Clases de tierra, lur motak

Es común el dato recogido en las encuestas de que, con carácter general, las tierras llanas, arenosas[1], que se localizan en los valles son más ricas, mejores para labrar y dan mayor producción. Por el contrario las arcillosas son más duras, aunque en ellas se dan bien algunos cultivos. Las peores son las pedregosas porque aunque se hayan quitado muchas piedras, vuelven a aparecer cuando se roturan y se profundiza en ellas, lo que dificulta la labor tanto de los animales como de las personas y daña los instrumentos de labranza. No obstante estas tierras, en el sur del territorio de Vasconia, son aptas para olivares y viñedos.

En Bernedo, Abezia, Pipaón, Ribera Alta, Treviño y La Puebla de Arganzón, y Valderejo (A) se han consignado tres tipos de tierras: 1) tierra verde, que es el nombre que dan a la arcillosa. 2) tierra arenosa, más suelta, de mejor drenaje, que se puede trabajar en cualquier tiempo. 3) tierra de cascajo o cascajuda. En Abezia hablan de unas tierras malas, llamadas “tierras de cal”, que tienen una especie de ceniza y están huecas. A las tierras de poca calidad las llaman “tierras flojas”.

En Argandoña y en Apodaka (A) la clasificación es similar: las tierras llanas son las mejores, siendo las más apreciadas las arenosas, por la mayor facilidad de descomposición de sus elementos y la mayor absorción del agua. Las arcillosas son más duras y compactas. En Berganzo (A) indican que la mayor parte de sus tierras son arcillosas.

En Iruña de Oca (A), la zona de Montevite es “tierra verde”, retiene mucha agua, la arcilla se encuentra a unos 60 cm, lo que hace que el terreno esté siempre húmedo. En Ollavare, sin embargo, el terreno es seco, sin posibilidad de riego, por lo que se siembra solo cereal y patata. En otros pueblos de Trespuentes, Villodas con poco fondo de tierra, enseguida está la lastra, y Nanclares que al tener el río cercano, con regadío y abono da buen rendimiento.

En Bernedo y en Valderejo (A) señalan que las tierras de las laderas son delgadas de tierra, más pobres, pero producen menos hierba; en tanto que las de las hondonadas son más ricas y húmedas, pero producen más hierba que estorba a los cultivos.

En Moreda (A) la mayor parte de las tierras son calizas, apenas hay arcillosas salvo en el límite con Viana. Las de los valles son más feraces porque poseen mayor fondo de tierra y mantienen más tiempo la humedad, en tanto que las de las laderas son de peor calidad, menos productivas.

En Treviño y La Puebla de Arganzón (A) las tierras por lo general son de buena calidad, tierras de fondo. Algunas tienen mucha piedra pero “de buenos panes”, es decir, buenas para la siembra del trigo. Otras guardan bien la humedad. Hay zonas de mucha arcilla; por el norte y el este las tierras son más sueltas por contener arena. Las mejores tierras se encontraban a la orilla de los ríos Ayuda y Zadorra; con la concentración parcelaria están junto a las casas, en las antiguas eras o en pequeñas parcelas que llaman la rein.

En Abadiño y en Urduliz (B) distinguen dos grandes grupos de tierras dedicadas a labores agrícolas: lur arinak, tierras ligeras, y lur astunak o lur gogorrak, tierras densas o duras. Con carácter general se puede señalar que las tierras situadas en altura son más densas. En Urduliz se han consignado también las denominaciones: harea-lurre, que es tierra suelta; lur gorriak, tierras arcillosas; tella-lurre, tierra de fabricar tejas, no se deshace, y arte-lurre, que es la tierra donde hay mucha encina, es mala para plantar en ella porque los árboles chupan toda la savia y son improductivas. Mencionan asimismo las tierras pedregosas.

