Cortejo hasta el limes

De Atlas Etnográfico de Vasconia
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En varias villas y localidades de población concentrada, especialmente navarras, se ha constatado una peculiar costumbre consistente en despedir al féretro en el limes del pueblo. La mayor parte del cortejo llega hasta este punto y tras realizar algún rezo, únicamente un grupo reducido de personas acude juntamente con los anderos y el féretro al cementerio.

En Artajona (N), finalizado el funeral, el sacerdote y los monaguillos, junto con numeroso público acompañaban al cadáver hasta el punto denominado «El Convento» en las afueras del pueblo, donde se procedía a despedirlo. En este lugar se hacía una parada dejando la caja depositada en una mesa que colocaban los de una casa cercana. Tras rezar un responso, el sacerdote echaba un poco de tierra en la parte superior de la caja. Desde este lugar al cementerio sólo acudían los familiares íntimos junto con los portadores del ataúd. Desde que se ha generalizado la costumbre de trasladar el ataúd en vehículo, la anterior tradición ha desaparecido y los familiares y allegados acuden al cementerio en coche.

En Murchante (N), hasta los años sesenta se llevaba el féretro a hombros hasta un punto que señalaba el límite del pueblo, en el que se despedía el duelo. Se colocaba una mesa en medio de la calle Mayor para poner el féretro. Tras las preces y cánticos rituales se despedía el duelo y sólo unas pocas personas proseguían el viaje acompañando el cadáver hasta el cementerio. Si el fallecido había sido auroro, le cantaban como despedida la canción de los auroros.

En Obanos (N), antiguamente, parece ser que de la iglesia al cementerio únicamente iban los llevadores con el féretro. Desde 1936 se acompaña al cadáver desde la iglesia al límite del pueblo, donde arranca el camino del cementerio. El cortejo desfila en el mismo orden que ha llevado a la iglesia. En el punto citado, una familia es la encargada de colocar una mesa con un paño para depositar el cadáver y rezar allí «el último responso». Esta costumbre está hoy amenazada ya que el féretro es introducido a veces en el furgón fúnebre a la misma puerta de la iglesia.

Conducción del féretro al cementerio. Mélida (N). Fuente: Juan Sesma, Grupos Etniker Euskalerria.

En Viana (N), finalizado el funeral, en la puerta de la iglesia se reorganiza el cortejo para acompañar la conducción del cadáver al camposanto. Los asistentes se congregan a ambos lados del acceso a la iglesia y en la plaza próxima. Detrás del féretro marchan los familiares, amigos e interesados. Al traspasar la antigua puerta de la ciudad, el portal de la solana, una parte del público asistente despide al difunto desde lo alto de las murallas. A la salida de la localidad los familiares más directos que llevan el ataúd son reemplazados por otros familiares más lejanos o por amigos. En el trayecto, cuyo recorrido es de más de un kilómetro, se turnan varias veces. En algunas ocasiones por deseo de la familia, este traslado se hace en el coche fúnebre. En este recorrido nunca se ha rezado ni cantado. Hasta el año 1950 aproximadamente, asistía obligatoriamente el capellán del ayuntamiento. Al desaparecer este cargo le sustituyó un sacerdote de la parroquia. Acude tras el féretro para rezar un responso en el cementerio por el difunto antes de darle tierra. A continuación dice una oración por todos los difuntos allí enterrados. Hasta hace unos pocos años le acompañaba un monaguillo u otra persona que se ofreciera a ello portando una cruz pequeña.

Además de en las anteriores localidades navarras, se ha constatado una costumbre parecida en otras dos villas, una vizcaína y otra guipuzcoana.

En Durango (B), en la época en que la conducción del cadáver se hacía a hombros, la comitiva salía por la puerta principal de la iglesia de Santa María de Uribarri y seguía un itinerario fijo en su camino al cementerio. Al llegar a la Transversal, a la altura de Callebarria, en el lugar donde hay una hornacina con la imagen de Ntra. Sra. de la Piedad se hacía una parada para rezar un responso. En este punto tenía lugar la primera y más numerosa despedida del cadáver y la mayoría de la gente se dispersaba. El cortejo ya reducido, presidido por un sacerdote y compuesto por el duelo familiar, vecinos y amigos proseguía camino del cementerio.

En Hondarribia (G) se llevaba el ataúd a hombros de los portadores, jasotzaileak, a través de la calle Tiendas hasta la puerta de las murallas y se rezaba un responso de despedida al pie del Cubo de la Reina. Después de que los familiares, puestos en fila, recibieran las condolencias de los asistentes se disolvía la comitiva y sólo los familiares varones y los amigos del finado lo acompañaban hasta el cementerio. Cuando en una época posterior la conducción se efectuaba por la Alameda, fuera de las murallas, también se rezaba un responso antes de separarse. En todos los casos las mujeres quedaban fuera de la comitiva fúnebre.