Costra, xingola

En localidades vascófonas se han recogido las siguientes denominaciones: sabeloia (Bidegoian-G), errosona (Elosua-G), txingola (Santa-Grazi-Z), buruko kostrea (Orozko-B). En Carranza (B) se la conoce como tofa.

En Santa-Grazi, en las primeras décadas del siglo XX, se constató un remedio para curar la txingola (croûte de lait), eczema o costra de la cabeza de los niños. Se cogía un cirio bendecido, se encendía y luego se calentaba cuanto se pudiera la costra mientras se pronunciaba la siguiente fórmula: “Txingola bat, txingola biga, hiru, lau, bortz, sei, zazpi, zortzi, bederatzi...” (txingola una, txingola dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve...). Después a la inversa: “Txingola bederatzi, txingola zortzi... txingola bat, txingola batere bezain bat” (txingola nueve, txingola ocho... txingola una, txingola ninguna). El número tenía que ser impar, sobre todo siete y nueve. Al recitar la numeración ascendente no se debía respirar hasta llegar a nueve y tampoco al decir la fórmula al revés[1].

En Azkaine (L), según quedó registrado en los años treinta del s. XX, si el niño tenía costra, krisma, en la cabeza no había que tocarla pues de lo contrario le sobrevendría el mal del cuero cabelludo, urthemina, que es repugnante; empeora con la luna creciente y aminora con la luna menguante, pero nunca desaparece.

En Vasconia continental se decía que a los niños no había que lavarles nunca la cabeza, ni siquiera para quitarles la costra que se les suele formar siendo pequeños. Se creía que esta costra era efecto del rito bautismal[2]. En Arraioz y Baztan (N), Azkue recogió en las primeras décadas del s. XX la creencia de que al recién nacido no le salía costra, krisima, si se le daba un beso antes de ser bautizado[3].

En la Merindad de Tudela (N), según quedó registrado en los años treinta, existía la costumbre, que se iba desvaneciendo, de dejar a los niños de pecho el caparazón de caspa que se les formaba pues creían que constituía un gran peligro el quitarla[4].

En Abadiano y Orozko (B) se decía que no era bueno mojar la cabeza de los niños a los que se les formaba costra, pues de hacerlo se pensaba que se reblandecía la propia cabeza; se les daba vaselina; en Bidegoian y Elosua (G) se les untaba con aceite; en Carranza (B) se les aplicaba vaselina que ablanda la tofa y forma una capa que al secarse se desprende y cae sola. Algunas mujeres utilizaban aceite. A veces se ayudaban de una peina de las empleadas contra las liendres para ir levantando la costra suavemente.


 
  1. APD. Cuad. 7, ficha 681.
  2. Juan THALAMAS LABANDIBAR. “Contribución al estudio etnográfico del País Vasco continental” in Anuario de Eusko-Folklore. Tomo XI. Vitoria: 1931, p. 25.
  3. Resurrección Mª de AZKUE. Euskalerriaren Yakintza. Tomo I. Madrid: 1935, p. 191.
  4. Pedro ARELLANO. “Folklore de la Merindad de Tudela” in Anuario de Eusko-Folklore. Tomo XIII. Vitoria: 1933, pp. 202-204.