarcillos, es decir, abría tres hileras a la vez. Este mismo apero era utilizado posteriormente para sallarlo. Este apero era de fabricación casera y consistía en una estructura de madera con dos agarraderas para sujetarlo, que tenía insertas tres piezas metálicas similares a las del tragaz. Estas piezas las preparaba un herrero a partir de sendos hierros cuyo extremo aplastaba hasta conferirle forma aplanada. Un hombre se encargaba de la labor de abrir los surcos con el apero y la yegua y por detrás una mujer o dos echaban a mano los granos sobre las hileras. Después se cubrían con una rastrilla de madera, ya que no necesitaban quedar cubiertos con demasiada tierra, solo la suficiente para que los pájaros no comiesen el grano.

Estos cambios fueron criticados por algunos, los más veteranos, que pensaban que no era la mejor forma de sembrar el maíz. El argumento de tal crítica era este: Cuando se sembraba a voleo sobre la tierra recientemente maquinada, los granos caían en los surcos, de tal modo que al rastrar la pieza quedaban cubiertos por una buena capa de tierra que se depositaba sobre ellos. Por el contrario, con la nueva técnica de marcar la pieza ya rastrada los granos quedaban cerca de la superficie cubiertos por una delgada capa de tierra.

Ocurría que los panizos que nacían de los surcos de la tierra maquinada crecían con más fuerza y al tener las raíces más profundas resistían mejor los embates del viento. En cambio los que nacían de granos depositados más superficialmente, al crecer a flor de tierra no “charpaban abajo” y cuando hacía viento los derribaba, precisamente se decía que se desboronaban. Reconoce un informante que mientras que los primeros crecían con fuerza, algunos de los segundos amarilleaban en cuanto llegaban los calores del verano.

Otra razón que justificaba el crecimiento más rápido y frondoso del maíz sembrado del primer modo tenía que ver con el proceso de preparación de la tierra. La pieza se abonaba en primer lugar y después se maquinaba, tras lo cual se dejaba que se secase la tierra durante dos o tres días, no más porque se endurecía tanto que dificultaba las labores posteriores de afinado.

Con la tierra recientemente labrada, al arrojar los granos de borona y caer estos al fondo de los surcos, quedaban a la altura de donde estaba la basura, ya que como esta se había esparcido sobre la superficie de la pieza y posteriormente se le “había dado vuelta” a la tierra, había quedado sepultada. Tras rastrar la pieza y desmenuzar los terrones, cuando los granos germinaban tenían a su disposición todo el alimento proporcionado por el abono, de ahí que pudiesen crecer con fuerza. En cambio, en los dispuestos más superficialmente las raicillas tenían que realizar un recorrido más largo en busca de la basura.

En Bera (N) las operaciones que se llevaban a cabo eran estas:

La principal y primera era la de arar con el arado, goldia, timonero o goldenabarra; después se introdujo otro tipo de arado con esteva doble y reja de vertedera que fue cediendo ante los arados estándar.

El sistema de tiro hasta la década de 1940, al menos, era la yunta uncida al mismo con fuertes cadenas, katiak, que llevaban al final lo que llamaban timoja, pieza de madera de unos 65 o 70 cm de longitud que hacía el oficio del final de la lanza del carro. En caseríos ubicados ya en el monte se usaron en el pasado con este fin las layas.

Después de arada la tierra, hombres y mujeres se dedicaban a desmenuzar los terrones con el apero llamado erbibijokija. Después, para que quedara más desmenuzada, empleaban la ola o tabla, consistente en un bastidor de maderos gruesos con un fondo de tablas ajustadas o bien de varas de aliso, altza, u otro árbol entretejidas. El primer modelo era más antiguo y el segundo de uso frecuente en la década de 1940. Si la tierra no era de buena calidad o se trataba de roturar un terreno debía emplearse para esta función un rodillo hecho con un cilindro de madera obtenido de un simple tronco de árbol. El rodillo de piedra era menos frecuente.

