El funeral de cuerpo presente

De Atlas Etnográfico de Vasconia
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La antigua práctica de celebrar funerales de cuerpo presente se recuperó casi simultáneamente en todas las regiones de la Vasconia peninsular. El cambio se operó de modo general en la década de los años sesenta y, tal como se constata en la mayoría de las encuestas realizadas, tuvo su origen en la reforma de la liturgia funeraria establecida a raíz del Concilio Vaticano II (1961-1965)[1].

Desde aquellas fechas el féretro mortuorio se deposita durante las exequias fúnebres en un lugar central de la iglesia entre la nave y el altar. Esta modificación trajo consigo la supresión de los túmulos que hasta entonces se colocaban en este mismo lugar.

Por las mismas fechas, se suprimieron en muchas parroquias las sepulturas simbólicas que ocupaban una gran parte del plano del templo y de las cuales se hablará en un capítulo posterior.

En algunas localidades la nueva práctica trató de adecuarse a las costumbres funerarias que hasta entonces habían estado vigentes. En Zerain (G), desde 1964 hasta 1980, el ataúd se depositaba en el centro de la iglesia delante de las sepulturas domésticas y detrás de los bancos. El duelo de los hombres seguía colocándose en la última fila de bancos mientras que el duelo femenino se trasladó a la primera fila de sepulturas de suerte que ambos duelos se posicionaban delante y detrás del féretro. Actualmente éste se deposita ante las gradas que acceden al altar colocándolo sobre una mesa cubierta con un paño negro que lleva como ornamentación una cruz y un borde en blanco que recuerda las antiguas eliz-oialak (paños de iglesia).

Misa de funeral. Bermeo (B), c. 1963. Fuente: Anton Erkoreka, Grupos Etniker Euskalerria.

En Allo (N) se ha anotado una transición semejante. Hasta 1976 el féretro se instalaba al fondo de la nave junto a la puerta de salida; a ambos lados del ataúd se colocaban sendos hacheros con cinco velas cada uno más la candela o vela retorcida que ardía a su cabecera. Posteriormente el féretro se coloca junto a la primera grada de acceso al presbiterio.

Otro aspecto de esta transición fue la reutilización de algunos elementos del antiguo catafalco para depositar el féretro sobre él (Aria, Monreal-N; Durango-B; Aramaio-A).

De modo general los catafalcos anteriores fueron sustituidos por soportes más sencillos; una mesa cubierta con un paño negro o morado o por un simple paño negro colocado sobre el suelo (Carranza-B). En ocasiones el féretro se apoya en una grada que accede al presbiterio y sobre un caballete que lo equilibra. Tampoco es infrecuente el que el ataúd descanse sobre el mismo carro utilizado por la agencia funeraria para llevar el cadáver desde el coche fúnebre hasta los pies del altar (Llodio-A, Murchante-N).

También las luces colocadas junto al ataúd durante los funerales han experimentado un cambio a lo largo de estos veinte años. En un principio se colocaban candelabros, hacheros o argizaiolas utilizadas en las sepulturas familiares o las velas que, encendidas en la casa mortuoria, habían presidido el cortejo (Aria-N).

En la década de los años noventa se va introduciendo la práctica de encender durante las exequias el gran cirio pascual (Allo-N), colocándolo junto a la cabecera del ataúd (Zerain-G).

En Carranza (B), antes de dar comienzo a la misa de funeral se enciende el cirio pascual al tiempo que se recita esta oración:

«Junto al cuerpo, ahora sin vida de nuestro hermano, -nombre del difunto-, encendemos, Oh Cristo Jesús, esta llama, símbolo de tu cuerpo glorioso y resucitado; que el resplandor de esta luz ilumine nuestras tinieblas y alumbre nuestro camino de esperanza, hasta que lleguemos a ti, oh claridad eterna, que vives y reinas, inmortal y glorioso, por los siglos de los siglos. Amen.»

En San Martín de Unx (N), una vez que el sacerdote accede al altar para iniciar la misa de funeral, enciende el cirio pascual y explica el sentido que esta luz tiene para los cristianos como símbolo de la resurrección de Cristo. A continuación entrega el cirio a uno de los familiares más allegados del difunto, quien acompañado de cuatro monaguillos, dos delante y dos detrás, lo coloca en el lado izquierdo del ataúd, mientras que en el derecho se pone la cruz parroquial.

En el País Vasco continental los funerales de cuerpo presente se practicaron desde antes de la reforma conciliar de los años sesenta.

En Izpura (BN), el féretro era colocado en el centro de la iglesia sobre un catafalco, katafalka, consistente en una mesa cubierta con varios lienzos y ornamentada con un paño blanco con puntillas. En los funerales más pobres, el féretro se colocaba simplemente sobre dos caballetes. Estos catafalcos ornamentados dejaron de usarse el año 1972.

En Lekunberri (BN), la mesa que soportaba el féretro era denominada hil-mahainia y estaba revestida con un lienzo negro adornado en sus bordes por una franja blanca. Durante el funeral la andere serora disponía a cada lado cuatro cirios que pertenecían a la iglesia.

En Baigorri (BN), en los funerales de mayor rango el féretro se colocaba sobre un túmulo muy decorado. En los de categoría media el catafalco no tenía decoración y simplemente estaba cubierto con un paño mortuorio bordado en plata. En los funerales de menor categoría no existía el catafalco; el féretro se colocaba sobre una seila que era una plataforma con ruedas.

En Heleta (BN), el féretro se dispone en el pasillo central cerca del comulgatorio sobre una mesa recubierta de un lienzo negro igual para todos. Rodean a la caja los cirios, ezkoak.

En Gamarte (BN), el féretro se coloca en el pasillo central cerca del comulgatorio sobre dos caballetes, hil mahaia. También en Sara y en Bidarte (L) el féretro se sitúa en el pasillo central junto al comulgatorio. Alrededor se ponen cirios que pertenecen a la iglesia.

En Urdiñarbe (Z), durante la misa de entierro se coloca el féretro en la nave del templo, sobre el suelo; a sus lados se ponen cuatro cirios y sobre él la cruz que se guarda para la tumba. En Zunharreta (Z) el féretro se instala en el centro de la iglesia sobre dos caballetes.

Actualmente tampoco en estas regiones existen diferencias de categoría en la celebración de los funerales.


 
  1. En varias poblaciones encuestadas de Vasconia peninsular se indica que la práctica de in troducir el cadáver en el templo para las exequias se inició anteriormente. En Mendiola y Amézaga de Zuya (A) sitúan el inicio de esta práctica en la década de los años treinta. En Murchante (N) ya en 1940 se colocaba el cadáver sobre un catafalco situado frente al altar mayor. En Artziniega (A) y Sangüesa (N) indican que fue en la década de los años cincuenta cuando comenzaron a celebrarse los funerales de cuerpo presente.