Condición de los ancianos y enfermos

En un apartado anterior se ha descrito la ayuda que en casos de enfermedad se prestan entre sí los parientes. Ahora se trata de ver el comportamiento de los familiares con los ancianos y enfermos de la propia casa.

En tiempos pasados estuvo generalizado el que los ancianos y los enfermos fueran atendidos en casa, hoy es más frecuente acudir a los hospitales en el caso de los enfermos, y a las residencias y asilos en el caso de las personas mayores para que reciban los cuidados y atenciones necesarios.

En Abezia (A) se ha consignado que a los ancianos se les respetaba al máximo. Las personas mayores eran tratadas con veneración y en muchos casos continúan siendo los auténticos jefes de familia.

En Zeanuri (B) se ha recogido que estaba mal visto el desprenderse del padre o de la madre ancianos para llevarlos a un asilo u hospital.

Un relato moralizante, muy arraigado en el pueblo y que tiene gran extensión geográfica, dice así:

Seme batek aite ospitelera lepoan ekarri oala. Da jarri (eg)in zala deskantzetan pago baten azpien. Eta esa(n) eutsela aitek:

–Neuk be ementxe deskantzau noan, aite ospitelera ekarri noanean.

Eta orduen semeak aite lepoan artu eta atzera eroa(n) oala etxera.

(Un hijo llevaba a su padre al hospital cargado a sus espaldas y se sentó a descansar debajo de un haya. Y el padre le dijo: –En este mismo lugar reposé yo también cuando llevé a mi padre al asilo. Entonces el hijo cargó al padre a sus espaldas y lo trajo de nuevo a casa).

A pesar de las querellas y enfados domésticos, los padres durante su ancianidad seguían viviendo en casa y eran asistidos por el matrimonio joven que convivía con ellos. En tiempos pasados, según los testimonios recogidos, las condiciones materiales en las que vivían los ancianos eran precarias. Las personas mayores y los enfermos eran considerados una carga que se asumía contractualmente. Para entender esta situación hay que tener en cuenta que la casa tradicional era, a la vez que albergue, una empresa en la que todos sus miembros desempeñaban una actividad. Dejar de participar en ella conllevaba la automarginación.

En Andraka (B) a los ancianos y a los enfermos se les trataba bien, los de casa eran reacios a sacarlos de ella; el cuidarlos se consideraba una obligación. En Amorebieta-Etxano (B) dicen que antiguamente a los ancianos se les tenía en casa aun cuando con frecuencia eran una carga para la familia. En Agurain (A) se ha registrado que los ancianos y enfermos más acomodados eran atendidos en casa por sus familiares. Antiguamente el ayuntamiento acogía en el hospital a los pobres, enfermos e inválidos que no tuvieran familiares parar hacerse cargo de ellos.

En Sara (L) los ancianos y enfermos eran generalmente atendidos en casa. Había casos –raros– en que los tales eran internados en el hospital de la localidad donde los servicios asistenciales eran buenos. En Zuberoa se ha recogido que la casa se ocupaba de la situación de las personas ancianas y enfermas. Las personas mayores se creían con el derecho de exigir de sus hijos ayuda y asistencia en la vejez y de evitar que acabaran en el asilo.

En Moreda (A) se ha señalado que era deber de los hijos sustentar a los padres si lo necesitaban. Por regla general los ancianos y los enfermos estaban al cuidado de sus hijos. En caso de que tuvieran dificultades les echaba una mano algún familiar y si no era posible se contrataba alguna persona para descargar el trabajo de los hijos. Cuando la situación se hacía insostenible, algunas familias optaban por ingresarlos en residencias u hospitales.

Reglamento interior del Asilo Calzada. Fuente: Reglamento interior del Asilo Calzada. Guernica y Luno: Imprenta y Librería de Antonio Egurrola, 1892, portada.

En Berganzo (A) los ancianos y los enfermos han sido atendidos por los familiares, generalmente por las mujeres, y en raras ocasiones ingresaban en un asilo-hospital. En el Valle de Roncal (N) el cuidar de los ancianos y de los enfermos era responsabilidad de los familiares más cercanos. Normalmente se ocupaba de ellos la mujer de la casa. En Ribera Alta (A) los padres ancianos no abandonaban la casa y estaban al cargo del hijo que se quedaba en ella. En Pipaón (A) si había ancianos o enfermos, los parientes más próximos, como hijos, hermanos o sobrinos trataban de socorrerles en lo que pudieran.