La siguiente operación, antes de la siembra, consistía en pasar la grada o aria, que tenía veinte dientes, hortzak, de hierro, algo torcidos y dispuestos en cuatro maderos longitudinales. Antes había la costumbre de ahuecar más la tierra con la azada, aitzurra o atxurra, aun después de pasada la aria, pero suponía un trabajo ímprobo.

Una vez dispuesta la tierra para recibir la semilla del maíz o del nabo, se hacían los surcos donde se había de echar con un instrumento de madera llamado marka, parecido a un gran rastrillo corriente. Los había de dos tipos, uno de mano y otro tirado por vacas. La marka tirada por vacas era algo mayor. Tras la introducción del burro hubo que adaptarse a él.

El diagrama adjunto muestra la disposición con que se sembraba en la década de 1940 el maíz (+), la alubia (o) y el nabo (*) ( o remolacha) puesto en la orilla. De un modo ya arbitrario se plantaba la calabaza. El maíz se sembraba en hoyos con 4 o 5 granos combinado con las otras plantas dejando entre hoyo y hoyo unos 75 cm de distancia. Los hoyos se tapaban con un apero llamado arbil o arbijokia y con azadas comunes o atxurrak[13].

Diagrama.

En Abezia (A) se cultiva el maíz vizcaíno. Durante los primeros años es muy alto, luego crece menos. Es un cultivo tardío ya que se siembra por san Marcos (25 de abril), aunque todo depende de las condiciones meteorológicas. De hecho, algunos informantes recuerdan un dicho que afirma:

El que quiera tener buen maíz,
las aguas de san Prudencio que las deje pasar.

Más adelante se introdujo el maíz alto verde que se siembra mucho más espeso y se emplea exclusivamente para alimentar al ganado.

En Apellániz (A) el maíz solía sembrarse a primeros de abril, no haciéndolo en grandes cantidades porque decían que cansaba mucho la tierra.

En Viana (N) el cultivo del maíz requiere tierras de regadío, ya que necesita por lo menos dos riegos. Comenzó a generalizarse a partir del siglo XIX y durante el XX se sembraron muchas robadas. En 2003 se le dedicaron 83 ha con una producción cercana a las 500 t.

Se conocen varias clases: uno llamado de la tierra cuya planta desarrolla una o dos pinochas; otra variedad que se cultivó fue el llamado de saltar, cuyas pinochas contenían granos de pequeño tamaño, de color amarillento o rojizo, que eran utilizados en las casas para hacer “las palomitas”, muy apreciadas por los niños; luego llegaron los híbridos, de mucha mayor producción.

En líneas generales, sobre todo en el área mediterránea, los modos de siembra o plantación han evolucionado desde la forma manual vigente hasta la década de 1960 a las formas industriales y mecanizadas actuales. En el caso del maíz, se ha pasado de sembrarlo surco a surco y grano a grano a realizarlo con máquinas que abarcan seis surcos cada vez y depositan el grano cada 70 cm. Labrar o preparar la tierra, que antes suponía semanas con el ganado de tiro y el arado, hoy se realiza en pocos días con el tractor y las máquinas al efecto.