En Amorebieta-Etxano (B) la clasificación es similar: la mejor tierra es la negra y arenosa; la arcillosa no es tan buena, y la peor, es la pedregosa. En Bedarona (B) el suelo presenta abundancia de masas rocosas. En altitudes inferiores a 200 m hay margas sedimentarias con calizas y arcilla, tierra a la que llaman troskie.

En Ajangiz y Ajuria (B) señalan que lur arena es la tierra buena a la que no se le forman terrones; por el contrario si es lur ligorra, tierra áspera, sí se le forman. En Gautegiz Arteaga (B) también confirman que hare lurre, la tierra arenosa, que es la que se encuentra en las vegas o valles, begadak, como consecuencia del aporte de las avenidas es buena para ararla y se seca antes. Otra clase de tierra es buztiñe-lurre, que es una tierra fuerte, lur gogorra, que mezclada con piedras se utilizaba para levantar paredes. En tiempos pasados también se construían tabiques de arcilla mezclada con varas de avellano, hurrutxe ta buztiñe. Otro tipo de tierra es toskalurre a la que el informante llama también patata-lurre porque dice que es una tierra ligera, lur ariñe, buena para la siembra de la patata.

Preparación de la tierra de cultivo. Ajangiz (B), 2011. Fuente: Segundo Oar-Arteta, Grupos Etniker Euskalerria.

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En Nabarniz (B) distinguen fundamentalmente dos tipos de tierra. Lur garana es arenosa y buena, por ejemplo, para la siembra de la alubia. Hay otra tierra dura, que no es fina sino que se mantiene en trozos, conocida como lur troskie, buena para sembrar nabo.

En Zamudio (B) los informantes indican que, en general, disponen de tierras, frescas, “sueltas”, apropiadas para plantar productos para la venta en los mercados. También dicen que son buenas las tierras arcillosas, buztinek, porque guardan el agua y aunque son difíciles de trabajar, dan grandes cosechas. Las tierras negras, lur baltzak, son excelentes para la siembra de patatas y lechuga.

En Elgoibar (G) indican que la tierra arenosa que el río va depositando en las orillas es muy buena. En la localidad abunda la tierra arcillosa, arbilla, sola, y mezclada con la caliza. También hay tierra pedregosa, karis-lurra, y en poca cantidad tierra negra, lur beltza. En Beasain (G) dicen que la tierra arenosa es de buena calidad, no hay gran cantidad de tierras arcillosas ni pedregosas. En Hondarribia (G) los terrenos buenos, arenosos, son los que están situados en la parte alta del monte Jaizkibel. Los que están abajo, junto al río Bidasoa son arcillosos.

En Telleriarte (G) a las tierras que están junto al río les denominan lur sendoak, tierras duras, y a las que están en altura, lur meheak, tierras finas. Las tierras bajas si llueve mucho se ahogan, en tanto que las altas se agostan si hay sequía. Se han consignado los siguientes tipos de tierra: buztin-lurra, tierra arcillosa; lapiz-lurra o arbela, tierra pizarrosa; hargorri-lurra o lur-gorria, tierra rojiza; kare-lurra, tierra caliza; antxarbelurra, similar a la pizarrosa, y haree-lurra, tierra arenosa.

En Berastegi (G) señalan que la capa de tierra vegetal es pobre, enseguida aflora la mancha del tries que después de cruzar el Baztan, se adentra en la localidad. Una parte del terreno es de areniscas y aglomerados triásicos, y la que se halla más al este es de pizarras paleozoicas.

Para la zona atlántica vasco-navarra Julio Caro Baroja consignó que las tierras destinadas al cultivo se dividían en cuatro clases: lehenbizikua, bigarrena, hirugarrena y laugarrena, es decir, de primera, segunda, tercera y cuarta clase. Se consideran mejores las arenosas, legarkijak; peores las pedregosas o con cascajo, kaskajokijak; débiles las arcillosas, buztinkijak y las tierras nuevas, lurberrijak; y fuertes las tierras negras, lurbeltzak[2].

