Destino de los niños

En el apartado anterior dedicado a las madres solteras ya se constató la costumbre de que éstas abandonasen su localidad de residencia para dar a luz en la maternidad o en la casa de un familiar. Los niños quedaban entonces en manos de alguna de estas familias o en la propia maternidad o inclusa.

Ocurría a veces que el niño acababa en la inclusa si la familia de la madre soltera era pobre mientras que si era adinerada era enviado fuera de la localidad para ser criado, generalmente al campo. Así se constató en Aoiz (N) a principios de siglo donde los ricos alejaban los niños al campo para que allí los criasen mientras que los pobres los llevaban a la inclusa de Pamplona[1].

En la Villa de Durango (G) las madres solteras cuyas familias disponían de medios económicos daban a luz fuera del pueblo. Solían dejar al niño en un caserío y mensualmente pagaban una cantidad por ello. En otros casos daban a luz en la maternidad de Bilbao o si el niño nacía en casa lo llevaban a la misma.

En Gernika (B) al inicio de esta centuria se recogió un comportamiento similar, pero con la peculiaridad del modo en que la madre tenía que obtener el dinero para costear los gastos de manutención de su hijo. En esta población se le bautizaba con el mayor sigilo y se le enviaba a la casa de maternidad; no obstante algunas veces se llevaba a criar a alguna casería próxima y se pagaba a la mujer que se encargaba de amamantarle con el dinero que la madre soltera obtenía de su labor como nodriza en la capital[2].

En general el destino de los hijos naturales era la inclusa y en el mejor de los casos el hogar de unos familiares que viviesen lejos de la población de residencia de la madre.

En Treviño (A) cuando antaño nacía un niño natural se le sacaba de la localidad y se le llevaba a un asilo u hospicio del cual nunca volvía.

En Monreal (N) los niños nacidos de madres solteras solían ser acogidos en la maternidad y las madres trabajaban para mantenerlos. En alguna ocasión dejaban a los niños en estos centros y los daban en adopción.

En Viana (N) los hijos habidos de las uniones libres se quedaban con la madre o acababan en la inclusa de Pamplona.

En Izurdiaga (N) la mujer marchaba a otra población a tenerlo, por ejemplo a Pamplona, y lo dejaba en la maternidad o al cuidado de otras personas parientes o amigas de la familia que quisiesen mantenerlo a cambio de una cierta cantidad de dinero mensual. Pero era raro que la madre cuidase a su hijo y aún más que el padre lo reconociese, éste lo más que hacía era darle dinero en vida para que instalase un negocio o similar, pero nunca era mencionado en la herencia.

A principios de siglo la encuesta del Ateneo[3] ya constató la misma costumbre de abandonar a los niños en la inclusa. En Bergara (G) los hijos naturales eran llevados casi todos a este centro. En Caparroso (N) al día siguiente del bautizo de un hijo ilegítimo, una mujer llevaba a la criatura a la inclusa de Pamplona, pero ni siquiera cogía el tren en la estación del pueblo sino en otra inmediata.

En Falces (N) cuando ocurría un caso de éstos, muy raro porque normalmente los jóvenes que habían tenido el desliz se casaban antes del parto, bautizaban al recién nacido y le ocultaban en el torno de la casa de maternidad de la capital.

En Pamplona (N) los niños ilegítimos iban a parar en su mayoría a la casa de maternidad después de bautizarlos. En Estella (N) eran abandonados por sus madres o se les llevaba a la inclusa de Pamplona. En Azpeitia (G) iban a parar al torno. Otros pasaban a las casas de beneficencia después del destete y a medida que crecían eran instruidos en las primeras letras. Si además se hacían acreedores de la estima de las juntas administrativas de estos centros debido a su buen comportamiento, recibían enseñanza de oficio. En Tolosa (G) generalmente se les llevaba al asilo benéfico provincial salvo en los casos en que los criaban sus propias madres.

En Gatzaga (G) cuando se daba el nacimiento de un niño natural habitualmente desaparecía ya que era raro que fuese acogido en la casa de su madre. La criatura solía ser llevada a la inclusa o era abandonada en algún cruce de caminos muy frecuentado por la gente o en el portalón de un caserío en el que viviese alguna mujer lactante. Cuando ocurría esto último la criatura llevaba metida en la faja una nota en la que aclaraba, en lo posible, su situación personal o los detalles de su nacimiento y bautismo. A veces era portador también de una pequeña cantidad de dinero # como ayuda a la familia receptora[4].

Según recogió Caro Baroja cuando una soltera o viuda tenía un hijo fruto de unos amores clandestinos, un borte, y la familia quería que esto quedase oculto, en algunos pueblos de la Montaña Navarra (valles de Bertiz, Baztan, Santesteban y Basaburua Menor) cogían al recién nacido de noche y lo llevaban secretamente a otro pueblo, ni muy lejano ni muy próximo, y lo dejaban a la puerta de una casa, llamaban y decían: "Erren dagona artzue" (Esto que hemos dejado aquí, coged). La familia que se encontraba con semejante carga imprevista podía denunciar el hecho de modo que el niño fuese llevado a la inclusa de Pamplona, pero las gentes solían tomarlo en su casa y lo educaban[5].

En ocasiones los hijos naturales eran aceptados en la casa y crecían sin que se estableciesen diferencias con ellos.

En San Martín de Unx (N) no se segregaba socialmente a los hijos de solteras o a los legitimados por matrimonio subsiguiente de los padres, sino que la gente se compadecía, en el primer caso, del pobrecito que no tenía padre.

En Elgoibar (G) en los caseríos no estaban mal vistas las mujeres solteras con hijos ya que eran aceptados por la familia. Peor consideración recibían las adúlteras. En la villa el niño natural y su madre eran marginados. En ocasiones el niño era acogido por los padres de la madre que lo mantenían y hacían suyo.

En Hazparne (L) tener un hijo natural era considerado como una tara; sin embargo no se guardaba rencor al niño. Los hermanos de la muchacha embarazada hacían de esta situación una cuestión de honor.

En Laguardia (A), Gernika (B) y Sumbilla (N) los niños ilegítimos que vivían en una familia corrían la misma suerte que los legítimos[6].

En la actualidad, en Amorebieta-Etxano (B), en los caseríos en los que hay algún hijo natural se da una situación similar a la descrita en Elgoibar (G). Se mantiene con estos niños una convivencia normal y están totalmente aceptados.

En Valdegovía (A) los hijos naturales tienen la misma consideración que los demás. No se dan situaciones de marginalidad ni menosprecio.

En Elosua (G) cuando se da uno de estos casos son los padres de la chica quienes la recogen en su casa con el niño. También se procura casar a los jóvenes, si éstos se quieren.

En Zerain (G) los hijos de madre soltera son aceptados en general por la familia y crecen en la casa materna hasta su mayoría de edad siendo atendidos en sus necesidades como uno más.


 
  1. EAM, 1901 (ed. 1990) I, 2, p. 1.126.
  2. EAM, 1901 (ed. 1990) I, 2, p. 1.091.
  3. EAM, 1901 (ed. 1990) I, 2, pp. 1.091-1.092; 1.125-1.126.
  4. Pedro Mª ARANEGUI. Gatzaga: una aproximación a la vida de Salinas de Léniz a comienzos del siglo XX. San Sebastián, 1986, pp. 69-70.
  5. Julio CARO BAROJA. La vida rural en Vera de Bidasoa. Madrid, 1944, p. 146.
  6. EAM, 1901 (ed. 1990) I, 2, pp. 1.125-1.126.