En Elosua y en Zerain (G) si se tenía familia propia directa los ancianos y enfermos eran atendidos en casa con todo esmero y ni siquiera se pensaba que se debiera obrar de otra manera. En Beasain (G) si en el caserío han quedado sólo los mayores, cuando están enfermos o los trabajos les resultan penosos suelen pasar a vivir en casa de los hijos, o, como señalan en Oñati (G), algún hijo iba a vivir con ellos provisionalmente. En Hondarribia (G) dicen que cuando los padres se hacían mayores eran los hijos quienes les daban habitación y sustento. En Elorz (N) si el pariente era anciano o desamparado se le recogía en casa de los sobrinos o cuñados donde se le alimentaba y cuidaba. En ocasiones también algún familiar se trasladaba a vivir a la casa de las personas mayores que no querían abandonar el hogar.

En Valtierra (N) la asistencia y el sustento a los mayores, enfermos o familiares necesitados corría a cargo de los parientes con los que vivían o estaban cerca. También existía la colaboración de amigos y vecinos con los abuelos y muetes que lo necesitaban.

En Obanos (N) se elogia el que los hijos se ocupen de sus padres enfermos o ancianos y está mal visto el llevar a los abuelos al asilo en contra de su voluntad. Ha habido y hay magníficos ejemplos de atención a los mayores, pero en éstos la sombra del hospicio está presente. Una informante mayor soltera decía que ella sabía que acabaría en una residencia pero que las que han tenido hijos lo llevaban mal. En Goizueta (N) en principio se trataba de ayudar a los familiares mayores y/o enfermos, pero con frecuencia acababan ingresando en un asilo.

En Sangüesa (N) los ancianos de familias muy pobres, generalmente solteros y enfermos, quedaban frecuentemente desamparados y pasaban a formar parte de la beneficencia municipal y de las Conferencias de San Vicente Paúl, recibiendo alguna pequeña ayuda periódica en dinero o alimentos. En algunos casos, cuando el desamparo era total, sobre todo por carecer de parientes, pasaban a vivir al llamado Santo Hospital, regentado por las Hijas de la Caridad y a cargo del ayuntamiento. Hoy ha cambiado el concepto caritativo del centro, pues en él también se acogen personas pudientes, y se denomina Residencia Municipal de Ancianos. En casos graves, enfermos psíquicos eran recluidos en el Manicomio de Pamplona, edificio popularmente llamado “El Tejadico colorado”.

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Transiciones

Es común el dato de que desde la implantación con carácter general de la Seguridad Social ha mejorado la situación de las personas mayores que, hoy día, pueden obtener una pensión de jubilación, tienen cobertura sanitaria y la posibilidad de acceder a una plaza en una residencia de ancianos. A continuación se ofrecen varios testimonios recogidos en algunas localidades encuestadas que con ligeras adaptaciones a cada lugar y situación son de aplicación casi general.

En Zeanuri (B) se ha constatado que desde mediados de los años setenta los agricultores cobran una pensión como autónomos y gozan de los beneficios de la Seguridad Social. Este hecho ha modificado sustancialmente la situación de los ancianos en las casas. Hasta entonces, aparte de no percibir ningún ingreso, una enfermedad larga o una operación quirúrgica suponía el gastarse en ellas los ahorros.

En Bernedo (A) dicen que hoy todos los vecinos de aquella zona disfrutan de la Seguridad Social y cuando enferman son trasladados a la residencia sanitaria de Vitoria. Los familiares que viven en esta ciudad son quienes acompañan al enfermo en la clínica pasando las noches y turnándose con los demás parientes. También suelen participar los amigos y los vecinos.

En Apodaca (A) señalan que a los padres ancianos los cuidan sus hijos llevándolos una temporada cada uno a sus respectivas casas. A otros familiares o a los padres si están imposibilitados los ingresan en una residencia de ancianos.

En Agurain (A) confirman que con la implantación generalizada de la Seguridad Social y la existencia de residencias de ancianos se ha incrementado el ingreso de las personas mayores en centros de este tipo. Otro tanto se ha consignado en Amorebieta-Etxano (B) donde aseguran que hoy día han aumentado las residencias de ancianos, lo que posibilita un mejor servicio para las necesidades que se han creado.

A modo de resumen cabe señalar que con carácter general en caso de enfermedad es casi universal la asistencia sanitaria en la Seguridad Social y que en todas las localidades ha crecido el número de centros públicos, semipúblicos o privados, conocidos con el nombre de residencias, donde las personas mayores, sobre todo las imposibilitadas, ingresan voluntariamente o les conducen los familiares próximos para que sean debidamente atendidas en los últimos años de vida.