En la Navarra Media oriental, a las tierras de labor, fundamentalmente cerealistas, se les da el nombre de tierras blancas y ocupan la zona más externa del espacio agrícola tradicional. A menudo están en los límites con los eriales o pastos comunales, aunque su localización también puede ser próxima al pueblo. En la Valdorba (N) las tierras de labor reciben el nombre de el campestre y se localizan sobre las laderas de las sierras, en zonas de fuerte pendiente[3].

En Aoiz y en algunas zonas del Valle de Lónguida (N) se han aprovechado las terrazas sobre el río Irati para ganar terrenos, son zonas pedregosas sin apenas espesor de humus. En las zonas más alejadas del río las tierras son margosas, que al ser roturadas toman textura arcillosa. Hay también tierras areniscas y calizas. En Cárcar (N) hay tierras delgadas y tierras con suelo de cascajo o cantos, ubicadas en las terrazas del río Ega.

En Izurdiaga (N) las tierras del concejo se dividen en dos zonas claramente diferenciadas. Una de ellas tiene a su vez dos partes, a la orilla del río la tierra es tierra-arena, buena para producir y mala para trabajar. Otra parte es negra o blanquecina en algunos lugares, donde la tierra tiene una potencia de un metro y debajo solo hay cascajo. En otra zona del concejo hay subdivisión: una parte es arcillosa, es tierra mala y dura, se seca enseguida; en otra la tierra es rojiza, le llaman “tierra de recebo”, en el fondo del barranco la tierra es buena para trabajar.

En Muez (Valle de Guesálaz) y Ugar (Valle de Yerri) (N) el tipo de tierra varía de forma considerable de una región a otra de cada valle. En ambos enclaves las tierras son arcillosas y duras en tanto que las piezas cercanas a los ríos son más ricas y húmedas. Las lomas de las sierras de Urbasa y Andia son terrenos calizos y calcáreos.

En Obanos (N) se distinguen tres zonas: la norte y la sur están constituidas por areniscas, margas y limos fluviales. La zona central está formada por yesos y margas. La toponimia, en ocasiones, refleja las características de la tierra.

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En Améscoa (N) la mayor parte de las tierras son de poco espesor, de poco fondo. Abundan las tierras margosas a las que los amescoanos llaman tufas.

En Roncal (Ustárroz, Isaba y Urzainqui-N) la tierra va desde la caliza de Larra hasta la húmeda y de los ríos, sin olvidar los terrenos pedregosos de los puertos. Las huertas, baratzeak, kartxiriak, se encuentran cerca de la casa a la que pertenecen o del río; eran las únicas parcelas regadas del valle.

En Mezkiritz (N) distinguen entre lur lodia, tierra profunda, que dicen que es mejor para la patata y lur gogorra, tierra dura.

En San Martín de Unx (N) la tierra es buena, bastante profunda, arcillosa y pedregosa. Contraponen las tierras del norte del término municipal más frías, donde la uva no madura, con las del sur, mejores.

En Sartaguda (N) junto al río la tierra es de aluvión, arenosa y suave; hacia la peña es más arcillosa y hacia la vecina localidad de Andosilla, más áspera y bronca.

En Valtierra (N) las tierras de La Ribera están constituidas por margas y limos, son ricas en humus, tienen gran profundidad y posibilidad de riego, son muy feraces y constituyen el contrapunto de las de las Bardenas. Las tierras comunales bardanescas presentan una gama amplia de variedades. En las dedicadas a cultivos de secano distinguen la Bardena Blanca que es yesífera-salitrosa y la Bardena Negra, arcillosa-margosa y calcárea.

En Viana (N) se distinguen tres zonas: la del norte, más montañosa y pobre agrícolamente, es pedregosa, de areniscas de poco fondo. La zona media es la más extensa y rica en arcillas; también dispone de terrenos arenosos en las orillas de los riachuelos. La zona sur, el valle del Ebro, a lo largo de ocho kilómetros, cuenta con tierras aluviales arenosas, también hay pequeñas elevaciones y mesetas de cascajos y gravas. Se conoce como tierra blanca la dedicada a cereal.