 
  1. Tierra blanca es la de sembradura de cereales. José María IRIBARREN. Vocabulario navarro. Pamplona: 1977, p. 510.
  2. La escandia, según el DRAE, es una variedad de trigo muy parecida a la escanda, propia de países fríos y terrenos pobres, de paja dura y corta, pero con dobles carreras de granos en la espiga, que se separan difícilmente de su cascarilla.
  3. Leoncio URABAYEN. Geografía de Navarra. Pamplona: 1931, p. 148.
  4. Antonio PURROY; José Antonio MENDIZABAL. La agricultura navarra en la primera mitad del siglo XX. Pamplona: 2011, p. 39. Leoncio URABAYEN. Geografía de Navarra. Pamplona: 1931, refiere en la p. 182 que sobre 1930 existían 60 fábricas de harinas y 250 molinos de piedras, estos dedicados a molturar grano para el ganado.
  5. El encamado parasitario (Cercosporella herpotrichoides) es una enfermedad que se manifiesta por la aparición en los tallos, a nivel del entrenudo más próximo al suelo, de unas manchas ovaladas, en forma de ojal. Si se rompe el tallo a la altura de la mancha, se observa dentro de la caña el micelio del hongo. Como consecuencia de la acción del hongo, el entrenudo afectado puede romperse fácilmente, encamándose la planta en cualquier dirección, a diferencia del encamado fisiológico que se produce en la dirección del viento dominante. Los daños derivados son la muerte de las plántulas y la disminución de cosecha por dificultad en la circulación de savia. Vide: Manuel ALVARADO; Fernando MORILLO. “Enfermedades del trigo” in Hojas divulgadoras. Núms. 8-78 (1978), p. 8. Disponible en: http://www.magrama.gob.es/ministerio/pags/biblioteca/hojas/hd_1978_08.pdf Acceso: 28/03/2014.
  6. Sabino de ARRILLAGA. “Contribución al estudio etnográfico del pueblo de Elorrio (Vizcaya). Año de 1958” in AEF, XVII (1957-1960) p. 92.
  7. Julio CARO BAROJA. “Un estudio de tecnología rural” in CEEN, I (1969) p. 221.
  8. Hay informaciones diferentes al respecto. Una de ellas es que el maíz ya habría sido introducido por primera vez en Europa el año de 1523 cuando en el País Vasco francés los baserritarras de Ustaritz lo plantaron en sus campos. Este maíz habría sido traído por los marinos vascos desde las Antillas. Disponible en: http://es.wikipedia.org/wiki/Sidra_del_Pa%C3%ADs_Vasco Acceso: 21/04/2014; otra, que el cultivo del maíz se extiende por Europa y la cornisa cantábrica en el siglo XVIII. Antxon AGUIRRE. “Maíz” in Auñamendi Eusko Entziklopedia (Fondo Bernardo Estornés Lasa) Eusko Media Fundazioa, 2009. Disponible en: http://www.euskomedia.org/aunamendi/100182 Acceso: 3/1/2015. Arizkun y Torres Luna afirman que las primeras referencias del cultivo de maíz en el valle de Baztán (N) son de 1645, aunque probablemente, como en Gipuzkoa, fuera conocido desde finales del siglo XVI. Pero su verdadera expansión, comenzada a mediados del XVII, se generalizaría en el siglo XVIII a expensas del mijo. Vide: Alejandro ARIZKUN. Economía y sociedad en un Valle pirenaico del Antiguo Régimen. Baztán 1600-1841. Pamplona: 1988, pp. 208-212; M.ª Pilar TORRES. La Navarra húmeda del Noreste. Estudio geográfico de la ganadería. Madrid: 1971, p. 95.
  9. Julio CARO BAROJA. La vida rural en Vera de Bidasoa. Madrid: 1944, pp. 47-49.
  10. En esta localidad navarra el 3 de febrero de 1829 se juntó el Cabildo Eclesiástico de las parroquias de la ciudad y fue propuesto que se privaba al Cabildo de algunos diezmos pequeños (escriben “menudencias”). Era preciso poner remedio y facilitar su cobro, y para ello le dieron poder a D. Vicente Los Arcos “para que, con toda urbanidad y política, intime a que entreguen, so pena de demandarles en juicio ante tribunal competente, e indague los que son obligados a diezmar”. Y se le dio esta lista : “Habas, alubias, arvejas en verde y secas, garbanzos, patatas, ajos, cáñamo, lino, pollos, cerdos, pollinos, terneras, yeros, alholva, lentejas, maíz, moscateles y otros que estuvieren en uso y costumbre”. ( Archivo Parroquial, San Pedro, Viana, L. Acuerdos Cabildo, 1829, ff. 92-92v.)
  11. Julio CARO BAROJA. “Un estudio de tecnología rural” in CEEN, I (1969) p. 219.
  12. Juan ARIN. “La labranza y otras labores complementarias de Ataun” in AEF, XVII (1957-1960) pp. 69-70.
  13. Julio CARO BAROJA. De la vida rural vasca (Vera de Bidásoa). San Sebastián: 1974, pp. 99-109.