En el Valle de Carranza (B) se ha recogido importante información sobre cómo valorar la calidad de las tierras. Para ello hay que atender a los criterios de: color, composición, profundidad, orientación y resistencia al laboreo.

Con carácter previo reseñamos un dato de interés aportado por un informante. Señala que se sabe si una tierra de labor es buena o no por la experiencia propia más la acumulada de los antepasados que trabajaron la misma tierra. Desde niño se iniciaba uno en el aprendizaje de qué tierras de cultivo eran buenas y cuáles no tanto. A ello hay que añadir que aparte del hecho de que existan tierras malas para ser cultivadas, la bondad de un terreno aparece ligada a determinados cultivos, es decir, una tierra que por sus condiciones resulta mala para que en ella crezcan ciertas plantas, puede resultar óptima para otras.

El primer criterio para conocer la calidad de la tierra es el color. Se considera que la tierra mejor es la que tiende a ser negra, resulta fácil de trabajar y es productiva. Tienen que acompañar las condiciones climáticas para que la planta prospere porque si llega una sequía estival la planta se marchita y muere antes que en otro tipo de terrenos más ricos en arcilla. El color oscuro de una tierra está ligada al abonado con materia orgánica y un terreno de estas características es tanto más valorado por su cultivo cuantas más décadas se lleve trabajando.

El segundo factor es la composición del terreno. Los terrenos negros y sueltos se trabajan bien porque son pobres en arcilla, sin embargo es bueno que una tierra tenga una cierta proporción de la misma. Esto dificulta para trabajarla, sobre todo en tiempos pasados con los aperos de los que se disponía. En estos suelos prende quizá una menor proporción de plantas, pero las que crecen lo hacen con más ímpetu. Estos terrenos soportan mejor la sequía y en ellos se dan bien todos los cultivos, especialmente la borona y las alubias. Un exceso de arcilla convertía a una tierra en casi imposible de trabajar con los medios que se tenían.

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Otro tipo de tierras son las arenosas que tenían la ventaja de que eran fáciles de trabajar, ya que la tierra estaba más suelta y tenía menos tendencia a compactarse. Pero no retienen adecuadamente ni el calor ni la humedad y en cuanto se alarga un período de sequía las plantas mueren.

Terrenos pedregosos son aquellos en los que entre la tierra menudean las piedras pequeñas, que en algunos lugares han consignado que eran calizas o de cayuela y en otros areniscas. Cuando aparecían piedras en los prados se recogían siempre para evitar que al segar la hierba con el dallo o guadaña se musquiase el corte, es decir, se desbaratase el filo.

Los terrenos lagunosos, que son el resultado de una determinada composición del suelo muy rica en arcilla, no se podían labrar por lo que se destinaban a hierba. No servían para que las vacas pacieran, salvo tal vez en verano, porque destrozaban el terreno al pisarlo. Se solían segar para darles la hierba en verde a las vacas.

Otro aspecto a tener en cuenta es la profundidad. La tierra más apreciada es la honda, o sea la que permite ser trabajada cómodamente sin que por más que se profundice con la reja se corra el riesgo de sacar la madre. Por el contrario, hay terrenos con una capa tan delgada de tierra que al maquinarla se llegan a extraer piedras.

En cuanto a la orientación de las tierras, se consideran mejores las que miran al sur y al este porque los cultivos reciben mayor insolación y la inclinación del terreno los protege del viento norte. Siendo buenos tanto el sol matutino como el vespertino, los informantes estiman que es mejor el primero, dicen que “tiene más gracia”.


 
  1. Posiblemente los informantes se refieren a las denominadas tierras francas, que son tierras con un contenido proporcionado de arena y arcilla, fáciles de trabajar.
  2. Julio CARO BAROJA. “Un estudio de tecnología rural” in CEEN, I (1969) p. 218.
  3. Salvador MENSUA. La Navarra Media oriental. Zaragoza: 1960, p. 104.